Secciones: Antiglobalización - Estados Unidos de América - Movimiento Obrero/Mundo del TrabajoTítulo: Por qué ya es hora de pararle los pies a Amazon
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El éxito de @Amazon
se ha basado en la explotación de los trabajadores, la competencia desleal, el desprecio a la resp. medioambiental, la violación de la privacidad del usuario y la elusión fiscal agresiva
tomado de ENLACE 1 https://www.equaltimes.org
Amazon, como cuenta la muy simplificada historia sobre el origen de esta empresa tecnológica situada en Seattle, fue fundada por Jeff Bezos en un garaje de alquiler en 1994. Hoy día es una de las empresas multinacionales más grandes del mundo. En enero se convirtió en la quinta empresa en la historia que alcanza una capitalización de mercado de 1 billón de dólares USD (0,85 billones de euros), y Bezos es actualmente el hombre más rico del mundo, con una fortuna personal estimada en 183.600 millones de dólares (157.000 millones de euros). Aun cuando su crecimiento inicial se centró en la venta detallista en línea, actualmente Amazon domina no solo el comercio electrónico, sino también la logística, la inteligencia artificial, los servicios en la nube y la transmisión en vivo. Si se navega, se transmite o se compra productos en línea es cada vez más imposible evitar Amazon.
Sin embargo, detrás del aumento de los precios de sus acciones, existe una realidad mucho más oscura. El éxito de la empresa se ha basado en la explotación de los trabajadores, la competencia desleal, el incumplimiento de la responsabilidad medioambiental, la violación de la privacidad de los usuarios y la evasión fiscal “agresiva”. Las consecuencias de la pandemia de la covid-19 han provocado el cierre masivo de empresas y negocios en todo el mundo y el confinamiento generalizado en muchos países no han hecho sino amplificar el crecimiento y los beneficios de este gigante estadounidense de la tecnología. A finales de octubre, la empresa señaló un aumento récord del 37% en las ventas trimestrales interanuales, acumulando 96.100 millones de dólares (82.000 millones de euros) de ingresos a medida que los clientes confinados en casa recurrían a los diversos servicios en línea ofrecidos por Amazon.
Entre tanto, la pandemia representó para los trabajadores de Amazon una enorme presión. Al comienzo del brote de coronavirus, cuando el número adicional de trabajadores en los almacenes hizo imposible respetar el distanciamiento social, el personal tuvo que trabajar un mayor número de horas para satisfacer la creciente demanda sin contar con un mínimo equipo de protección personal, tales como mascarillas.
“Amazon es un empleador notoriamente malo”, afirma Ron Knox, investigador principal del Instituto de Autosuficiencia Local (Institute for Local Self-Reliance), un grupo de defensa en Estados Unidos. “Tiene un historial de malos tratos para con sus trabajadores... y [existen] pruebas inquietantes de que Amazon ignora e incumple los protocolos de seguridad durante la pandemia”.
Solo en Estados Unidos, se estima que 19.000 trabajadores de Amazon han contraído la covid-19 y que han fallecido por lo menos ocho, lo que provocó huelgas salvajes en varios almacenes estadounidenses. En Filipinas, los trabajadores del centro de llamadas Ring de Amazon fueron obligados a presentarse en la oficina a pesar de los problemas de seguridad en relación con la pandemia. Los trabajadores de los almacenes en Francia, Alemania, Italia, Polonia y España se han puesto en huelga en varios centros desde marzo para exigir mejores medidas de salud y seguridad para que se les proteja contra el virus.
Actualmente Amazon está siendo sometida a un creciente escrutinio público. A escala mundial, los sindicatos, la sociedad civil y los responsables políticos piden a voz en coro que la empresa ha de disgregarse debido al dominio cada vez más fuerte que ejerce sobre el mercado. En Estados Unidos (donde Amazon es ahora el segundo empleador privado más grande después de Walmart) y en Europa, los trabajadores de Amazon, tanto autoorganizados como con la asistencia de sindicatos establecidos, han comenzado a luchar contra la explotación, ganando pequeñas pero significativas victorias. Sin embargo, para someter realmente el poder sin control de este conglomerado en expansión, es vital contar con la acción gubernamental coordinada. “No creemos que haya una alternativa real a las medidas antimonopolio”, constata Knox. “Necesitamos una fragmentación estructural, disgregar Amazon en sus diversos negocios”.
