Mientras paseo por la playa en la que Alfonso Gallardo quiere instalar su monoboya para descargar el petróleo que necesita su proyectada Refinería Balboa, pienso en el libro El circulo que se cierra de Barry Commoner (1). Mucho antes de que se hablara de desarrollo sostenible, él fue uno de los primeros en cuestionar críticamente el desarrollo tecnológico de este siglo, también ha sido un sabio guia al conceptualizar la integración entre la ecología y los problemas ambientales generados por la industrialización sin medida de la segunda mitad del siglo XX. Algo que, a día de hoy, sigue siendo el mayor peligro que tenemos sobre nuestras cabezas.
Los aportes de este libro para comprender la problemática generada por el productivismo industrial son tan importantes como las herramientas conceptuales que nos da para comprendernos a nosotros mismos como especie. No deja de maravillarme la simpleza de las cuatro leyes desarrolladas por Commoner.
Mientras camino, no puedo dejar de pensar en las tres tortugas bobas que este verano encontré muertas en esta playa, tampoco se me va de la cabeza las dos ballenas, que también muertas, encontré el pasado año sobre la arena. Analizo la razón esgrimida por los redactores del proyecto de la Refinería Balboa cuando alegan que como ya son 100 los petroleros que acechan a Doñana… pues que más da si se suman otros 100 más a ese banquete de descarga. La rabia y el dolor se apoderan de mi paseo.
Todas esas imágenes se funden en mi cabeza mientras camino. A lo lejos, sobre la mar, los barcos petroleros siguen esperando su turno para ser enchufados a la monoboya de Cepsa. Se diría que el mar lo han tomado como suyo desde 1968.
Gracias a Commoner se que en la naturaleza no existe el concepto de desecho, también se que en los procesos industriales lo único que queda al final son desechos. La naturaleza es una compleja red que funciona a través de innumerables ciclos interrelacionados, nutriéndose unos a otros y estabilizándose entre ellos, haciendo que todo sirva para algo.
Los ciclos industriales son lineales, impositivos, no cumplen una función de interrelación con los ciclos naturales, sino que los perturban generando deterioro y contaminación. La legislación dice que se deben hacer evaluaciones de impacto ambiental para tratar de entender los efectos derivados de una nueva industria antes de iniciar un proyecto productivo. Pero con frecuencia, los intereses de unos pocos reduce los estudios de impacto ambiental a un mero formulismo de expertos que miran hacia otro lado, y de nuevo las cosas se hacen a base de parches por aquí y por allá.
Me pregunto ¿Cuánto es suficiente? ¿Cuánto?
Cuando llego a casa busco información sobre las tortugas bobas en Doñana y sobre los petroleros en Mazagón, de nuevo el cinismo de unos y la clarividencia de otros me baja a la realidad del mal que acecha esta costa de tortugas, ballenas y petroleros:
1.- Doñana registra este año la mayor mortandad de tortugas marinas de su historia, con 80 varamientos
Medio Ambiente apuesta por un plan de reintroducción de la tortuga boba en Doñana
Europa Press / 31.10.2010
http://http://www.20minutos.es/noticia/859533/0/
La costa de Doñana ha registrado este año 2010 la mayor mortandad de tortugas marinas desde que se tiene registro en el Espacio Natural, de modo que se han cuantificado 80 varamientos de tortugas en lo que va de año, según ha informado a Europa Press el director del Parque Nacional de Doñana, Juan Carlos Rubio […].
“Gran potencial” como área de cría
El director del Parque Nacional de Doñana ha destacado que la costa de Doñana es “muy interesante” para el control de estas especies marinas, ya que se encuentra “justo en la ruta de migración que une el Atlántico con el Mediterráneo”, por lo que ha apostado por llevar a cabo un plan de reintroducción de la tortuga boba en la zona que permita rebajar su nivel de amenaza […].
2.- El aumento del número de petroleros frente a las playas de Huelva incrementa exponencialmente el riesgo de nuevos vertidos
http://chocotoxico.blogspot.com/2009/08/el-aumento-del-numero-de-petroleros.html
He estado buscando las cuatro leyes de Barry Commoner completas en internet y no las he encontrado. Con la intención de que este documento sea una importante herramienta de análisis en este proyecto, he decidido colgarlas. En mi ánimo está desmontar ese falso mito de seguir a cualquier precio por la senda del “cuánto más mejor”.
