Sección: Estados Unidos de AméricaTítulo: El Trauma de Vietnam en la Política Exterior Norteamericana, por Natalia Restovich- Enlace 1 Texto del artículo:
Observatorio de Conflictos, Argentina
http://ar.geocities.com/obserflictos
“La justicia está representada por una buena señora
con una balanza en una mano y una espada en la otra.
Como la distancia entre Indochina y Francia es grande,
tan grande, que, cuando llega allá la balanza pierde
su equilibrio y los platillos se encuentran fundidos y
transformados en pipas de opio en botellas oficiales
de alcohol y no le queda a la pobre señora más que la
espada para golpear. Golpea incluso a los inocentes,
sobre todo a los inocentes”
(Ho Chi Minh “Artículos de prensa, 1922-1926”)
Vietnam: Antecedentes históricos de la barbarie. Una
huella imborrable en la mente de los norteamericanos
Para comenzar el debate sobre esta problemática, sería
conveniente e interesante preguntarse acerca del por
qué de la intervención de los norteamericanos en
Vietnam. Por qué los Estados Unidos iniciaron y
profundizaron tamaña aventura en el Sudeste asiático.
Inmediatamente surgen posibles respuestas: Después del
fracaso en Corea es seguro que la estrategia del
Pacífico debe haber sido un factor importante en las
decisiones norteamericanas, ya que la liberación de
los países de Indochina podía tener una influencia tal
en el Sudeste asiático que significara el repliegue
norteamericano hasta Hawai, es decir, al punto a que
llegaba su poder en el Pacífico antes de la Segunda
Guerra Mundial. Si se tiene en cuenta lo que los
Estados Unidos empeñaron entre 1940 y 1945 por ampliar
ese poder, y lo que el océano Pacífico representaba en
su estrategia mundial, se comprende que la “necesidad”
de estar en Asia fuera intrínseca a la voluntad de
dominación imperial.
La obsesión comunista, convertida en frenesí, fue otro
factor. Esta razón puede explicar la persistencia en
mantener en el poder a Ngo Dinh Diem sólo para premiar
su furia anticomunista.
Las riquezas del suelo vietnamita –entre ellas
reservas petroleras- no fueron tampoco ajenas a la
avidez imperialista. Y luego, la necesidad de imponer
al mundo el “derecho” de la gran potencia a dictar a
todos su ley, a hacer de su forma de vida “la” forma
de vida. En este sentido, es ilustrativo recordar lo
que declaraba John F. Kennedy como senador de
Massachusetts, en 1954: “Estoy convencido de que la
ayuda militar norteamericana, sea cual fuere su
amplitud, no puede aplastar a un enemigo que aparece
por todas partes y en ninguna parte está, un <enemigo
del pueblo> que cuenta con el apoyo y simpatía de todo
el pueblo...”[1]. El mismo que en 1961, como
presidente de los Estados Unidos, asumió ante el mundo
la responsabilidad de enviar tropas a Vietnam y
desatar la más terrible barbarie en ese pequeño país
asiático. Y todo ello con argumentaciones tan falaces,
utilizadas como supuesta justificación ideológica, las
cuales pretextaban la necesidad de defender al
gobierno de Diem de la ayuda en hombres y armas que
recibían sus opositores desde el Norte. A partir de
ese discurso de Kennedy el proceso adquirió una
aceleración visible. De igual modo la creación, el 20
de diciembre de 1960, del Frente de Liberación
Nacional de Vietnam del Sur como culminación de un
proceso político y militar, dio a las acciones un
carácter y unas fuerzas nuevas. Diem debió declarar el
estado de emergencia en octubre de 1961. En este año
también se pone en marcha el plan de Diem de
establecer miles de “aldeas estratégicas” en el delta
del Mekong, “infectado de comunistas”. Para ello se
cuenta, por supuesto, con el apoyo económico
norteamericano. Dichas aldeas conformaron verdaderos
campos de concentración, en los cuales se trató de
establecer el trabajo agrícola esclavo.
