Secciones: Literatura y otras Artes - Ciencia - CineTítulo: Fallece Stanslaw Lem, autor polaco de ciencia ficción - Artículo de Pedro y otro Regiones sobre el soviético Andrei Tarkovski, autor de Solaris- Enlace 1 Texto del artículo:
La vida acaba de cesar en el cuerpo de Lem, un escritor que me ha hecho pasar muchas horas deliciosas. Recuerdo a un militante del PECEPUNTO, lo que luego fue el PCPE, que en 1983 me aseguró que no le gustaba nada. Supongo que el cuento de los balduros y badubinos, que se desarrolla en el Planeta Pinta debe tener algo que ver con ello. Te lo cuento.
Se trata de una historia en la que un viajero estelar terrícola que va en busca de un sublime filósofo de fama interplanetaria es detenido por agentes de la Libre Pecicía de Pinta, que gorgoteaban dentro de sus escafandras debido a que las llevaban llenas de agua ¿El cuerpo del delito? Una lata de sardinas en aceite en poder del sospechoso espión extranjero. Así las cosas, es detenido y puesto luego en libertad. Pinta es un planeta inundado hasta tal extremo que sus habitantes tienen que andar de puntillas para poder respirar, y los más mayores tienen las extremidades horriblemente retorcidas debido al reuma. Por lo visto aquel mundo había padecido una horrible sequía, y para combatirla se dispuso un enorme plan de riegos que acabó descontrolándose. La burocracia hidráulica afirmó que la situación de inundación era deseada y normal, pues el objetivo consistía en transformar a los pintianos en seres anfibios, conocidos como balduros y badubinos, cuya aparición era inevitable según la Teoría de la Evolución Persuasiva, ideología oficial del planeta, que la mencionada Libre Pecicía pintiana hacía observar con notable celo… Tras muchas peripecias, el viajero huyó a nado hasta su cohete y despegó, pues en Pinta, para acelerar la baldurización, se elevó la profundidad del agua a petición popular en medio hondito, de forma que los bajitos desaparecieron y los demás daban saltos subrepticios para tomar aire, una práctica tan ilegal como llevar los niños a hombros.
Lem dejó de escribir aproximadamente a comienzos de los 70. Su obra posterior es escasa, y que yo sepa su último escrito fue un artículo titulado “La conspiración contra la inteligencia”. Su muerte me ha vuelto a traer un pensamiento que me persigue con creciente insistencia desde hace años, y es la caída general de la calidad del arte. No me refiero a comparar la literatura con la prolífica obra de los años 20, con Graves, Aub y gente de semejante talla y sentido fino del humor… Me refiero a una comparación de la literatura de masas de los 50, 60 o 70 con la actual. Es cierto que Tellado y Lafuente Estefanía ya no tienen gran predicamento, pero en nuestros días nadie pensaría en vender en edición de bolsillo cosas como Kaputt. La mala fantasía, la mala novela histórica y los cuentos de conspiraciones absurdas y destartaladas son el pan nuestro de cada día en el metro. Es claro, bromas aparte, que los humanos no hemos perdido inteligencia y que nuestros tiempos no son ni más ni menos corruptos y violentos que cualesquiera otros. Lo siento por los que gusten de arrojar ceniza sobre la cabeza ¿Qué lleva a un público que lee cada vez más y que gasta su buen dinero en libros, a comprar y leer mala literatura? La respuesta solo puede ser una. Si Tellado y Lafuente Estefanía han sido sustituidos por Collen Macullough o D. Brown, y si nadie ha reemplazado a Malaparte o Lem, es precisamente porque el talento no se dirige, o lo hace cada vez menos, a la literatura de gran consumo. La prueba es que cuando una buena obra literaria adecuada al gran público se pone a la venta es un éxito, y ahí están Obabakoak o “El jinete polaco”. Hago una apuesta, y es que las ventas de nuevas obras de Brown se reducirán respecto de “El Código Da Vinci”. Si la mala literatura prolifera, es porque es más barata de producir y no requiere talento, no porque los lectores hayamos devenido en una banda de degenerados.
