CUBA
SOCIALISTA
ANÁLISIS CRÍTICO DE LA SOCIEDAD CUBANA POR UNA NICARAGÜENSE - (segunda parte) (...)
"Rectificaciones" pendientes
El ajuste de la economía cubana se inició en 1986 con la llamada "rectificación", pero fue forzado inesperadamente con el fin de la URSS. Y muchas rectificaciones de fondo, estructurales, quedaron pendientes por la coyuntura de emergencia. La emergencia ha sido diaria desde 1989. Y cada año ha sido peor. ¿Hasta cuándo, se pregunta todo el mundo? Es difícil dar respuestas de calendario. Y el tiempo, ¿está o no a favor de Cuba? No es fácil hacer previsiones. Período especial es sinónimo de incertidumbre.
Hay mucho debate en Cuba sobre la viabilidad de esta situación con dinámicas tan contradictorias - a las que se suma la presencia del también mimado inversionista extranjero -, si no se introducen a tiempo cambios económicos importantes. Más de fondo, se habla de la urgencia de diseñar por fin un sistema económico abarcador de todas las piezas de la nueva realidad.
El 26 de julio, Fidel Castro explicó, que para sobrevivir, la economía revolucionaria debía enfrentar dos graves problemas: el exceso de circulante de moneda nacional y la escasez de divisas. Para captar las divisas que ya circulan en el mercado negro y a traer las de potenciales remesas familiares, anunció que todos los cubanos podrían tener y usar dólares con los que comprar en tiendas turísticas o especiales (un "mercado paralelo" sólo para los que tengan dólares). El Estado invertirá estos en mejorar el abastecimiento subsidiado que garantiza a todos.
Se habla de muchas otras medidas. De una revisión de los actuales precios, cada vez más artificiales por el subsidio. De darle a la moneda cubana su valor real. De una política de subsidios más limitada y selectiva. De incorporar a la economía el mecanismo de los impuestos o del control de ingresos. De autorizar a trabajadores o pequeños comerciantes por cuenta propia, que brindarían legalmente servicios hoy mal atendidos. De establecer una relación correcta entre salario y trabajo. Y la mejor relación posible entre los intereses individuales, empresariales y nacionales.
Muchos vuelven a hablar del error que supuso prohibir el mercado libre campesino, especialmente cuando el plan alimentario no supera las arraigadas ineficiencias de una producción, y sobre todo de una distribución, tan centralizada. El plan está priorizado, pero la gente no come bien.
El 20% de las tierras de Cuba está en manos de campesinos que no quisieron cooperativizarse y que manteniendo sus parcelas particulares, deben vender toda su cosecha al Estado. En la década de los 80 se les autorizó la venta libre de parte de ella, lo que supuso una mejora en la producción y un alivio inmediato en la distribución de alimentos. También supuso el "enriquecimiento" - la ruptura del igualitarismo - de un sector de estos campesinos y principalmente de los intermediarios. Por purismo ideológico se ha querido evitar éste y otros privilegios. Pero el costo ideológico de la doble moral creada durante estos años con la bolsa negra, o el costo social y político que crea el desabastecimiento generalizado, son mayores que el costo que pueden traer los privilegios de algunos sectores.
En los cambios que haya que hacer, "concesiones a las que la vida nos obliga", "concesiones a principios de la economía capitalista para salvar las conquistas del socialismo" - según Fidel Castro -, "no seremos ni dogmáticos ni locos", especificando, fiel a su purismo, que las medidas que Cuba toma en esta hora "no son para perfeccionar el socialismo sino para que sobreviva la Revolución". Pero, ¿no resulta difícil en estos tiempos tan confusos definir esa frontera?
Balseros y desertores
La sociedad tan equitativa que en Cuba se construyó y hoy se trata de mantener a toda costa es sin duda un gigantesco colchón que explica la estabilidad social con la que el pueblo cubano vive tan compleja crisis económica. Los cubanos no votaron "con el estómago". Y aunque hay delincuencia y conatos de protestas más de una vez, son expresiones muy mínimas de inestabilidad, sobre todo si las comparamos con los estallidos que ocurren a diario en la explosiva América Latina neoliberal. La equidad estabiliza y explica el masivo apoyo a la Revolución. Donde son tan pocos los márgenes de desigualdad, es menor la violencia. En el fracasado capitalismo real de los países latinoamericanos, la opulencia de unos pocos y las vitrinas de la sociedad de consumo, a los ojos de todos en las calles y en la televisión, generan cada vez más violencia y descomposición social.