El segundo día del año 1963 se produce la primera gran
batalla de esta nueva fase de la guerra. En mayo del
mismo año se realiza la brutal represión, en Hué, de
una manifestación religiosa en conmemoración del
nacimiento de Buda. Este hecho da origen a una
verdadera sedición en todo el Sur. Un monje budista se
inmola, prendiéndose fuego frente a la embajada de
Camboya en Saigón, e iniciando, con su ejemplo, una
serie de sacrificios similares, que tuvieron una gran
repercusión internacional como denuncias de la real
situación en Vietnam del Sur. El gobierno de Diem
respondió acentuando la represión, y fuerzas
policiales y militares asaltaron y saquearon varias
pagodas budistas, incluida la de Xa Loi.
En el año 1965 se inicia la escalada contra la
población, con la abierta agresión a Vietnam del
Norte. A raíz del combate ocurrido en Pleiku, el 7 de
febrero, el presidente Johnson ordena ataques de
“represalia contra objetivos de Vietnam del Norte”. El
bombardeo constante de todo el país, sin
discriminación de la naturaleza de los blancos
–ciudades, aldeas, fábricas, escuelas, hospitales,
iglesias, caminos, plantaciones- se lleva a cabo con
una densidad que no se conocía hasta el momento en
ninguna guerra anterior.
Sin embargo, los costos de esta guerra ya se hacían
sentir no sólo en las finanzas del gran país del
norte, sino también en la opinión pública y hacia el
interior del propio ejército norteamericano. Con la
llamada rebelión de los soldados se inaugura un
período de fuertes enfrentamientos y amenazas entre la
oficialidad y los soldados norteamericanos, negándose
éstos a convertirse en “carnada humana” en los frentes
de combate. La estrategia del genial Giap de “guerra
de guerrillas” comenzó a desestabilizar al poderoso
invasor extranjero.
En los años siguientes -1966 y 1967- la opinión
pública mundial y sectores cada vez más amplios de la
opinión pública norteamericana empezaron a manifestar
en forma importante la indignación frente a lo que
estaba ocurriendo en el Sudeste asiático. Las
siguientes citas podrán ilustrar tal situación:
El 26 de enero de 1966 el Comité de Estado para la
ciencia y la técnica de Vietnam del Norte denunció que
“los agresores norteamericanos siguen arrojando en
gran escala gases y productos tóxicos, con objeto de
exterminar a la población civil y destruir los
cultivos y animales domésticos de Vietnam del Sur”.[2]
Pocos días después el Departamento de Estado
norteamericano informa que “se utilizan procedimientos
de defoliación y destrucción de cultivos en una zona
de 8.000 Ha sembradas, en Vietnam del Sur, a fin de
privar de recursos alimenticios al Vietcong”.[3]
El 26 de agosto de 1966 se produce un siniestro “error
de cálculo” de la aviación norteamericana, que
bombardea con napalm a sus propias tropas; ese “error”
no puede ser ocultado y provoca un verdadero escándalo
internacional. Esto, una vez más, no frena a los
dirigentes de la aventura. En octubre, la Cámara de
Representantes concede poderes especiales al
presidente Johnson, hasta el 30 de junio del '68, para
enrolar a 2 millones de reservistas sin necesidad de
proclamar el estado de emergencia nacional. Y en
diciembre del mismo año, al dejar Saigón, el arzobispo
de Nueva York, monseñor Spellman, declaró “toda
solución que no sea la victoria es inconcebible...
esta guerra la hacemos, según pienso, para defender la
civilización; Norteamérica es el buen samaritano de
todas las naciones”[4]
El 15 abril de 1967 miles de personas, encabezadas por
Martin Luther King, piden en Nueva York el cese de los
bombardeos en Vietnam y, a la semana siguiente, el
campeón mundial de box de peso máximo Cassius Clay, al
negarse a incorporarse al ejército (por lo cual pierde
su título), declara: “En ninguna circunstancia llevaré
el uniforme del ejército, ni viajaré 16.000 Km para ir
a asesinar, matar y quemar pobres gentes, únicamente
para contribuir a mantener el dominio de la esclavitud
de los amos blancos sobre los pueblos de color”[5];
Luther King invita a los jóvenes norteamericanos a
seguir ese ejemplo y a negarse a ir a la guerra.