Pero aquí conviene hacer una advertencia que pienso habría realizado el finado. A fuerza de dar porquería, la gente puede acabar demandando porquería. La tele o la política son buenos ejemplos. Si se las han apañado para que demandemos mierda en esos ámbitos, que por estar fuera del control de los mortales son irrelevantes salvo como simple afición, algo de gran importancia como la literatura no está libre de tan horroroso destino ¿Puedes imaginarlo?
Las inclasificables obras de C. Vidal alcanzarán la categoría de sublimes cuando todo lo que haya a tu alcance sea como el Libro de Ana Rosa, cuando lo más de lo más y el paroxismo de la acción dramática sea como un duelo de Bono contra Trillo, cuando contengamos la respiración ante el deleitoso lenguaje del pasaje en el que Milá se mea en la ducha. Es pues posible que Lem tuviese razón. La Conspiración contra la Inteligencia, que persigue convertir a los humanos en una especie estúpida está en marcha y próxima a alcanzar el triunfo ¿Qué será de nosotros? Posiblemente la revolución será nuestra única esperanza. Si alguien está reclutando tropas para el Ejército de la República de las Letras que lo diga, porque me alisto ya.
Petronius Arbiter.
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Necrológicas de Stanslaw Lem:
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--- Cuba:
VARSOVIA.- Stanislaw Lem, autor de la obra de ciencia-ficción "Solaris" y otras del mismo género de las cuales vendió 27 millones de copias en todo el planeta traducidas a más de 40 lenguas, murió a los 84 años de una afección cardiaca.
"Solaris", un clásico del género, fue llevada al cine por el director ruso Andrei Tarkovski, en 1971, con Donatas Banionis en el papel principal, y en 2002, el estadounidense Steven Soderbergh hizo una segunda versión, protagonizada por George Clooney.
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--- ABC --
Muere Stanislaw Lem, el autor que hizo de la ciencia-ficción una fábula moral
El autor de «Solaris» y «Qatar» falleció ayer en la Clínica de Cardiología de Cracovia a la edad de 84 años, según informó su asistente personal, Wojciech Zemek
Muere Stanislaw Lem, el autor que hizo de la ciencia-ficción una fábula moral
ANDRÉS IBÁÑEZ
MADRID. Stanislaw Lem ha muerto. ¿Podríamos encontrar un abogado mejor para el denostado género de la ciencia ficción? La voz de Lem se establece ya claramente con la aparición del astronauta Ijon Tichy, cuyos innumerables viajes aparecen recogidos en «Diarios de las estrellas». «Viajes y Diarios de las estrellas». «Viajes y memorias», pero la era dorada de nuestro autor son los doce años que siguen al «Octubre polaco» de 1956, durante los cuales publicó cinco novelas de ciencia ficción, diez colecciones de cuentos, una obra de teatro de ciencia ficción, tres obras de teatro para la televisión y también importantes obras ensayísticas: «Diálogos», presentada como una «sociología cibernética» y «Summa technologiae» (1964), una de sus obras más ambiciosas y brillantes.
La «Summa technologiae»
La «Summa» de Lem investiga cuestiones hoy tan candentes como la inteligencia artificial, la ingeniería genética o la posibilidad de creación de «cyborgs», y está llena de términos maravillosos como «intelectrónica», «imitología», «teletaxación», «cerebromática» o «fantomología». Terminologías aparte, la «Summa» es una reflexión muy seria, y plantea, desde mi punto de vista, la cuestión central en el conocido debate sobre si es lícito o no manipular el código genético para lograr la «inmortalidad». «¿Cuál sería la característica principal de esta criatura tan longeva?», se pregunta Lem. «Porque la longevidad nunca puede ser un fin en sí misma. Ha de servir a un cierto propósito.»
Algunas de las obras de Lem son obras clásicas de ciencia ficción, como «El invencible», «Regreso de las estrellas», uno de sus libros más deliciosos, donde se describen bellísimos viajes interestelares, o «Solaris», uno de sus libros más profundos, que trata de un gran océano flotante que es un ser inteligente que intenta una comunicación con los seres humanos, una metáfora de nuestro propio planeta oceánico.