De empresa incipiente a monopolio virtual
Amazon dio sus primeros pasos como librería en línea, debilitando a los libreros independientes y sacando del mercado a muchos de ellos. A medida que la empresa crecía, incluso las cadenas establecidas de venta de libros como Borders descubrieron que no podían competir con Amazon. Sin embargo, también desde el principio, Amazon contaba con una ventaja injusta. Como empresa de comercio electrónico, estuvo exenta del impuesto sobre las ventas en muchos países hasta 2018, a lo que se sumó el hecho de contar con almacenes distantes y una mano de obra remunerada con el salario mínimo, lo que le permitió mantener a raya sus gastos generales.
De los libros, Amazon se expandió a todos los sectores minoristas, utilizando el mismo modelo de negocio asimétrico debilitando así a los minoristas independientes establecidos. En 2000, lanzó Amazon Marketplace, destinada a ayudar a los minoristas independientes a llegar a los clientes a través de la plataforma Amazon, la misma que ha sido tachada de “dictadura” debido a sus elevadas tarifas y a la deficiencia de sus mecanismos de comunicación y quejas. La expansión internacional de la empresa comenzó ese mismo año con actividades en Francia y Japón. Desde entonces, se ha expandido a docenas de países en todos los continentes, con 175 “centros de distribución” (como se denominan los almacenes de Amazon) y más de un millón de empleados (de los que 100.000 fueron contratados al iniciarse la pandemia). Amazon controla ahora el 49,1% de las ventas de comercio electrónico de Estados Unidos y el 22% en Europa, mucho más que sus predecesores de la tradicional venta en tiendas, Wal-Mart y Carrefour.
“Es una especie de poder de intermediación sin precedentes en la historia del capitalismo estadounidense”, señala Knox. “Ninguna empresa ha tenido nunca el poder que detenta Amazon para dictar las reglas del mercado a tantas otras empresas”.
Las filiales de Amazon incluyen marcas tan diversas como Ring, una empresa de domótica, la plataforma de servicios en la nube Amazon Web Services, la de servicios de streaming en vivo Twitch, Annapurna Labs, centrada en la microelectrónica, la recién lanzada Amazon Pharmacy y decenas de otras empresas más. Sin embargo, lo que más preocupa de Amazon es su obsesión por los datos.
“Si se piensa en Amazon como gigante del comercio electrónico, en realidad este no es su objetivo central. Lo suyo es esencialmente el capitalismo de vigilancia”, afirma Christy Hoffman, secretaria general de UNI Global Union, que representa a más de 20 millones de trabajadores a nivel internacional. “Amazon posee y recopila un enorme volumen de datos, no solamente datos sobre sus clientes, sino también sobre sus empleados, sobre sus competidores, sobre todas las empresas que venden en su plataforma. No debe permitirse que las empresas tengan tanto poder”.
Sindicatos, robots, impuestos e impacto medioambiental
El crecimiento de Amazon ha costado muy caro a sus trabajadores. Siempre ha contado con trabajadores de bajos salarios en sus almacenes y para su logística, y muchos de ellos son trabajadores temporales, a tiempo parcial o estacionales. Según un informe elaborado tras el primer simposio mundial sobre el poder desmesurado de Amazon, organizado por UNI Global Union y la Confederación Sindical Internacional en diciembre de 2019, “la oposición de Amazon a los sindicatos significa, virtualmente, que no hay ningún convenio colectivo integral en ninguna parte del mundo” para sus trabajadores de primera línea. Por ejemplo, ninguna de las actividades de almacén o logística de Amazon en los Estados Unidos está sindicalizada, y la empresa ha mostrado un antagonismo activo hacia cualquier intento de organización, además del uso de tecnología para vigilar y controlar cualquier tipo de esfuerzo en esta dirección. “Estamos alarmados ante las pruebas que se acumulan para demostrar que Amazon no respeta, e incluso socava, los derechos de los trabajadores a organizarse”, señala Joe Westby, investigador sobre empresas y derechos humanos en Amnistía Internacional.