El año ’67 fue el más terrible desde el inicio del
conflicto porque, mientras se seguía arrasando la
tierra y matando sin discriminación en Vietnam del
Sur, se bombardeaba constantemente el norte, habiendo
alcanzado los bombardeos hasta 10 millas al sur de la
frontera china.
“Vietnamización”: una retirada honorable
El año 1968 marca un punto de inflexión en la
contienda que se estaba llevando a cabo en Indochina,
puesto que dicho año empieza con un gran triunfo de
las fuerzas vietnamitas que, en la ofensiva del Tet,
llegan a tomar 30 capitales provinciales.
El 17 de enero, el presidente Johnson manifiesta
públicamente que la guerra en Vietnam cuesta a los
Estados Unidos 25.000 millones de dólares anuales, es
decir 70 millones de dólares por día. De esta forma,
el gobierno norteamericano limita el área a bombardear
al 10% del territorio de Vietnam del Norte, ocupado
por las provincias limítrofes con la zona
“desmilitarizada”.
En mayo del mismo año se inician en París las
conversaciones de paz entre delegaciones
norteamericanas y vietnamitas, reclamando estas
últimas la participación de representantes del Frente
de Liberación Nacional del Sur de Vietnam. Esta
reclamación tiene éxito y el 18 de enero del ’69 se
incorpora a la Conferencia de París la representación
del FNL.
Finalmente, el 8 de mayo de 1969 es presentado el Plan
de Diez Puntos de la delegación vietnamita, que
incluye la exigencia del retiro incondicional de las
tropas norteamericanas. El presidente Nixon responde
con el anuncio del retiro gradual de las tropas
estadounidenses, y el esbozo del proyecto de
“vietnamización” de la guerra. Esta “vietnamización”,
acompañada del aumento del apoyo en dinero y material
bélico al gobierno de Vietnam del Sur, y dentro de la
cual se incluyeron las invasiones a Camboya –abril de
1970- y a Laos –comienzos de 1971- no tiene claramente
nada que ver con un proceso de pacificación.
En 1970 Nixon reitera sus propósitos de
“vietnamización” de la guerra, anuncia que el número
de norteamericanos que se encuentran en Vietnam ha
sido reducido a 368.000 hombres, en tanto que los
gastos que consume esa guerra alcanzarán en el
presupuesto de ese año los 81.542 millones de
dólares. Las conversaciones de París languidecen o se
reaniman según las alternativas de la política
exterior de las grandes potencias, pero ponen en
constante evidencia ante el mundo que los
norteamericanos han perdido la guerra en Vietnam, y
que el problema había quedado reducido a encontrar la
fórmula que les permitiera salir del Sudeste asiático.
Muchos de los autores consultados confirman que la
intervención en Vietnam, por parte de Estados Unidos,
significó un grave error –al menos de cálculos-
promover la intervención directa en contra del
gobierno comunista no causó más que dolores de cabeza
al gigante del norte – sin contar los costos humanos
que, por supuesto, causaron gran conmoción.
Una clara línea ideológica y universalista guió la
decisión de intervención. Pero no podemos detenernos
sólo en estos presupuestos. Debemos rastrear la clave
del conflicto, es allí donde surge, precisamente, su
verdadero carácter. La contienda de Vietnam se trató
de un problema de nacionalismo, relacionado con el
pasado colonial. Aquí es donde Estados Unidos falló en
el diagnóstico, al creer que se trataba de una
agresión totalitaria. Por otra parte, puede que en su
origen hubiera factores económicos en juego, pero en
realidad Vietnam se convirtió en el catalizador de una
situación que tenía un trasfondo social y cultural.
Teniendo en cuenta la situación de la juventud
norteamericana (crecimiento de la población entre 18 y
24 años en un 50% - 25 millones de personas), y el
problema con el color de la piel. “En muchas
manifestaciones culturales encontramos la prueba de la
creciente distancia generacional, que lo era también
de credibilidad entre las generaciones”[6]. Dentro de
estas nuevas formas de expresión cultural encontramos
el movimiento “Black power”, la liberación sexual,
movimientos hippie y antibélicos, etc. Todos elementos
que ponían en jaque los fundamentos de la vida
norteamericana.