Otros, como «La investigación» o «La fiebre del heno», son obras de intriga con elementos de ciencia ficción. Otros, en fin, como «Vacío perfecto» o «Un valor imaginario», obras inclasificables en la tradición posmoderna de Jorge Luis Borges o Italo Calvino. El primero reúne una serie de críticas de libros imaginarios, y el segundo es una colección de prólogos de obras inexistentes, por ejemplo de una «Historia de la literatura bítica» (es decir, la literatura creada por entes no humanos) o de la «Extelopedia Vestrand», una enciclopedia de hechos futuros.
Stanislaw Lem, heredero de la tradición de humor negro de Swift, Voltaire o Kafka, defendió su literatura como una vía intermedia entre el moralismo banal de la ciencia ficción soviética y el exceso de tecnología y de maquinismo de la americana. Sus mejores libros son fábulas morales y poéticas sobre inteligencia y la identidad, el lugar del hombre en el cosmos y el futuro de nuestra civilización. Más allá de los géneros y de las clasificaciones limitadoras, son literatura, simplemente literatura, es decir poesía.
«Solaris» sigue allí
«El océano rara vez se repite», dice Kelvin refiriéndose al viviente planeta-océano de «Solaris». Porque es posible que Lem haya muerto, pero «Solaris» sigue allí, flotando en el vacío, creando formas, imágenes, criaturas imaginarias que son tan complejas, tan hermosas y tan sorprendentes como las reales.
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-- El Mundo --
Stanislaw Lem, el poeta del Cosmos
Actualizado martes 28/03/2006 16:53 (CET)
DAVID TORRES
El escritor polaco Stanislaw Lem, fallecido en Cracovia el 27 de marzo a los 84 años, era el último, o quizá el penúltimo, de una gloriosa estirpe, la de los grandes genios de la ciencia-ficción. Pero su figura se había agigantado con los años hasta convertirse en un referente absoluto de la literatura fantástica, de la talla de Calvino o Borges.
Al igual que ellos, Lem ha muerto sin el Nobel, pero eso es sólo una anécdota para alguien que, en algunos de sus libros, inauguró una extraña y bellísima poesía de la astrofísica. En otros, alumbró híbridos monstruosos a mitad de camino entre Swift y Kafka. En cierto modo puede decirse que si Wells es el Homero del género, entonces Lem es su Dante.
Su nacimiento en 1921 en Lvov (entonces Polonia, actualmente Ucrania) le marcó con todos los estigmas y maldiciones del siglo XX. Como judío y como polaco le tocó vivir el horror de la invasión alemana: abandonó sus estudios de Medicina y, junto a su familia, logró escapar del gueto mientras todos sus amigos de juventud terminaban sus días en los hornos de Belzec.
Durante la guerra trabajó como mecánico ("haciendo un poco de sabotaje —escribió con su peculiar humor— pues era un pésimo soldador") y en 1946 se trasladó a Cracovia, donde dos años más tarde terminó la carrera de Medicina. Ejerció de ginecólogo durante unos cuantos meses, mientras la zarpa helada del comunismo caía sobre Polonia en una larga y tediosa dictadura que se alargaría cuatro décadas.
Lem se inició en la narrativa con 'El hospital de la transfiguración' (1947), que narra la odisea de unos médicos polacos en un hospital para enfermos mentales ante la llegada inminente de las tropas nazis. Pero, quizá como reacción al clima fétido, ramplón y ceniciento del comunismo, Lem comenzó a hilar esa voz única que le convertiría en uno de los grandes maestros de la literatura europea.