También se observan violaciones generalizadas de la seguridad y la salud en los centros de distribución, que van desde lesiones físicas graves hasta estrés de los trabajadores relacionado con los objetivos de producción. En 2019, Reveal publicó una minuciosa investigación sobre el historial de Amazon en materia de seguridad y reveló que la tasa de lesiones en los almacenes de Amazon era dos veces superior a la media de la industria nacional. Los investigadores también concluyeron que las lesiones aumentaban alrededor de las fechas de eventos especiales como el Prime Day o el Black Friday, debido al aumento de la presión de la demanda sobre los trabajadores, incluyendo turnos obligatorios de 12 horas. La tecnología, específicamente el uso de cientos de miles de vehículos robóticos que trabajan entre las personas en los centros de distribución, no ha hecho sino empeorar la situación.
“La introducción de robots ha incrementado mucho la peligrosidad del trabajo. Los robots aceleran el ritmo en grado sumo y se realiza un gran número de movimientos repetitivos. La tasa de enfermedades y la siniestralidad se han disparado”, comenta Hoffman.
“La tecnología obliga a no disponer ni siquiera de cinco segundos entre los paquetes. Es implacable, y se debe a la capacidad de la tecnología para reducir al nanosegundo todo movimiento”.
Además de las violaciones de los derechos laborales, otra amenaza grave que representa el modelo de negocio de Amazon es la de los impuestos. Parte de la razón del crecimiento intensivo de Amazon, y de la inmensa fortuna personal de Bezos, es la evasión fiscal. En Estados Unidos, Amazon no pagó ningún impuesto federal en 2017 y 2018, a pesar de recibir cientos de millones de dólares en créditos fiscales. La situación no cambió mucho el año pasado, cuando la empresa pagó un miserable 1,2% de impuestos sobre sus enormes ganancias. En Europa, se estima que Amazon ha eludido 250 millones de euros de impuestos sobre la renta entre 2006 y 2014.
Un estudio publicado por Fair Tax Mark, un grupo a favor de una tributación justa, designó a Amazon como la peor de las grandes empresas tecnológicas evasoras de impuestos. En el contexto de la pingüe escalada de beneficios relacionados con la pandemia, y con las arcas de los gobiernos de todo el mundo agotadas por la creciente demanda de servicios públicos esenciales por la misma razón, nunca ha sido más clara la necesidad de una reforma fiscal urgente. “Amazon ha experimentado un aumento exponencial de sus beneficios durante la pandemia”, constata David Archer, responsable de participación y servicios públicos de ActionAid, que actualmente está haciendo campaña a favor de un impuesto mundial estándar sobre todas las grandes empresas. “Cualquier reforma fiscal mundial debería garantizar que Amazon y todas las demás multinacionales paguen impuestos justos en los países donde ejercen actividades”.
Otra de las preocupaciones es el impacto medioambiental de Amazon. Incluso en comparación con otras empresas tecnológicas, Amazon se ha quedado rezagada en lo que se refiere a la crisis climática y la sostenibilidad. Llevaba años sin haber elaborado nunca un informe anual de sostenibilidad corporativa y se negó a divulgar el más mínimo dato en materia de emisiones. Cuando finalmente lo hizo el año pasado, Amazon reveló que en 2018 emitió 44,4 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, el equivalente a las emisiones anuales de Noruega. Sus centros de datos consumen ingentes cantidades de energía, según el informe del simposio de UNI Global y de la CSI, un nuevo centro de datos de Amazon en Irlanda podría utilizar hasta el 4% del total del suministro de electricidad del país. Y su servicio de entrega Prime ha producido millones de cajas de cartón y envases de plástico adicionales, que en gran parte no se reciclan.
“Amazon nunca se había encontrado bajo tanta presión”
Por ahora, el dominio de Amazon se concentra en unos pocos mercados clave. En 2019, más de dos tercios de sus ingresos provinieron de Estados Unidos y su otro mercado más grande, Alemania, ocupa un distante segundo lugar. No obstante, el crecimiento internacional de Amazon ha sido muy importante en los últimos años, y entre sus planes está repetir en las economías emergentes el éxito experimentado en Norteamérica. “A medida que Amazon se expande a un mayor número de países, es fundamental que estos se aseguren de contar con una legislación sólida en consonancia con los derechos humanos y las normas del trabajo reconocidos internacionalmente”, advierte Westby.