PRIMERA LEY DE LA ECOLOGÍA:
Todo está relacionado con todo lo demás
Algunas de las pruebas que conducen a esta generalización han sido ya examinadas. Revelan la existencia, en la ecoesfera, de la complicada red de interconexiones entre los diferentes organismos vivos, y entre las poblaciones, especies y organismos individuales, y sus medios fisicoquímicos.
El simple hecho de que un ecosistema se componga de muchas partes relacionadas entre sí, que actúan una sobre otra, tiene algunas consecuencias sorprendentes. Nuestra capacidad de describir el comportamiento de tales sistemas ha recibido considerable ayuda del desarrollo de otra ciencia aún más reciente que la Ecología: la Cibernética. Debemos su concepto básico, y su mismo nombre, a la ingeniosa mente del difunto Norbert Wiener.
La palabra <cibernética> se deriva de un vocablo griego que significa <timonel>; estudia ciclos de acontecimientos que dirigen, o gobiernan, el comportamiento de un sistema. El timonel forma parte de un sistema que también incluye la brújula, el timón y el barco. Si el barco cambia de rumbo, este cambio se refleja en el movimiento de la aguja de la brújula. Este suceso, al ser observado e interpretado por el timonel, determina otro: el timonel maneja la rueda del gobernante, y el barco vuelve a su rumbo primitivo. Cuando sucede esto, la aguja de la brújula vuelve a su posición primitiva, de acuerdo con el rumbo trazado, y se completa el ciclo. Si el timonel hace girar excesivamente la rueda del timón, como reacción a una pequeña desviación de la aguja de la brújula, el excesivo cambio de dirección se manifiesta en la brújula, que indica al timonel que debe corregir su reacción con un movimiento contrario. De tal modo, la operación de este ciclo estabiliza el rumbo del barco.
De manera muy parecida, las relaciones cibernéticas estabilizadoras son integradas en un ciclo ecológico. Observemos, por ejemplo, el ciclo ecológico del agua natural: pez – residuo orgánico – bacterias – putrefacción – productos inorgánicos – algas – pez. Supongamos que, debido a un tiempo estival desacostumbradamente cálido, se produce un rápido crecimiento de las algas. Esto agota la reserva de sustancias nutritivas inorgánicas, de modo que dos sectores del ciclo, las algas y las sustancias nutritivas, se desequilibran, pero en sentidos opuestos. La operación del ciclo ecológico, como la del barco, tarda poco en restablecer el equilibrio. Pues el exceso de algas hace que los peces encuentren más alimentos; con lo cual se reduce la población de algas, aumenta la producción de residuos por parte de los peces y, en definitiva, eleva el nivel de sustancias nutritivas cuando se pudren aquellos residuos. De este modo, los niveles de las algas y de las sustancias alimenticias tienden a recobrar su posición equilibrada. En estos sistemas cibernéticos, el rumbo no se mantiene gracias a un rígido control, sino a la flexibilidad. Así, el barco no sigue una ruta rectilínea, sino que avanza con un movimiento ondulado que se desvía por igual a ambos lados del verdadero rumbo. La frecuencia de estas ondulaciones depende de las velocidades relativas de las diversas fases del ciclo, equivalentes al ritmo con que el barco responde al gobernalle.
Los sistemas ecológicos presentan ciclos similares, aunque éstos son frecuentemente oscurecidos por los efectos de las variaciones diarias o periódicas del tiempo atmosférico y de los agentes del medio ambiente. Los más conocidos ejemplos de estas oscilaciones ecológicas son las fluctuaciones periódicas de las poblaciones de animales apreciados por su piel. Así, los datos proporcionados por los cazadores del Canadá demuestran que las poblaciones de conejos y linces están sujetas a fluctuaciones decenales. Cuando abundan los conejos, los linces prosperan; la creciente población de causa estragos en la población de conejos, y la reduce; al escasear éstos, faltan conejos para alimentar a los ahora numerosos linces, y al aumentar la mortalidad entre los linces, los conejos son menos perseguidos y aumentan en número. Y así sucesivamente. Estas oscilaciones se producen en la operación de un simple ciclo, en el cual la población de linces está positivamente relacionada con el número de conejos, y la población de conejos está negativamente relacionada con el número de linces.