Multidisciplinar
Entre 1959 y 1964 da a luz sus grandes novelas de madurez: 'Edén', 'Memorias encontradas en una bañera', 'Retorno de las estrellas', 'El invencible'. Leer cualquiera de ellas es descender a las entrañas de una inteligencia casi sobrehumana que aúna las disciplinas más dispares (psicología, lógica, estadística, física, teoría de la probabilidad) en un discurso narrativo de impresionante calado moral e impecable factura técnica. En 'Solaris' (1961), su obra maestra y uno de los libros del siglo, Lem reinventa el mito de Orfeo mediante la exploración de un planeta capaz de corporeizar los recuerdos: el protagonista tiene la oportunidad de revivir una historia de amor con su esposa, que se suicidó en la Tierra muchos años atrás.
La célebre adaptación que en 1972 hizo Andrei Tarkovsky fue saludada como la respuesta soviética a '2001: una odisea del espacio', de Kubrick, pero el director ruso apenas logró traspasar las escalofriantes tinieblas de Solaris.
En libros posteriores, Lem, sin abandonar su tono pesimista, ensayaría un estilo humorístico inimitable: 'Fábulas de robots' (1964), 'Ciberíada' (1965) y, sobre todo, los 'Diarios de las estrellas' (1971), una desternillante versión cibernética de los Viajes de Gulliver donde campea a sus anchas su más memorable criatura de ficción, el chusco astronauta Ijon Tichy.
Gracias a él, Lem fue considerado en su país, ante todo, un autor de libros para niños sin que las autoridades comunistas cayeran en la cuenta de la formidable y ácida diatriba contra el régimen que ocultaban sus relatos. En 1971 Lem dio un nuevo giro con la publicación de 'Vacío perfecto', una colección de reseñas de libros imaginarios, en la estela de Voltaire y Borges, donde aprovecha para reírse de Joyce, del 'noveau roman', de Dostoievsky y de sí mismo.
Traducido a más de 40 idiomas, su fama ya sólo era comparable a la de Asimov o Clarke. Durante el estado de sitio de Jaruzelski, Lem se exilió a Alemania y allí publicó 'Provocación' (1984), un asombroso ensayo de ficción sobre el Holocausto. Su última novela, 'Fiasco' (1986), incide otra vez en la imposibilidad del conocimiento y de la comunicación entre los seres humanos: una constatación lúcida y perpleja de la soledad esencial del universo.
Hacía décadas que había abandonado la literatura y vivía tranquilo, junto a su mujer y sus perros, en su amada ciudad de Cracovia. Ingresado desde hacía semanas en el hospital, el 27 de marzo se apagó la vida del más insigne artífice de la ciencia-ficción. El último poeta del cosmos navega, ya para siempre, en el resplandeciente océano de Solaris.
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-- El Pais: --
Muere el escritor polaco Stanislaw Lem, autor de ‘Solaris’
AGENCIAS - Varsovia
ELPAIS.es - Cultura - 27-03-2006
El novelista y científico Stanislaw Lem, autor de clásicos de la ciencia ficción como 'Solaris', ha fallecido hoy en Cracovia (Polonia) a los 84 años.
El novelista polaco Stanislaw Lem, especializado en la literatura de ciencia ficción, ha fallecido hoy en Cracovia a los 84 años, según ha informado su asistente personal, Wojciech Zemek. El escritor falleció en la Clínica de Cardiología de Cracovia donde estuvo ingresado desde hace varias semanas.
Autor de Solaris o Qatar, entre otros títulos que entraron en la cúspide de literatura de ciencia ficción mundial del siglo XX, vendió más de 27 millones de ejemplares de libros y fue traducido a 41 idiomas.
Entre los títulos más conocidos de su obra, destacan Solaris, Ciberiada, Las historias del piloto Prix o Qatar. La novela más conocida de Lem fuera de su país natal, Solaris, fue llevada en dos ocasiones a la gran pantalla, la primera por el realizador soviético Andrei Tarkovski en 1972 y, la segunda, con el actor George Clooney en el papel principal.
Escritor y científico
Stanislaw Lem nació en 1921 en la ciudad de Lvov, entonces polaca y hoy ucraniana, en el seno de una familia de médicos, cuya tradición profesional decidió continuar, aunque sentía una gran atracción por la literatura. Ingresó en la facultad de Medicina de la Universidad de Lvov, pero durante la ocupación nazi tuvo que interrumpir los estudios y trabajar como mecánico y soldador.