En este sentido, se observa una evolución positiva, ya que algunos países están aprobando leyes y regulaciones que podrían limitar el impacto de Amazon en las economías locales. Por ejemplo, India ha restringido la capacidad de Amazon para operar en un mercado y vender bienes directamente, lo que ha hecho mella en sus planes de expansión. “Parece que el mundo se ha dado cuenta rápidamente de la forma en que Amazon hace negocios, sus prácticas depredadoras y el daño que la empresa puede causar a una economía y al mercado de las pequeñas empresas”, interpreta Knox.
En los últimos años también se han observado mayores esfuerzos tanto de los sindicatos como de los trabajadores para plantarle cara a Amazon.
En Europa, gracias a la fuerza de sus sindicatos y a su compromiso con la negociación colectiva, “los sindicatos han ejercido presión sobre Amazon a favor de mejores condiciones, y han podido ganar algunas mejoras para sus miembros”, señala Hoffman. Entre estos logros se encuentra el de los trabajadores italianos que hicieron huelga para obtener breves pausas de descanso; y el de los sindicatos que han obligado a los tribunales franceses a limitar las ventas durante la pandemia a los productos esenciales.
La legislación laboral en Estados Unidos ha dificultado los esfuerzos realizados por los sindicatos, pero incluso allí, las comunidades y agrupaciones de trabajadores están desempeñando un papel importante. Athena es una coalición de 50 agrupaciones locales y nacionales que reúne a trabajadores y comunidades afectados negativamente por Amazon. Un grupo informal que se hace llamar Amazonians United for PTO, fue fundamental para que la empresa anunciara en marzo que concedería tiempo libre remunerado a todos los trabajadores estadounidenses. Por su parte, Amazon Workers International es una red informal y transnacional de trabajadores empleados sobre todo en los almacenes situados en Estados Unidos y la Unión Europea.
“Todo tipo de comunidades están despertando y se dan cuenta de que si Amazon llega es para explotarlas hasta la médula”, afirma Hoffman. “Los sindicatos, además de muchas otras organizaciones de trabajadores y comunidades, han colocado todos estos aspectos en primer plano. Amazon nunca ha sido objeto de tanta presión como ahora, a nivel nacional y mundial”.
Llamamiento a una acción antimonopolio
Este panorama ha llevado a Amazon a tomar medidas que habrían sido impensables hace unos años, como la implementación de un salario por hora de 15 dólares (13 euros) para todos los trabajadores estadounidenses. Sin embargo, en lo que se refiere a cuestiones fundamentales, como la representación sindical y los derechos de negociación colectiva para sus trabajadores, Amazon se mantiene inmutable. Por el contrario, la mayor parte de la riqueza que produce Amazon sigue fluyendo a los bolsillos de una sola persona (Bezos posee una participación del 11,2% en la empresa), a un grado cada vez más absurdo. “La fortuna personal de Bezos aumentó [tanto este año] que hubiera podido pagar a todos sus 875.000 trabajadores un monto de 105.000 dólares (90.000 euros) a cada uno, y todavía conservaría la misma fortuna que tenía antes de la pandemia”, calcula Hoffman.
El poder sin precedentes de Amazon y su falta de responsabilidad en lo que se refiere a los derechos de los trabajadores, la igualdad salarial, la sostenibilidad y la seguridad, ha llevado a muchos a concluir que la solución definitiva está en manos de los gobiernos, los que deben regular los sectores del comercio electrónico y la tecnología para evitar la competencia desleal.
Incluso en el mercado del país sede de Amazon existen posibilidades de que se apliquen medidas antimonopolio. A principios de octubre, la subcomisión judicial antimonopolio de la Cámara de Representantes de Estados Unidos publicó un informe como parte de una investigación de 15 meses sobre la industria tecnológica, y recomendó la división de Amazon y someterla a otras medidas antimonopolio.
“El informe de la subcomisión no podía haber sido más claro cuando describe los daños que Amazon ha causado a las empresas rivales, a los consumidores, a los trabajadores y a toda la economía en su conjunto”, afirma Knox. “El hecho de que este informe se haya mostrado tan radical me da esperanzas de que el nuevo Congreso retome sus conclusiones y apruebe una legislación que implemente muchas de sus recomendaciones y sea un acicate para que los organismos antimonopolio se decidan a tomar medidas más agresivas con respecto a Amazon y otras empresas tecnológicas”.