Pero en el período especial, el férreo igualitarismo estatal - quebrado por el turismo y burlado por el mercado negro - está siendo también un factor de frustración para muchos cubanos. Algunos altos funcionarios - que en Cuba no son tantos y siempre vivieron con bastante austeridad - y sobre todo, los que han llegado a una alta cualificación profesional aprovechando la igualdad de oportunidades del socialismo, pero también haciendo enormes sacrificios personales, se ven ahora reducidos a niveles de vida decepcionantes. Se ven medidos con el mismo rasero con el que el Estado mide a los holgazanes que siempre mamaron del paternalismo estatal y hoy tal vez son estrellas del "maceterismo", dedicados a la explotación del hombre por el hombre en la bolsa negra .
Este profesional frustrado, que no ve salida al laberinto económico que vive Cuba, se ve hoy muy tentado a la deserción. En las desiguales sociedades capitalistas - que conoce directamente porque ha viajado a ellas - su saber y su hacer estarían no sólo mejor pagados sino más reconocidos. Su familia viviría con menos inseguridad y más felicidad y esta calidad de vida compensaría en algo el esfuerzo de tantos años. Fuerte tentación si a ella se suma que, por razones políticas, a todo cubano que sale ilegalmente de Cuba, por cualquier vía, se le abren las puertas de par en par, como a un héroe. Tanto igualitarismo en tiempos de tanta escasez puede explicar muchas de las deserciones de profesionales cubanos. Con ellas se fabrican siempre informaciones sobre la "crisis política" de Cuba: falta de libertad. La razón esencial es económica: exceso de equidad.
Entre los cientos de miles de profesionales formados por la Revolución, los desertores son excepción, aunque sean noticia. Noticias de más amplia primera plana debían ser los que se quedan. Eminencias médicas y científicas que circulan en bicicleta, apenas desayunan y trabajan anónimamente quince horas diarias para descubrir vías, fórmulas, tecnologías que permitan a su patria aprovechar mejor sus escasos recursos, despegar y vencer así todos los bloqueos del mundo. "Nuestra mayor victoria no será que los yanquis levanten el bloqueo, sino que nosotros mismos sepamos vencerlo", dicen.
Son más éstos que los otros. Son más los cubanos anónimos que resisten a diario libretas, filas y dificultades que los que piden "asilo", se quedan en un aeropuerto o se montan en una lancha o en una llanta y atraviesan el estrecho de la Florida buscando en el paraíso de Miami la libertad de ser millonarios, narcotraficantes o mendigos. Es más heroico el día a día en la Cuba de hoy que la aventura de los "balseros". Los cubanos, como todo el mundo, quieren vivir mejor. Lo que sucede es que la mayoría de los cubanos no quieren esto a cualquier precio.
Una sociedad cimentada en el nacionalismo
Dicen que la soberanía nacional es un concepto obsoleto, una anticualla de esa historia a la que algunos le pusieron "fin". En Cuba, el nacionalismo, la defensa de la soberanía y la dignidad nacional, el orgullo nacional, no sólo están vigentes, son otra clave que está en la base de la estabilidad social y del apoyo mayoritario a la Revolución, expresado recientemente con los votos.
La Revolución cubana es tan socialista como nacionalista. Y el rescate de la soberanía nacional está a la par de la justicia social como su principal logro. Es un nacionalismo que defiende al socialismo, porque es exactamente contrario al que prevalecía en los países socialistas europeos. El sentimiento antimperialista, anti-USA, de los cubanos, los empuja al socialismo, mientras que el sentimiento anti-URSS de los polacos, checos o húngaros los apartaba del socialismo. La identificación que hoy hacen los cubanos de patria-Revolución-socialismo refleja, más que un desgastado empecinamiento ideológico, una convicción que nace de la propia historia de Cuba. El socialismo cubano tiene raíces nacionales, aunque los tiempos de la guerra fría las ocultaran, aún para algunos cubanos.
Ciudadanos de una nación
Antes de que existiera la URSS y Lenin hubiera nacido, los Estados Unidos ambicionaban anexionar la isla de Cuba a su territorio. La lucha patriótica de José Martí fue tanto para liberar a Cuba de España como para preservarla de esta catástrofe. La primera guerra imperialista de los Estados Unidos se libró en territorio cubano.