Cuando Lvov pasó a formar parte de la Ucrania soviética, él y su familia se trasladaron a Polonia en 1946 y Lem reanudó sus estudios de medicina en Cracovia. El momento crucial de su vida, según recalcó en muchas entrevistas, fue la relación que entabló con el doctor Mieczyslaw Choynowski, que lo empleó como ayudante suyo en el centro de estudios científicos que fundó en Cracovia.
Fue allí donde empezó a estudiar Lógica, Metodología, Psicología e Historia de las Ciencias Naturales, disciplinas que luego le resultaron de gran utilidad, cuando empezó a escribir libros de ciencia ficción.
El polaco más leído
Lem debutó como escritor en 1946 con su relato Czlowiek z Marsa (literalmente, El hombre de Marte), publicado por entregas en la revista Nowy Swiat Przygod (El Nuevo Mundo de las Aventuras). Cinco años después, apareció su primera novela de ciencia ficción, Los astronautas.
Otros libros que alcanzaron un gran éxito y están publicados en español son Retorno de las estrellas, Solaris y Relatos del piloto Pirx, que pasaron a ser obras relevantes de la ciencia ficción mundial.
En 1973, Lem fue nombrado miembro honorífico de la asociación de los Escritores de Ciencia Ficción en América, de la que posteriormente fue expulsado por criticar el bajo nivel de la literatura de este género en Estados Unidos. En 1976, la asociación quiso readmitirle, pero Lem rechazó la propuesta.
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--- La Nueva España, primera entrada en Google:
SOCIEDAD Y CULTURA
Fallece a los 85 años Stanislaw Lem, uno de los grandes de la ciencia ficción
Varsovia
El escritor polaco Stanislaw Lem, fallecido ayer en Cracovia a los 85 años, es uno de los autores que más contribuyó a hacer de la ciencia ficción un género mayor de la literatura.
Nació en 1921 en la ciudad de Lvov, entonces polaca y hoy ucraniana, en una familia de médicos, cuya tradición profesional decidió continuar, aunque sentía una gran atracción por la literatura. El momento crucial de su vida fue la relación que entabló con el doctor Mieczyslaw Choynowski, que lo empleó como ayudante en el centro de estudios científicos que fundó en Cracovia.
Fue allí donde empezó a estudiar Lógica, Metodología, Psicología e Historia de las Ciencias Naturales, disciplinas que le resultaron de gran utilidad cuando empezó a escribir libros de ciencia ficción. Entre sus libros de mayor éxito destacan «Retorno de las estrellas», «Solaris» -llevada al cine por Andrei Tarkovski y una obra de culto- y «Relatos del piloto Pirx», que pasaron a ser títulos relevantes de la ciencia ficción mundial.
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ARTICULO REGIONES PUBLICADO EN www.rebelion.org
25 de octubre de 2002
Regiones
Juan Gelman
Página 12
Andrei Tarkovski se quejaba de que su producción bajo el régimen soviético había sufrido recortes varios por presión de los directivos de Mosfilm, quienes, por lo demás, financiaban generosamente sus películas. Se advierte al leer los guiones del cineasta ruso, reunidos y publicados por la editorial Faber: el de La infancia de Iván (1962) consigna la desaparición de varios diálogos en el film, aunque se trata de la obra más convencional de Tarkovski, una película de guerra y de amor filial que también Occidente podía asimilar sin sobresaltos en plena Guerra Fría. Jruschov había denunciado en 1956 los crímenes de Stalin y comenzó entonces un período de mayor libertad artística que el escritor Ilya Ehrenburg calificó de "deshielo". No duró mucho. Hacia 1967, la URSS volvía a congelarse, pero Tarkovski ya era famoso.