En un sistema tan oscilante, siempre existe el peligro de que todo el sistema se derrumbe cuando la oscilación se aparta tanto del punto de equilibrio, que el sistema es incapaz de compensarla. Supongamos, por ejemplo, que, en una oscilación particular del ciclo conejo-lince, los linces se comen todos los conejos (o, lo que es igual para el caso, todos menos uno). Ahora, la población de conejos no podrá reproducirse. Como de costumbre, los linces empiezan a morir de hambre al ser consumidos los conejos; pero, esta vez, la disminución del número de linces no va seguida del aumento del número de conejos. Entonces, se extinguen los linces. Y todo el sistema conejo-lince se derrumba.
Esto es parecido al colapso ecológico que acompaña a la llamada “eutrofización”. Si el nivel de las sustancias nutritivas del agua se eleva tanto que estimula el rápido crecimiento de las algas, la densa población de éstas no puede mantenerse, debido a las intrínsecas limitaciones de la eficacia fotosintética. Al aumentar el grueso de la capa de algas del agua, la luz necesaria para la fotosíntesis que llega a las partes más bajas de aquella capa disminuye también con rapidez, de modo que las algas mueren también rápidamente, en gran variedad, dejando residuos orgánicos. Entonces, el nivel de la materia orgánica puede elevarse tanto que su putrefacción consuma el oxígeno contenido en el agua. Las bacterias de la putrefacción mueren a su vez, porque necesitan oxígeno para sobrevivir. Y todo el ciclo acuático se derrumba.
El comportamiento dinámico de un sistema cibernético- por ejemplo, la frecuencia de sus oscilaciones naturales, la velocidad con que responde a los cambios externos y su grado comparativo de operación total- depende de los grados relativos de sus fases constituyentes. En el sistema del barco, la aguja de la brújula oscila en fracciones de segundo; la reacción del timonel requiere unos cuantos segundos, y el barco responde en unos minutos. Estos tiempos diferentes de reacción actúan entre sí y producen, por ejemplo, la característica frecuencia de oscilación del barco alrededor de su verdadero rumbo.
En el ecosistema acuático, cada paso biológico tiene también un tiempo de reacción característico, que depende de los ritmos metabólico y de reproducción de los organismos afectados. El tiempo necesario para reproducir una nueva generación puede ser de varios meses para los peces; de unos días, para las algas, y de unas horas, para las bacterias de la putrefacción. El grado metabólico de estos organismos- es decir, la rapidez con que absorben las sustancias nutritivas, consumen oxígeno o producen residuos- está en relación inversa con su tamaño. Si el grado de metabolismo de un pez es 1, el de algas será de 100, y el de las bacterias, de 10.000.
Si todo el sistema cíclico ha de permanecer equilibrado, el ritmo total debe estar regido por la fase más lenta; en este caso, el crecimiento y el metabolismo del pez. Cualquier efecto externo que obligue a una parte del ciclo a operar más de prisa en relación con el ritmo total, producirá dificultades. Así, por ejemplo, el grado de producción de residuos por el pez determina el grado de putrefacción bacteriana y el de consumo de oxígeno debido a tal putrefacción. En una situación equilibrada, la cantidad de oxígeno producida por las algas y suministrada por el aire son suficientes para mantener a las bacterias de la putrefacción. Pero supongamos que el grado de residuos orgánicos que intervienen en el ciclo es aumentado artificialmente, haciendo, por ejemplo, desembocar una cloaca en la corriente de agua. Ahora, las bacterias de la putrefacción reciben una cantidad de desperdicios orgánicos muchos mayor que la acostumbrada; debido a su rápido metabolismo, pueden actuar velozmente sobre el exceso de suministro orgánico. Como resultado de ello, el consumo de oxígeno por las bacterias puede superar fácilmente la producción de oxígeno por las algas (así como el facilitado por el aire), de modo que el nivel de oxígeno baja hasta cero, y el sistema se derrumba. Vemos, pues que en un estado de equilibrio natural que sólo se mantiene mientras no se produzcan intromisiones externas en el sistema. Cuando un efecto de esta clase tiene su origen fuera del ciclo, no es dominado por las relaciones cíclicas que se rigen por sí mismas, y constituye una amenaza para la estabilidad de todo el sistema.