Estados Unidos combatió contra España a finales del siglo XIX para ganarse a Cuba ganando la guerra. Fidel Castro no había nacido y ya la nación cubana se estaba definiendo en oposición a las pretensiones de la nación del Norte. La Revolución cubana, iniciada apenas 50 años después de que Cuba se independizara de España, buscaba una independencia pendiente todavía: ser nación y no apéndice de los Estados Unidos. Sólo 110 kilómetros cuadrados del territorio cubano - los de la base naval de Guantánamo - son el vestigio que aún queda de aquel pasado.
Los cubanos tienen una clara conciencia colectiva, el sentido de ser ciudadanos de una nación. En los países de América Latina ese sentimiento está tan devaluado como las monedas o los partidos políticos. Los proyectos neoliberales, diseñados sólo para beneficiar a una minoría, cada vez menos nacional en sus intereses y en sus estilos de vida, están matando el sentido ciudadano, la conciencia de ser parte de algo mayor. Los neoliberales tienen sus cuentas en Estados Unidos, estudiaron en universidades norteamericanas y envían a sus hijos a estudiar allá, son socios de empresas transnacionales norteamericanas. Piensan sus países "en inglés". Lo "nacional" va quedando reducido al plato típico, al folklore y a la bandera que ondea en los eventos deportivos. Se van difuminando proyectos nacionales con los que las mayorías de nuestros pueblos se identifiquen.
En Cuba no es así. La Revolución es un proyecto. Y ha tejido una organización y una unidad tan fuertes que lo que sucede, lo que se logra, lo que no se alcanza, aciertos y fracasos, son sentidos como responsabilidad de todos.
Los cubanos hablan del período especial en primera persona del plural, en un "nosotros" en el que se comprometen todos. Esta sicología social da estabilidad y da grandes márgenes de gobernabilidad. Permite a los cubanos enfrentar esta crisis. ¿Con heroísmo? ¿Con paciencia? ¿Con fatalista resignación? ¿Con confianza y esperanza de que habrá luz al final del túnel?
¿Cuál pluralismo?
Periódicamente, el gobierno hace encuestas para conocer el estado de la opinión pública ante la crisis, pero fiel a un estilo secretista de más de 30 años, maneja esto ultra-compartimentadamente y aun funcionarios de cierto nivel desconocen los resultados . Con ésta - como con otras fuentes de debate - no se produce debate. Hay materia prima, pero esta "fábrica" está cerrada.
Queriendo defender la unidad casi monolítica que se ha logrado, se teme dar pasos hacia un debate que, si bien podría abrir grietas, también podría hacer más madura la unidad nacional. "Es peligroso abrir el debate cuando la mesa esta vacía", opinan unos. "Pero la mesa no está vacía sólo por el bloqueo o porque se acabaron los soviéticos, sino por nuestros fallos y por nuestras resistencias al cambio y eso hay que debatirlo también, para que llenemos la mesa", opinan otros. El caso es que la cultura del debate sigue siendo un déficit de la democracia cubana.
"El pluralismo que necesitamos no es el que nos recetan, el del montón de partidos, sino el del debate pluralista dentro del partido de la Revolución. Necesitamos más pluralismo en la discusión de base de la gente organizada en la Revolución y más debate en los medios de comunicación. Y hay mucho que debatir. Porque dentro de la Revolución hay ideas diferentes sobre los temas polémicos", me dice un sindicalista. Y añade: "Y tampoco basta debatir en la Asamblea Nacional. Por más representatividad que tengan estos nuevos diputados, el debate debe ser amplio, público, debe debatir la sociedad. Aunque muchos digan boberías. Por ahí se empieza".
En Cuba se justifica la existencia de un solo partido, el Partido Comunista, más que por principios doctrinarios, por nacionalismo, por la necesaria unidad que requiere la nación para enfrentar las pretensiones de los Estados Unidos. Esta justificación, histórica y real, de la necesaria unidad, se ha aplicado después estrechamente a otros aspectos. Y la riqueza ideológica de ese único partido se ha expresado en blanco y negro. Faltan los colores.