La infancia de Iván recibió el León de Oro en el Festival de Venecia, el Gran Premio del Festival de San Francisco y muchas otras distinciones. Las autoridades soviéticas querían otro genio como Eisenstein y no vacilaban en actuar, sino con leninismo, con cierta lenidad. Un Estado ateo por definición alentó la producción de Andrei Rublev (1971), un film histórico que habla de un monje pintor de iconos y que recorre vastos territorios de la fe religiosa. Esta película de Tarkovski obtuvo el premio de la crítica en Cannes, pero su director tuvo que luchar cinco largos años con los funcionarios de Mosfilm hasta lograr lo que quería. Aun así, alguna vez confesó que el film resultó "desarticulado", aunque como en ningún otro acuñó en éste su poética, su insistencia en lo roto y lo perdido, en el enigma y en imágenes que, como las del sueño, se prestan a diferentes interpretaciones.
No sólo por ideología Tarkovski no fue Eisenstein. "Rechazo totalmente -dijo- la manera en que Eisenstein utilizó la pantalla para codificar fórmulas intelectuales. Mi propio método de transmitir experiencias al público es muy distinto... Eisenstein convierte al pensamiento en un déspota, no permite que haya 'aire', nada de eso elusivo indecible que tal vez sea la cualidad más cautivante del arte." Consideraba que el director de El acorazado Potemkin hacía cine de manera literaria y que sus montajes eran "novelísticos": "La idea de 'un cine de montaje' -que yuxtapone dos conceptos y así crea otro nuevo- me parece incompatible con la naturaleza del cine. El arte no debe perseguir la interacción de conceptos como un fin último. La imagen está uncida a lo concreto y material, pero llega por caminos misteriosos a regiones que están más allá del espíritu".
En vez de las fracturas temporales del montaje eisensteineano, Tarkovski practicó secuencias largas que a veces crean una suerte de alucinación en el espectador. Estimaba que había dos clases de cineastas: los que reflejan el mundo a la vista -la mayoría, pensaba, aunque Bergman y Fellini eran "poetas" para él- y los que crean un mundo, como Bresson y Buñuel, una minoría en la que se sintió incluido. Campanas, árboles secos ya, caballos galopando libres y el agua en todas sus formas -lluvia o nieve o río- marcan sus películas. El guión de La infancia de Iván describe así el líquido que la madre ofrece al protagonista en un balde: "El agua pesada y transparente, mezclada con el sol mitad y mitad, los penetrantes rayos solares se mecen en el agua, brillando, centelleantes". Pero esto recuerda el brillo y el centelleo de la luna en las aguas del Mar Negro que surcaba el "Potemkin".
Suave brisa (Ariel) se titula uno de los tres guiones que Tarkovski nunca filmó. El protagonista es un muchacho que vuela y seguramente encarna las obsesiones del ruso por lo inexplicable y milagroso: en un paisaje de árboles doblegados por el viento, cae un violento chaparrón "y de pronto, de afuera del torrente de lluvia, viene un objeto volando por el aire y cae con ruido sordo a los pies de Filippo. Es una rana. Otra rana cae inmediatamente después y luego, una tercera. Filippo permanece depie bajo la lluvia, mojado hasta los tuétanos, y mira a las ranas que caen del cielo". El hambre de lo extraordinario llevó a Tarkovski a filmar Solaris (1973), una película basada en la novela de ciencia ficción homónima del autor polaco Stanislaw Lem. Es en realidad una historia de amor, la más intensa que produjo el cineasta. Se dice que le disgustaba, tal vez porque este hombre tan reservado había puesto en ella mucho de sí mismo.
Tarkovski eligió el exilio en 1984 y sólo alcanzó a filmar El sacrificio dos años después. La película versa sobre la perspectiva de la aniquilación nuclear y la posible respuesta espiritual del ser humano ante éste y otros dilemas. Se realizó en una isla de Suecia y tiene algo de Bergman esta exploración de una familia infeliz, pero culta, cuyo jefe, Alexander, termina incendiando su casa. Esta larga secuencia final se filmó dos veces porque la cámara se atascó en el primer intento. La casa humea, destruida, y el hijo de Alexander riega un árbol muerto. Poco después fallece Tarkovski, a los 54 años de edad.Artículo de www.profesionalespcm.org insertado por: El administrador web - Fecha: 03/04/2006 - Modificar
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