Los ecosistemas difieren considerablemente en sus libros característicos y, por consiguiente, varían muchísimo en la rapidez con que reaccionan a las situaciones cambiantes o con que se acercan al punto de derrumbamiento. Por ejemplo, los ecosistemas acuáticos giran mucho más de prisa que los ecosistemas del suelo. Así, una hectárea de suelo submarino costero, ricamente poblado, o una hectárea de viveros de peces, producen anualmente una cantidad de materia orgánica siete veces mayor que una hectárea de campos de alfalfa. El tardo giro del ciclo del suelo se debe al ritmo lento de una de sus muchas fases: el desprendimiento de sustancias nutritivas del depósito orgánico del suelo, que se produce con mucha mayor lentitud que en su equivalente de los sistemas acuáticos.
La cantidad de tensión que puede absorber un ecosistema antes de derrumbarse es también resultado de sus diversas interconexiones y de la velocidad relativa de sus reacciones. Cuanto más complejo es un ecosistema, mejor resiste la tensión. Por ejemplo, en el sistema conejo-lince, si los linces tuviesen una fuente alternativa de alimentos, podrían sobrevivir a la súbita extinción de los conejos. De este modo, las ramificaciones -que proporcionan caminos alternativos- aumentan la resistencia a la tensión de los ecosistemas. La mayor parte de éstos son tan complejos, que los ciclos no son simples caminos circulares, sino que se entrecruzan en ellos unos ramales que forman una red o tejido de interconexiones. Como las redes de pesca, en las que cada nudo está unido a otros por varios hilos, esta clase de tejido es más resistente que un simple círculo no ramificado que, si se corta por cualquier punto, se destruye en su totalidad. La contaminación del medio ambiente es frecuentemente señal de que se han cortado lazos ecológicos y de que se ha simplificado artificialmente el ecosistema, haciéndolo más vulnerable a la tensión y al derrumbamiento final.
Las características alimentarias de los ecosistemas originan procesos de ampliación y de intensificación de considerable magnitud. Por ejemplo, el hecho de que, en la cadena alimentaria, los organismos grandes se coman a los pequeños, y aquellos sean devorados por otros aún más grandes, da por inevitable resultado la concentración de ciertos componentes del medio en los cuerpos de los organismos más grandes, que se encuentran en el extremo de la cadena. Los organismos más pequeños tienen siempre ritmos metabólicos mucho más rápidos que los grandes, y por esto, la cantidad de su comida que se oxida es relativamente mayor que la cantidad incorporada al cuerpo del organismo. Como consecuencia de ello, el animal situado en el extremo de la cadena alimentaria depende del consumo de una masa inmensamente mayor de cuerpos de organismos que ocupan lugares más bajos de la escala. Por tanto, toda materia no metabolizada presente en los organismos inferiores de la cadena se concentrará en el cuerpo del que está situado en el extremo superior de ésta. Así, si la concentración de “DDT” (que no se metaboliza fácilmente) en el suelo es de 1 unidad, las lombrices que viven en el suelo alcanzarán una concentración de 10 a 40 unidades, y que el nivel de “DDT” se elevará a unas 200 unidades en las becadas, que comen las lombrices.
Todo esto es consecuencia de un hecho muy sencillo: en los ecosistemas, todo está relacionado con todo lo demás. El sistema es estabilizado por sus propiedades dinámicas autocompensadoras; estas mismas propiedades, si se acentúan demasiado, pueden conducir a un trágico derrumbamiento; la complejidad del tejido ecológico y su velocidad intrínseca de giro determinan hasta dónde puede llegar la tensión, y por cuánto tiempo, sin que aquél se destruya; la red ecológica es amplificadora, de modo que una pequeña perturbación en un lugar puede producir efectos muy grandes, remotos y retardados.
Notas:
1.- El circulo que se cierra. Barry Commoner. Ed. Plaza & Janes, Barcelona, 1978. Artículo de www.profesionalespcm.org insertado por: El administrador web - Fecha: 07/12/2011 - Modificar Sitio Web del Núcleo de Profesionales y Técnicos del Partido Comunista de Madrid PCM/PCE- http://www.profesionalespcm.org
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