Si estas medidas gubernamentales no procedieran de EEUU, podrían provenir de otras jurisdicciones. La Oficina de Competencia de Canadá ha abierto una investigación, al igual que la Comisión Europea, esta última podría dar lugar a multas de hasta el 10% de los beneficios mundiales de Amazon. Algunos países ya se han puesto manos a la obra, en septiembre, la Comisión de Comercio Justo de Japón obligó a Amazon a aceptar sanciones por violar la legislación antimonopolio nacional. Debido a la pandemia de coronavirus, 2020 podría considerarse el año en que Amazon “arrasó en Internet”, pero si los gobiernos se comprometen a tomar medidas decisivas, 2021 podría ser el año en que los trabajadores, los consumidores y las comunidades recuperen el poder que les ha arrebatado una gigantesca empresa tecnológica.
Este artículo ha sido traducido del inglés.
Why it's time to blow the whistle on Amazon
News
By Nithin Coca
24 November 2020
A worker blows a whistle during strike action outside an Amazon distribution centre in Bad Hersfeld, Germany on 22 September 2014.
(Reuters/Alamy/Kai Pfaffenbach )
Amazon, as the oversimplified origin story of the Seattle-based tech juggernaut goes, was founded by Jeff Bezos in his rental home garage in 1994. Today it is one of the largest multinational corporations in the world. In January it became only the fifth company in history to reach a market capitalization of US$1 trillion, and Bezos is currently the richest man in the world, with an estimated personal fortune of US$183.6 billion. While its early growth focused on online retail, today Amazon dominates not only e-commerce, but also logistics, artificial intelligence, cloud computing and live-streaming. If you surf, stream or purchase goods online, Amazon is increasingly impossible to avoid.
Behind the rising stock prices, however, is a much darker reality. The company’s success has been built on exploiting workers, unfair competition, disregarding environmental responsibility, violating user privacy, and “aggressive” tax avoidance. While the Covid-19 pandemic has resulted in mass business closures the world over, widespread national lockdowns have only amplified the growth and profits of the US tech giant. At the end of October, the company reported a record 37 per cent increase in year-on-year quarterly sales, racking up US$96.1 billion in revenue as housebound customers flocked to Amazon’s various online services.
Meanwhile, the pandemic put Amazon’s workers under huge pressure. At the beginning of the coronavirus outbreak, when extra workers in the warehouses meant that social distancing was impossible, staff were working longer hours to meet surging demand, and workers were not provided with protective personal equipment like face masks.
“Amazon is a notoriously bad employer,” says Ron Knox, a senior researcher at the Institute for Local Self-Reliance, a US advocacy group. “It has a record of mistreating employees...and [there’s] disturbing evidence of Amazon ignoring and flouting safety protocols during the pandemic.”
In the United States alone, an estimated 19,000 Amazon workers have contracted Covid-19 and at least eight have died, prompting wildcat strikes at several warehouses across the US. In the Philippines outsourced Amazon Ring call-centre workers were forced to report to the office despite pandemic safety concerns. And warehouse workers in France, Germany, Italy, Poland and Spain have gone on strike at various points since March to demand better health and safety measures to protect them from the virus.
Now Amazon is facing increased public scrutiny. The global chorus of trade unions, civil society and policymakers calling for the company to be broken up due to its market dominance is growing louder. In the United States (where Amazon is now the second-largest private employer after Walmart) and in Europe, Amazon workers, both self-organised and with the assistance of established trade unions, have begun fighting back against exploitation, winning small but meaningful victories. However, to truly reign in the unchecked power of this sprawling conglomerate, coordinated government action is vital. “We don’t think there is any real alternative to antitrust action,” says Knox. “We need structural separation, breaking Amazon up into its various businesses.”
From start-up to a virtual monopoly
Amazon started life as an online bookstore, undercutting independent booksellers and putting many out of business. As the company grew, even established book retail chains like Borders found they couldn’t compete with Amazon. But from the very beginning, Amazon had an unfair advantage. As an e-commerce company, it was exempt from sales tax in many states until 2018, and its reliance on distant warehouses and minimum wage labour meant that its overhead costs were kept low.