El expediente de Fidel Castro
El especialísimo liderazgo de Fidel Castro tiene que ver tanto con la unidad lograda, que defiende a la nación, como con el temor a romperla con un debate abierto. Detrás de esa unidad está Fidel, delante de ese "blanco y negro" está el personal estilo de Fidel. Fidel es el símbolo indiscutido de la nación, de su orgullo y dignidad, dentro y fuera de Cuba. Sus decisiones y su modo de conducción han marcado poderosamente a la Revolución cubana. Y aunque naturalmente el período especial ha erosionado su liderazgo, éste se mantiene indiscutidamente. El resultado de las elecciones es la prueba más reciente.
"La práctica me ha demostrado que a pesar mío, sin mí, conmigo en la oposición o fuera de ella, Fidel es el dirigente máximo y por lo tanto, no voy a discutir su legitimidad", declaró en junio la poetisa María Elena Cruz Varela, al salir de la cárcel, en donde estuvo año y medio, acusada de asociación ilegal, y a quien la oposición cubana en el exilio enarboló todo ese tiempo como su bandera ideal: mujer-madre-poeta-disidente, víctima del totalitarismo. Ahora estos políticos están desconcertados con éstas y otras declaraciones de quien al ser liberada les ha reclamado por tanta manipulación.
Fidel Castro ha sido el centro indiscutido de atención de las tres Cumbres Iberoamericanas (Guadalajara, Madrid, Salvador de Bahía) y lo es de cualquier evento internacional en el que se presente. No es un fenómeno gratuito. Es mucho lo que este hombre ha hecho y mucho lo que sabe decir. Siempre es estrella, porque tiene luz propia.
Los cubanos hablan hoy de la terquedad de Fidel, pero ni ahora ni antes han hablado nunca de corrupción, de oportunismo, de charlatanería. Fidel Castro sigue siendo el dirigente más alejado de la politiquería que uno pueda imaginar en nuestro espacio latinoamericano y en estos tiempos. Sigue brillando como ejemplo vivo de la política entendida como servicio, dedicación al pueblo, responsabilidad, trabajo sin descanso, inteligencia y voluntad.
¿Qué estadista o político latinoamericano tiene hoy un expediente así?
"¿Las generaciones jóvenes no lo ven ya como a un abuelo?", pregunto a un cubano de edad intermedia. "Tal vez sí - responde -, pero eso no es negativo, aquí el abuelo tiene autoridad e inspira respeto. Tener 67 años no lo descalifica. Y los muchachos confían en él. Conocen la historia, saben que Fidel ha sabido salir adelante en todas las crisis".
Siempre, el gobierno de Estados Unidos y los dirigentes de la oposición cubana en el exilio han dirigido contra Fidel Castro todas sus baterías. Con ello no hacen sino reconocer el peso de su liderazgo y terminan fortaleciéndolo aún más entre los cubanos de la isla. Hoy esta tendencia se ha acentuado exageradamente y proliferan biografías de Castro que predicen su "oscuro fin" en el brillante "fin de la historia".
Con un planteamiento sostenido, exigen gringos y cubanos anexionistas el retiro de Castro del poder para "solucionar" los problemas cubanos. Pero cualquier observador mínimamente objetivo sabe que esto es un absurdo político, porque la autoridad moral de Fidel Castro es indispensable para hacer viable cualquier cambio en Cuba.
¿Alternativa a Fidel?
Ha sido un error que durante tantos años Fidel Castro haya sido la única voz y casi el único rostro de la Revolución cubana. Y aunque la toma de decisiones en el gobierno cubano es colectiva, la mayoría de los cubanos no conoce ni sabe ni ve dónde o cómo se comparten las responsabilidades. Dentro y fuera de Cuba victorias y derrotas se le achacan a Fidel por este monopolio de imagen.
No ha habido otro rostro que el de Fidel dentro de Cuba. Y los opositores en el exilio no tienen ningún rostro para los cubanos de la isla. El más acaudalado de ellos, el que más bulla hace, Jorge Mas Canosa, amigo personal de la familia Bush y bien conocido en Florida por las actividades, limpias y sucias, de la Fundación que dirige, es un perfecto desconocido dentro de Cuba, al que nadie concedería un átomo de credibilidad política. La fuerza y el dinero norteamericanos hicieron fuerte y dieron vida a la oposición cubana en el exilio. Hoy, algunos sectores de estos exilados han amasado ya verdaderas fortunas y tienen sus propios espacios en la política de Estados Unidos. Pero, dentro de Cuba siguen siendo anónimos, sin prestigio ni influencia. Quienes en las tribunas internacionales critican a Castro, conocen perfectamente la falta de representatividad de esta "oposición".