El máximo de polarización en el seno de la sociedad
norteamericana tradicional se produjo en el año 1968
cuando, “la TV supuso una interpretación nueva y
distinta de la guerra que ponía de manifiesto su
brutalidad y la identificación de los Estados Unidos
con causas que nada tenían de democráticas”[7]
Para 1973, después de haber intentado vanamente
aplastar la guerrilla del Vietcong, con duros e
indiscriminados bombardeos –como actualmente en Irak-
las tropas norteamericanas abandonaron el país urgidos
por la creciente oposición de gran parte de su pueblo.
Irak: La reproducción de los errores del pasado. Sus
consecuencias
Al igual que aconteció en Vietnam, lo que está
sucediendo en Irak tiene que ver, fundamentalmente,
con patriotismo y nacionalismo.
La estrategia de guerra de guerrillas contra lo que se
consideró una inevitable invasión estadounidense ha
sido perfeccionada en Irak durante muchos años. Su
maestro fue el legendario Vo Nguyen Giap, el general
vietnamita que coordinó las victorias contra el
colonialismo francés y la intromisión estadounidense.
Además, la población iraquí siempre ha realizado un
análisis histórico de los acontecimientos –lo mismo
que los vietnamitas. “Desde el principio <del
conflicto> la “liberación” del pueblo iraquí por los
Estados Unidos fue vista dentro de muchos sectores de
Irak como una guerra de liberación nacional, una
“guerra popular” en el sentido de Giap, contra un
agresor imperialista”[8]. La misma estrategia está
siendo aplicada ahora por la serie de grupos que
constituyen la resistencia nacional iraquí. El
objetivo siempre es acosar, atollar y desmoralizar a
un ejército inmensamente superior. Giap escribió que
“se deben crear las condiciones para atacar al enemigo
con todos los medios apropiados”, “las fuerzas
revolucionarias deberán estar coordinadas en el campo:
hoy esto quiere decir ataques tanto en Bagdad como en
el cinturón sunní (propagándose hacia el sur
chií)”[9].
El paso siguiente de la resistencia iraquí sería,
aplicando a Giap, “combinar las fuerzas armadas con
las fuerzas políticas, insurrección armada con guerra
revolucionaria”[10] Giap explica que los
norteamericanos y el gobierno títere de Vietnam del
Sur estaban respaldados “por una máquina brutal de
represión y coerción, aplicando contra la población
una política fascista de barbarie”. Así exactamente es
como ve la población iraquí actuar a los soldados
norteamericanos. Contra la “máquina de represión”
,Giap recomienda “guerrillas y milicias de auto
defensa en zonas estratégicas” –exactamente la manera
como ha estado actuando la resistencia iraquí.
Si los Estados Unidos llegaran a permanecer en Irak
unos años más –como el Pentágono y la Casa Blanca
desearían- sólo cabría una pregunta: ¿cuántas bolsas
de cadáveres necesita el público estadounidense para
exigir una urgente retirada?
La guerra popular se está volviendo más brava,
conforme pasan los meses. En Vietnam, la resistencia
fue organizada por el Partido; en Irak, es organizada
por las tribus. Quizá en este elemento
desestabilizador del escenario bélico tradicional
–simple pero eficaz- hallemos la clave del éxito del
pequeño país asiático. Los llamados muyahidines
sunníes iraquíes pueden contar con la complicidad de
la población local, lo mismo que en Vietnam. Todo se
está convirtiendo en una “guerra popular” en el
sentido que la gente de los vecindarios sabrá quien
organizó un ataque, pero obviamente no se lo dirán a
los invasores.