From books, Amazon expanded into every retail sector, using the same asymmetrical business model to undercut independent and established retailers. In 2000, it launched Amazon Marketplace, which is meant to help independent retailers reach customers via the Amazon platform but has been branded a “dictatorship” due to its high fees and poor communication and complaints mechanisms. The company’s international expansion began that same year with operations in France and Japan. Since then, it has expanded to dozens of countries on every continent in the world, with 175 ‘fulfilment centres’ (as Amazon’s warehouses are called) and over one million employees (100,000 of which have been hired since the start of the pandemic). Amazon now controls 49.1 percent of US e-commerce sales, and 22 percent in Europe – far greater than its brick and mortar predecessors such as Wal-Mart and Carrefour ever had at their peaks.
“This kind of gatekeeping power is unprecedented in the history of American capitalism,” says Knox. “No company has ever had the power that Amazon has to dictate the rules of the market to so many other businesses.”
Amazon’s subsidiaries include brands as diverse as Ring, a home automation company, the Amazon Web Services cloud computing platform, Twitch live streaming, Annapurna Labs, which focuses on microelectronics, the newly launched Amazon Pharmacy, and dozens more. But it is Amazon’s obsession with data that is particularly worrying.
“If you think about Amazon as an e-commerce giant, that’s not really their focus. Their main thing is surveillance capitalism,” says Christy Hoffman, the general secretary of UNI Global Union, which represents over 20 million workers internationally. “Amazon owns and gathers so much data, not just data on its customers, but data on its employees, on its competitors, on all the companies that sell on its platform. Companies shouldn’t be allowed to have that much power.”
Unions, robots, taxes and environmental impact
Amazon’s growth has come at a great cost to its workers. It has always been reliant on low-wage workers in warehouses and logistics, many of whom are temporary, part-time or seasonal workers. According to a report produced following the first-ever global symposium on challenging Amazon’s power, hosted by UNI Global Union and the International Trade Union Confederation in December 2019, “Amazon’s opposition to unions means that there is virtually no comprehensive bargaining agreement anywhere in the world,” for its frontline workers. For example, none of Amazon’s US warehouse or logistics operations are unionised, and it has shown active antagonism towards any attempts to do so, including using technology to surveil and monitor efforts. “We are alarmed about the growing evidence that Amazon is not respecting, and even undermining, the rights of workers to organise,” says Joe Westby, a researcher on corporations and human rights at Amnesty International.
There are also widespread safety and health violations in fulfilment centres, ranging from serious physical injuries to worker stress linked to production targets. In 2019, Reveal published a detailed investigation into Amazon’s safety record and found that the injury rate at Amazon’s warehouses was more than double the national industry average. Reporters also found that injuries spiked around special events like Prime Day or Black Friday, driven by increased demand on workers, including mandatory 12-hour shifts. Technology – specifically the use of hundreds of thousands of robot vehicles to work alongside humans in fulfilment centres – has only worsened the situation.
“The introduction of robots has made the work so much more dangerous. The robots speed up the pace so much, and there is a lot of repetitive motion involved. The sick rate and accident rate has soared,” says Hoffman.
“The technology makes it so that you can’t even have five seconds off in-between packages. It’s just relentless, and that’s owing to the ability of the technology to time everything down to the nanosecond.”
In addition to labour rights violations, another major threat posed by the Amazon business model relates to tax. Part of the reason for Amazon’s massive growth – and Bezos’ immense personal wealth – is tax avoidance. In the US, Amazon didn’t pay any federal taxes in 2017 and 2018, despite receiving hundreds of millions of dollars in tax credits. The situation didn’t change much last year, when the company paid a paltry 1.2 per cent tax on its massive profits. In Europe, it is estimated that Amazon avoided €250 million in income tax between 2006 and 2014.
A study released by the campaign group Fair Tax Mark named Amazon as the worst of the big tech tax avoiders. In the context of soaring pandemic-related profits, and with the coffers of governments everywhere drained by the increased demand for critical public services for the very same reason, the need for urgent tax reform has never been clearer. “Amazon has seen an exponential increase in its profits during the pandemic,” says David Archer, head of participation and public services at ActionAid, which is currently campaigning for a standard global tax on all large corporations. “Any global tax reforms should ensure that Amazon and all other multinationals pay fair tax in the countries where they have operations.”