La verdad es que no existe alternativa al liderazgo de Fidel, persona-símbolo vinculada a la identidad nacional.
Por eso, si la alternativa política a este símbolo histórico existe, sólo puede estar dentro de Cuba y de la Revolución.
Carlos Lage: un rostro nuevo
La Revolución tiene preparado el relevo. Fidel también. Después de las elecciones dijo, en una entrevista a una cadena de TV norteamericana, que "estaba cansado" y que en las próximas elecciones, que serán dentro de 5 años, consideraría su retiro.
Cada vez hablan más y aparecen más en público nuevas figuras, que no son ya las "históricas", las de los tiempos del Moncada o de la Sierra Maestra. Los rostros más presentes en este momento son el de Roberto Robaina,
que de dirigente de la Juventud Comunista pasó a Canciller. El de Ricardo Alarcón, que de Canciller fue elegido para dirigir la nueva Asamblea Nacional. El de Abel Prieto, que de escritor ha llegado a integrar el equipo de las máximas autoridades nacionales. Y especialmente, el de Carlos Lage, un pediatra de 41 años, que fue dirigente de la Juventud y médico en Etiopía y tiene hoy la responsabilidad de timonear los complejos cambios económicos que a diario desafían a Cuba. También le toca explicarlos al pueblo cubano. Es un buen comunicador, cae bien y lo que dice es creíble. "Nuestros problemas son económicos, no políticos. Aplicarle cambios políticos a nuestros problemas económicos es como tratar con aspirina un mal de estómago, con el peligro de producir gastritis y agravar los problemas" , dijo recientemente en una entrevista.
Bienvenidos, inversores extranjeros
A Carlos Lage le toca lidiar con los inversores extranjeros que se acercan a Cuba, motivados por múltiples intereses y por la atractiva Ley de Inversiones aprobada en 1982, pero aplicada ampliamente cuando se inició la crisis. La inversión extranjera ve en Cuba un país estable, con una población trabajadora saludable, culta y muy bien preparada y con una infraestructura que otros países no tienen. Cuba ve en los inversores la única posibilidad de poner en marcha fábricas e instalaciones ociosas o no competitivas por falta de capital, materias primas, tecnologías avanzadas o mercados.
El período especial ha puesto al desnudo la falta de armonía del modelo de desarrollo cubano, muy dependiente de modelos socialistas que se concebían inalterables y perfectos. No sólo es la falta de petróleo. En 30 años Cuba no logró garantizar su autosuficiencia alimentaria. Menos del 40% de la tierra agrícola se dedica al consumo nacional. Y aunque, como le gusta repetir a Fidel Castro, el azúcar, las naranjas y las toronjas que Cuba exportaba a la Europa socialista representaban alimento para 40 millones de personas, los 11 millones de cubanos no tenían asegurados los alimentos básicos dentro de su propio territorio. En 1989, en vísperas de que los muros se vinieran abajo, el 57% de las proteínas consumidas por los cubanos y el 51% de las calorías eran importadas. Por eso, el período especial afecta tan seriamente la dieta diaria. En variedad y en cantidad. Es raro quien hoy en Cuba puede hacer los "tres tiempos" de comida. Y es más raro el que no esté harto de lo cansona que es esa escasa dieta.
La apertura a la inversión extranjera - hoy primordialmente inversión de naciones o de empresarios capitalistas -, pretende superar las desarmonías del modelo anterior. Es un mecanismo clave del ajuste económico cubano.
Empresas mixtas - en las que el capital extranjero puede llegar hasta al 100% -, asociaciones cooperadas, inversiones parciales en comercialización y mercadeo, etc. Las fórmulas son muy variadas.
Como el resto de los gobiernos latinoamericanos, el de Cuba promueve la inversión extranjera, pero Cuba no está "vendiéndose" al capital foráneo o entregando su mano de obra para convertir la isla en una gran maquila. La fundamental diferencia con América Latina la hace el hecho de que al inversor extranjero las reglas de juego se las pone un Estado fuerte y con vocación nacionalista y popular, ateo ante ese nuevo dios del libre mercado que adoran los neoliberales. Son reglas de juego atractivas para el inversor - en ganancias, en impuestos, en colaboración - pero que hasta ahora no ponen en juego la soberanía económica de la nación, que se reserva el control de las áreas estratégicas y el diseño global de su modelo de desarrollo.