Giap escribió también que la resistencia debería
“aplastar al maquiavélico diseño del imperialismo de
enfrentar a vietnamitas contra vietnamitas, de
alimentar la guerra con la guerra”[11]. Los
norteamericanos están cometiendo el mismo error en
Irak. Los Estados Unidos entraron en Vietnam, entre
otras cosas, para enfatizar su credibilidad simbólica
y para presumir de su tecnología militar; en Irak, la
demostración fue ciertamente poderosa, no así su
credibilidad simbólica que, prácticamente, ha quedado
reducida a cenizas.
En Vietnam, el gobierno de los Estados Unidos quiso
hacer una demostración de cómo aplastar a los
regímenes nacionalistas revolucionarios de lo que
peyorativamente denominó “Tercer Mundo”. Falló
miserablemente. En Irak, pretendió presumir de cómo
“corregir” a los antiguos regímenes cliente que fueron
por mal camino. Vuelve a fallar, puesto que se
encuentran maduras las condiciones para una guerra
popular que, finalmente, podría llevar al poder a otro
régimen nacionalista revolucionario.
La idea del número dos del Pentágono, Paul Wolfowitz,
de un orden político y económico en Irak, es similar a
lo que Estados Unidos quería en Vietnam del Sur –y
semejante a lo que Estados Unidos estuvo forzado a
hacer por todas partes del Tercer Mundo en los años
’50 y ’60.
En Vietnam, la milicia norteamericana pudo haber
tenido el poder y el control del gobierno títere –el
de Vietnam del Sur, pero no supieron crear un sistema
político, económico e ideológico viable capaz de
contrarrestar la revolución vietnamita. Esto significa
que la derrota no militar de Norteamérica fue todavía
más crucial y decisiva que su propio callejón sin
salida militar.
En Irak, como en Vietnam, los Estado Unidos han
instalado, de facto, un sistema militar. Este sistema
militar estará controlando la estructura política, y
más crucialmente, como Asia Times Online ha demostrado
ya, el nuevo orden económico subvencionado
estadounidense.
En Vietnam los Estados Unidos no fueron capaces de
traducir su impresionante potencia de fuego en ningún
tipo de instancia política. Los veteranos de Hanoi nos
informan hoy que, al bombardear Vietnam a mansalva,
los Estados Unidos provocaron un trauma económico y
psicológico casi intolerable: Estados Unidos nunca
podría ganar los corazones y las mentes de esta
manera. Y luego se refieren a Irak, destacando que el
Pentágono aún no ha aprendido una lección muy
importante: simplemente no puede entrometerse en una
sociedad compleja sin causar terribles conmociones
sociales, que finalmente llevan al desplome de
cualquier régimen títere.
Lo que resta por preguntarnos es ¿se estará tratando
de otro error histórico de los gobiernos
norteamericanos, empeñados en sacrificar miles de
vidas humanas en conflictos que la sociedad nunca
podrá entender?
Reflexiones finales
Los paralelos entre Vietnam e Irak no se dan tanto
por la situación en dichos países –después de todo
sería difícil comparar a Ho Chi Mihn con Saddam
Hussein, o la naturaleza de ambos conflictos-, sino en
la mentalidad que existe en la Casa Blanca. “Existe
una tendencia inequívoca en Bush y sus consejeros a
construir un mundo de acuerdo con su posición
ideológica, ignorando aquellos hechos inconvenientes
que podrían arruinar dicho esquema. En realidad, ellos
están creando y operando dentro de una “burbuja”” [12]
No importa cuán problemática se vuelva la situación en
Irak, los funcionarios estadounidenses no parecen
dispuestos al consenso, y mucho menos a reconocer sus
errores. De igual forma, no está claro cómo Bush
piensa reconciliar sus ambiciosos fines de
“democratizar” el Medio Oriente –que es un
planteamiento a largo plazo, cuando no imposible- con
la transferencia de poder a la población iraquí.
Antes como ahora, los Estados Unidos debieron apelar a
las “justificaciones ideológicas” como instrumento de
dominación. En ambos casos los “justificativos”
tuvieron que ver con la defensa del mundo occidental y
cristiano; en contra de la expansión del comunismo, en
la contienda vietnamita, y en una lucha contra el
terrorismo, en el caso de Medio Oriente. Siempre el
enemigo es ese “otro” al que se desea eliminar. Aún
cuando se trata de argumentaciones tan absurdas como
hablar de la amenaza al mundo occidental, o de
“brindar” las ventajas de la civilización occidental y
cristiana a pueblos que se civilizaron antes que
occidente y adoptaron, antes de la era cristiana,
formas de vida y pensamiento a los que no parecen
dispuestos a renunciar.