Another concern is Amazon’s environmental impact. Even compared to other tech companies, Amazon has lagged on climate and sustainability. For years, it never produced a yearly corporate sustainability report and it refused to release any emissions data. When it finally did so last year, Amazon disclosed that in 2018 it emitted 44.4 million metric tons of carbon dioxide – the equivalent of the annual emissions of Norway. It’s data centres consume huge amounts of energy – according to the UNI Global/ITUC symposium report, a new Amazon data centre in Ireland could potentially use four per cent of the country’s entire electricity supply. And its Prime delivery service has produced millions of pieces of additional cardboard and plastic packaging – much of which isn’t recycled.
“Amazon has never been under so much pressure”
For now, Amazon’s dominance is concentrated in a few key markets. In 2019, more than two-thirds of its revenue came from the US, with its second largest market, Germany, in distant second. But Amazon’s international growth has been strong in recent years, and it has plans to replicate its North American success in emerging economies. “As Amazon expands to more countries, it is critical for those states to ensure that they have strong laws in place in line with international human rights and labour standards,” warns Westby.
There have been positive developments on this front, with some countries passing laws and regulations that could limit Amazon’s impact on local economies. For example, India has restricted Amazon’s ability to both operate a marketplace and sell goods directly, putting a dent on its expansion plans there. “It seems that the world has quickly caught on to the way Amazon does business, their predatory practices, and the harm that the company can cause to an economy and the small business marketplace,” says Knox.
The past few years has also seen an upswell of both trade union and grassroots efforts to stand up to Amazon.
In Europe, with its stronger unions and commitment to collective bargaining, “unions have engaged Amazon to push for better conditions, and they have been able to win some improvement for their members,” says Hoffman. This includes Italian workers going on strike to win short breaks, and trade unions forcing French courts to limit sales during the pandemic to essential products.
Labour laws in the US have made union-led efforts challenging, but even there, communities and workers groups have been playing an important role. Athena is a coalition of 50 local and national groups that brings together workers and communities negatively impacted by Amazon. An informal group calling itself Amazonians United for PTO, was central to the company’s announcement in March that it would provide paid time off for all US workers. And Amazon Workers International is an informal, transnational network of predominantly warehouse workers in the US and EU.
“All kinds of communities are waking up to the fact that Amazon will come in and bleed them dry,” says Hoffman. “Unions, plus a lot of other worker and community organisations, have brought these issues to the forefront. Amazon has never felt as much pressure, both nationally and globally, as it is under now.”
A call for antitrust action
This has led to Amazon making moves that would have been unthinkable even a few years ago, such as implementing a US$15 hourly wage for all US workers. But on key issues, such as union representation and collective bargaining rights for its workers, Amazon remains unmoved. By contrast, the vast majority of Amazon’s wealth still flows into the pockets of just one person (Bezos owns an 11.2 per cent stake in Amazon), to an increasingly absurd level. “Bezos’ personal wealth increased [so much this year] that he could pay all of his 875,000 workers US$105,000 each, and he would still have the same wealth he had pre-pandemic,” says Hoffman.
Amazon’s unprecedented power, and its lack of accountability when it comes to workers’ rights, wage equality, sustainability and safety, has led many to believe that the ultimate solution lies in the hands of governments, which must regulate the e-commerce and technology sectors for unfair competition.
There’s even potential for antitrust action in Amazon’s home market. In early October, the US House of Representatives’ Judiciary Antitrust Subcommittee released a report as part of a 15-month inquiry into the tech industry – and recommended that Amazon be subject to being split up, or other anti-monopoly measures.
“The report that came out of the subcommittee could not have been clearer in describing the harms that Amazon has caused rival businesses, consumers, workers and the economy as a whole,” says Knox. “The fact that that report was so strong gives me hope that the new Congress will take up the findings and pass legislation that would make a lot of its recommendations happen, and embolden the antitrust agencies to take more aggressive actions again Amazon and other tech companies.”
If not the US, government action could come from other jurisdictions. Canada’s Competition Bureau has opened up an investigation, as has the European Commission, the latter of which could result in fines of up to 10 per cent of Amazon’s global profits. Some countries have already acted; in September, Japan’s Fair Trade Commission forced Amazon to accept penalties for violating domestic antitrust laws. Due to the coronavirus pandemic, 2020 might be considered the year that Amazon ‘won the internet’, but if governments commit to take decisive action, 2021 could be the year when workers, consumers and communities reclaim their power from a tech behemoth.
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