La inversión extranjera se inició y ha crecido especialmente en el área turística. Desde 1990 toca otros terrenos.
Hasta el momento, las inversiones extranjeras en la producción son todas para bienes exportables, lo que deja ganancias a la economía estatal. Los inversionistas no se relacionan aún con el mercado interno. Cuba da preferencia a los capitales latinoamericanos, buscando acelerar la necesaria integración del continente.
Las inversiones crecen, aunque lentamente. Las frena el bloqueo norteamericano. "De cada diez gentes que quieren hacer operaciones con nosotros, a nueve los desalientan", dijo a la prensa Fidel Castro hace unos meses, ya con Clinton en el poder. También hace lento el proceso la misma dirección económica de la Revolución, por sus rezagos burocráticos y porque busca actuar con tanta audacia como cautela. No quieren introducir caballitos de Troya capitalistas en el paisaje socialista.
Pequeña gran potencia
En todos estos años Cuba supo labrarse la imagen de una "pequeña gran potencia". Imagen nacida de la realidad.
En varios terrenos - el médico, el deportivo, el militar, el diplomático - Cuba hablaba en voz alta y clara en nombre de los países empobrecidos del Tercer Mundo. Cuba era una nación con la que había que contar. En América Latina - de la que Estados Unidos alejó a Cuba al expulsarla de la OEA -, Cuba ejerció también esa política de pequeña gran potencia, apoyando movimientos de liberación, acogiendo exiliados, organizando eventos y reuniones, asistiendo en desastres naturales, abanderando las batallas contra la deuda externa. Entre todos los países del Sur, Cuba fue no una pequeña sino una grandísima potencia de la solidaridad. Ninguna nación ha sido más generosa con las demás naciones que la pequeña Cuba socialista.
En el terreno internacional era imprescindible a Cuba esta política de pequeña gran potencia, porque controlando Estados Unidos tantos foros y mecanismos donde se litiga el caso cubano, la Revolución necesitaba - y aún necesita - "jugar" a potencia para que se la escuche. Hacia el interior de Cuba, esta lógica alimentó también el nacionalismo, el orgullo nacional. Cuba estaba bloqueada y sitiada, pero burlaba los cercos y sus deportistas asombraban en las Olimpíadas, sus tropas eran victoriosas en Angola , su voz era inclaudicable en la ONU y en los No-Alineados, sus prestigiosos médicos llegaban hasta el Yemen y su tecnología azucarera era la más desarrollada del mundo. Todo eso era alegría para los cubanos, que se sentían parte de ese ambicioso proyecto nacional.
El período especial cortó muchos sueños y también esas prepotencias que tienen las potencias, aunque sean chiquitas. Cuba sigue siendo vanguardia del Sur en muchos campos: hallazgos biotecnológicos, innovadoras vacunas y medicamentos, el deporte y esa voz siempre libre y digna en nombre del aún llamado Tercer Mundo.
Pero desaparecido el Este, la pequeña potencia del Sur necesita cada vez más de las grandes potencias del Norte.
El período especial, a la vez que desafía el sentimiento nacionalista - hay que resistir, no claudicar, no arrodillarnos - también lo hiere. La "potencia médica" recibe hoy donaciones de aspirinas y a los puertos cubanos llegan barcos de todo el mundo cargando lápices, ropa, leche en polvo, arroz... La falta de armonía del modelo de desarrollo cubano explica esta paradoja, que mueve a la solidaridad, pero no deja de producir perplejidad, también entre los solidarios. Porque aunque en Cuba no hay hambre sin o escasez coyuntural, la imagen que se transmite - que la misma Cuba transmite - es de hambre, de Numancia situada por hambre.
"No vamos de limosneros por el mundo", dijo firmemente digno Fidel Castro en la Cumbre Iberoamericana de Madrid de 1992. Todos los Presidentes habían alargado la mano pedigüeña en sus discursos. Pero de entonces a acá las cosas empeoraron en Cuba. No es el fracaso del socialismo, es todo a la vez. Con ocasión del devastador paso de la "tormenta del siglo", Cuba reunió al cuerpo diplomático para pedir ayuda a todos los países. Nunca antes lo había hecho en toda la historia de la Revolución. Hoy Cuba busca ayuda y no lo oculta.