Pero, además, tanto la guerra de Vietnam como la que
se desató en Irak, comportaron características de
guerras raciales. Por las mismas razones que hicieron
que, en 1945, la bomba atómica se arrojara en
Hiroshima, en el Japón, mientras nadie dudaba de la
imposibilidad de que hubiera sido arrojada en Europa,
precisamente por ser “occidentales” y blancos.
Imbuidos de la absurda creencia de que unos pocos
países del hemisferio norte constituyen el centro del
mundo, mientras el resto constituimos la periferia, en
Vietnam y en Irak, que también son países asiáticos,
pueden hacerse la guerra química, usar gases tóxicos,
defoliantes, armas “experimentales” de mayor poder
mortífero contra conglomerados civiles, etc.
Cuando a un prisionero se le corta la cabeza –contra
todas las leyes de la civilización occidental- pueden
tomarse fotografías y ser exhibidas con la condición
de que la cabeza cortada sea “de color”. El poderío de
los Estados Unidos es inmenso. Pero el mundo es
redondo, y no tiene su centro en Washington y cada vez
son más los que lo saben.
La llamada civilización occidental y cristiana ha dado
hermosos frutos culturales de los que la humanidad
tiene derecho a enorgullecerse, y también otros mucho
menos hermosos que se traducen en la inicua
repartición de la riqueza, en la enfermedad, el
hambre, la ignorancia y la miseria de los más sobre
las que se sustenta la opulencia satisfecha de los
menos. En todo caso, es una civilización y no la
única, tanto más condenada a desaparecer cuanto más
sus gendarmes se empecinen en imponerla a los pueblos
decididos a no abdicar de su derecho a la
autodeterminación.
Bibliografía
Escobar, José, “Porque las lecciones de Vietnam
importan”, en
www.atimes.com/atimes/Middle_East/EH20AK04.html,
Powered by Altermedia
Garrido, Francisco, “De la invención a la
construcción del enemigo: La guerra contra Irak y la
hegemonía absoluta”, en www.ifs.csic.es/foro/Pena1.pdf
(profesor de Filosofía moral y Política en la
Universidad de Jaén)
Geier, Joel, “Vietnam: La rebelión de los soldados”,
en International Socialist Review, Issue 09, Fall,
1999.
Ho Chi Minh “Artículos de prensa 1922-1926. La
cuestión nacional y la cuestión colonial”, en
Selección de escritos políticos, Ediciones La Rosa
Blindada, Buenos Aires, pp.251-275
Ratto, Cora, “Vietnam: El pueblo y la guerra”, en
Transformaciones, n°3, agosto 1971, pp.85-112
Ricciuti, Claudio Alberto, “Ghost, la sombra del
odio”, en
www.tiempofueguino.com.ar/main/modules.php=1964
Shifter, Michel, “El poder de la arrogancia”, en www.
Thedialogue.org/publications/oped/dec03/shifter_122003.asp
--------------------------------------------------------------------------------
[1] RATTO, C, “El pueblo y la guerra”, en
Transformaciones, N°3, agosto 1971, p. 86
[2] Idem, p. 90
[3] Ibidem
[4] Idem, p. 92
[5] Idem, p. 93
[6] RICCIUTI, C, “Ghost, la sombra del odio”, en
www.tiempofueguino.com.ar/main/modules.php=1964
[7] Idem
[8] ESCOBAR,P, “Porqué las lecciones de Vietnam
importan”, en www.
Atimes.com/atimes/Middle.East/EH20AK04.html –Powered
by Altermedia
[9] Idem
[10] Idem
[11] Idem
[12] SHIFTER, M, “El poder de la arrogancia”, en
www.thedialogue.org/publications/oped/dec03/shifter_122003.asp
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