"Para Cuba, brutalmente bloqueada, hostigada y amenazada, porque es pequeña, porque quiso la justicia, porque no se rinde, pido solidaridad a mis hermanos de América Latina", dijo igual de firme y de digno Fidel Castro en la reciente III Cumbre Iberoamericana.
UNA SOCIEDAD CONSTRUIDA A LA DEFENSIVA
Cuba es una isla pequeña a las puertas de una gran potencia que le es hostil. La sociedad cubana se abrió con la Revolución y también se cerró. Hoy está cohesionada por muchos mecanismos de defensa. Este andamiaje defensivo - que se expresa hasta en el mismo modo de hablar de los cubanos - también es factor de estabilidad social y de apoyo a la Revolución. Pero tiene doble filo este cuchillo.
La hostilidad de ocho gobiernos norteamericanos hacia Cuba ha tenido una amplia gama de expresiones: políticas, diplomáticas, militares, paramilitares, terroristas, en el campo de la comunicación... Se cuentan por docenas las crisis que han estallado en unas relaciones bilaterales que Estados Unidos rompió oficialmente a inicios de 1961.
Bloqueo: más destructivo y más absurdo
El embargo económico, comercial y financiero ha sido la expresión más permanente de esta hostilidad. Embargo bilateral que es bloqueo porque Estados Unidos ha intentado desde hace 32 años afectar también las relaciones de Cuba con otros países, otros mercados, otras instituciones. Y lo ha conseguido en diferentes momentos.
Bloqueo no significa solamente una o varias leyes o reglamentos. Es toda una red bien armada y consistente de medidas y actitudes que pretenden obstaculizar al máximo el desarrollo de Cuba. Al comienzo, acusándola de ser "cabeza de playa de la URSS". Ahora que no existe URSS, sin ningún argumento.
Desaparecido el campo socialista europeo, el bloqueo es un arma más destructiva y también más absurda: intenta impedir que Cuba integre con normalidad su economía con la de otros países capitalistas. El dogmatismo con el que Estados Unidos venera al libre mercado tiene una sola excepción, que no es la China socialista o el Vietnam socialista o la Corea socialista. Sólo Cuba.
"Durante la administración Bush la misión de entorpecer nuestra actividad económica fue jerarquizada como tarea de los embajadores, algo verdaderamente insólito y se puede decir hasta ridículo", dice Carlos Lage, que calcula que Cuba ha perdido en estos años a causa del bloqueo 40 mil millones de dólares. Porque ha tenido que importar de mercados más lejanos - encarecimiento de transporte y almacenamiento -. Porque ha tenido que exportar a mercados más lejanos - ídem -. Porque cualquier operación económica se complica y se encarece al tener que sortear las presiones que Estados Unidos ejerce sobre gobiernos y empresas o empresarios no norteamericanos. Por el turismo estadounidense al que no se permite visitar la isla. Por llamadas telefónicas USA-Cuba, también prohibidas. Porque Estados Unidos no permite filmar ninguna película en Cuba, aunque sea "Havana", de Robert Redford. Porque Estados Unidos no compra ningún producto a ningún país si lleva un solo gramo de níquel cubano. Porque las nuevas medicinas cubanas son bloqueadas en el mercado de los laboratorios transnacionales. Porque... El bloqueo ha transformado cualquier paso normal o nueva iniciativa de la economía cubana en una actividad conspirativa.
Aunque el levantamiento del bloqueo no solucionaría las ineficiencias de la economía cubana ni terminaría con los colosales desafíos de su ajuste ni pondría fin mecánicamente a su actual escasez de divisas o a sus abultadas deudas, sí representaría un cambio. "No se resolverían de una vez todos los problemas, pero se facilitaría mucho su solución. Sin producir una sola tonelada más de mercancías, obtendríamos cientos de millones de dólares adicionales cada año. Sin bloqueo tendríamos un problema menos del cual preocuparnos", explica Lage.
Relaciones normales con USA
La prioridad de la diplomacia cubana es hoy el levantamiento del bloqueo. También la solidaridad internacional con Cuba ha asumido esta prioridad. Denunciando el bloqueo Cuba gana espacio, gana tiempo y gana simpatías.
Y en la medida en que Cuba o los solidarios con Cuba resaltan la importancia del bloqueo - a veces simplistamente, como única explicación de la crisis -, en esa misma medida, la beligerante oposición cubana en el exilio lo apoya tenazmente y busca restarle importancia, señalando, aún más simplistamente que la crisis cubana no se debe a ningún bloqueo sino al fracaso universal del socialismo o más en concreto, a la mala gestión de un solo hombre, Fidel Castro.
Es un pulso político, donde ambas partes absolutizan. Un pulso creciente por el cambio que ya ha supuesto la llegada al poder de Clinton y los demócratas, menos condescendientes con las actividades terroristas de ese sector minoritario del exilio cubano que está en guerra con la Cuba revolucionaria. ¿Seguirá Estados Unidos aferrado al bloqueo por inercia política, perjudicando así los intereses económicos de sus corporaciones, forzadas a renunciar a tan buen mercado a sólo 90 millas? Aunque el bloqueo a Cuba es la huella más obsoleta y conocida que queda de la superada guerra fría, no es sencilla la respuesta a esta pregunta.
¿Cómo sienten los cubanos en Cuba este pulso internacional acerca del bloqueo? Porque conocen desde dentro los problemas de la burocracia insensible o negligente, la falta de eficiencia en la administración, en los servicios o en la distribución, porque vivieron el derroche o la falta de previsión o de racionalidad de los tiempos de las soviéticas "vacas gordas", no hacen del bloqueo la única explicación de sus actuales carencias. Y les duele conocer la complicidad de sectores cubanos de Miami con el bloqueo y con su reciente endurecimiento a través de la Ley Torricelli. Este dolor los cohesiona y fortalece aún más sus actitudes defensivas.
La mayoría de los cubanos, de dentro y de fuera de Cuba, quieren no sólo el fin del bloqueo, sino una distensión en la relación de Estados Unidos con Cuba. Eso les conviene a todos. Hay muchas familias divididas y una normalización permitiría viajar, hablar por teléfono o enviarse dinero o regalos, como hacen los emigrantes de otros países latinoamericanos con sus parientes que quedaron lejos.
Más que nadie y hoy más que nunca, es el gobierno de Cuba el que quiere normalizar sus relaciones con Estados Unidos. Para los cubanos, esto supone discutir todos los temas bilaterales "de igual a igual", cada nación según sus perspectivas e intereses. "Cuba desea dialogar y negociar muchas cosas con Estados Unidos - dice el Canciller Robaina - y la condición de ese diálogo es que sea sin condiciones". Antes y después de la guerra fría, el gobierno norteamericano no ha dejado de condicionar cualquier flexibilización de su hostilidad a un asunto de política interna de Cuba: que en la isla se establezca "la democracia".
¿Todos son "gusanos"?
No siempre el gobierno de Cuba ha sabido manejar bien su relación con los numerosos cubanos de Estados Unidos, que son más de un millón. El error básico hacia "la comunidad" ha sido una política no diferenciada, de "conmigo o contra mí", imponiendo a todos la misma etiqueta de "gusanos" y dando al tema un enfoque esencialmente policial. Eso sucede con los de Miami, pero también con los de cualquier parte del mundo. Ante el cubano que salió de Cuba, la Revolución ha extremado sus mecanismos de defensa y en vez de buscar cómo atraerlos los ha alejado más. No ha sabido la Revolución relacionarse con todo "ese cubaneo suelto" que hay por el mundo y que no se opone a la Revolución ni actúa contra ella, aunque mantiene diferencias. Con malos modos, tarifas impagables o burocracias se les complica cualquier paso que dan para acercarse de nuevo a su patria, por nostalgia, por curiosidad o por sincero interés. La necesidad de divisas que tiene la economía cubana modificará algo esta situación y el gobierno anunció notables facilidades para que los cubanos de Estados Unidos visiten la isla.
La ofensiva anti-cubana de la derecha es muy poderosa y ha creado imágenes negativas, casi indelebles. Cuba, fiel a su cultura defensiva, ha sido lenta y monotemática, en sus ofensivas propagandísticas hacia el exterior. Ha preferido atrincherarse. "Pero las trincheras sirven en lo militar, no en las batallas de imagen", comenta un periodista.
Ha carecido la Revolución de iniciativas más audaces en su trabajo internacional. Algunos piensan, por ejemplo, que se podía haber destacado a algunos de los muchos intelectuales que tiene Cuba a otros países para que viviendo allí, insertos en otra cultura, dieran a favor de la Revolución, más creativamente, esas batallas de imagen. No se hizo a su tiempo y ahora tal vez ya es tarde.
(continúa ...)
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