O P I N I Ó N

4 de junio del 2002

Lo obvio dificil: hacer transparente la amenaza a la humanidad

Miguel Urbano Rodrigues
resistir.info

Ignacio Ramonet, de «Le Monde Diplomatique», llamó la atención acerca de una evidencia al afirmar que nunca antes la humanidad había estado tan desinformada como hoy, pese al torrencial flujo de información disponible.

La contradicción configura una amenaza. El funcionamiento perverso de la comunicación social figura en la raíz de acontecimentos alarmantes.

El viejo aforismo de Goebbels, según el cual una mentira muy repetida se hace verdad (Salazar decía que «lo que parece es»), documenta bien el beneficio que el sistema de poder norteamericano viene extrayendo de su capacidad de imponer a la humanidad sus verdades, desinformándola y manipulándola.

Una de las amenazas, quizá la mayor, a la sobrevivencia misma del hombre resulta precisamente de la dificultad extrema que las grandes mayorías sienten en comprender fenómenos político-sociales que condicionan dramáticamente el futuro próximo.

No estamos ante una situación sin precedentes, aunque las consecuencias, ellas sí, puedan ser inéditas y trágicas.

El entendimiento de la historia profunda,como la contempla Lucien Fèbvre, raramente es asimilado por las generaciones que han sido protagonistas de acontecimientos que cambiaran la vida, en los cuales ellas han emergido simultáneamente como sujeto y objeto.

Eso ocurrió con la Grecia del siglo V Antes de Nuestra Era, con la Roma de los Antoninos, con la Revolución Inglesa de 1648, con la Gran Revolución Francesa, con la Revolución Rusa de Octubre de 1917, y en otras situaciones de ruptura e innovación.

El mismo fenómeno del retraso en la comprensión del movimiento y significado de la historia se está repitiendo hoy, con la humanidad, ahondándose en una crisis civilizatoria provocada por la globalización neoliberal y la estrategia de dominación perpetua y universal del sistema de poder estadounidense.

El combate eficaz a amenazas devastadoras que penden sobre la humanidad exige la asimilación de una realidad por la conciencia de los pueblos: el peligro viene justamente del engranaje de poder que se presenta como guardián y defensor de valores eternos de la condición humana.

Parece fácil desmontar la inversión de la realidad, pero, en la práctica, es tarea dificilísima.

La máquina de la desinformación funciona a partir de un falso axioma maniqueísta que divide el mundo en buenos y malos.

Vale la pena recordar que Mani, en la Persia sassánida, fue, hace 17 siglos, de alguna manera un revolucionario, al haber roto el inmovilismo de la religión oficial, el mazdeísmo, presentando como alternativa una nueva mundividencia. Pero los modernos maniqueístas estadounidenses son ultra-reaccionarios.

Los EEUU –la sociedad, el american way of life, las instituciones, los gobernantes, sus guerras lejanas– encarnarían el bien. Sus adversarios serían símbolos del mal. Como nación que se autodesigna como predestinada, los EEUU estarían asumiendo la defensa de la civilización creada a lo largo de milenios contra fuerzas satánicas, movilizadas para destruirla.

El mensaje es primario, pero el control casi absoluto del sistema mediático en esta era de la información instantánea y universal permite alcanzar en gran parte el objetivo establecido.

El discurso maniqueísta y farisaico no convence a la intelligentsia que lo repudia, ni a millones de trabajadores triturados por las políticas neoliberales, pero perturba a las grandes mayorías, las confunde y, aunque no obtenga su adhesión, las neutraliza, manteniéndolas pasivas.

Las fuerzas progresistas, identificado el peligro, vienen desarrollando, sobre todo después de Seattle, un esfuerzo para enfrentarlo que asume proporciones mundiales. El I y el II Foro Social Mundial, en Porto Alegre, y los muchos foros alternativos a cónclaves del G-7, del FMI, del Banco Mundial y de la OMC –o sea, de instrumentos de acción de la Santa Alianza del gran capital– traducen la conciencia de la necesidad de combatir el engranaje de poder instalado por los señores del mundo y de estimular el renacimiento del espíritu de lucha en segmentos cada vez más amplios de las masas que sufren las consecuencias del neoliberalismo.

Fuerzas representativas de cuadrantes ideológicamente muy diferentes y de mundividencias culturales también dispares coinciden en el rechazo del neoliberalismo globalizado, en la condena de la instrumentalización y domesticación de la ONU y de las agresiones imperialistas de los EEUU. Pero el debate y muchas de las acciones de protesta emprendidas han permitido constatar igualmente que entre fuerzas y personalidades unidas en torno de un diagnóstico común, la convergencia termina cuando se procura responder a la pregunta: ¿qué hacer? La unanimidad simbolizada por el lema «otro mundo es posible» desaparece tan pronto se plantea una cuestión fundamental: ¿cómo avanzar hacia ese mundo? El desacuerdo empieza al aflorar la temática de la alternativa al neoliberalismo. Condenar la globalización neoliberal y el imperialismo no implica obligatoriamente el rechazo total del capitalismo. El último Foro Social Mundial, en Porto Alegre, evidenció, a través de comunicaciones presentadas, que muchas destacadas personalidades allí reunidas (comparecieron hasta aliados de la derecha, como el expresidente de Portugal, Mario Soares, y ministros de gobiernos de la Unión Europea) siguen creyendo en la posibilidad de una reforma que humanice el capitalismo haciéndole aceptable.

Algunos, sin tomar conciencia de ello, cumplen el papel que Lord Keynes asumió con mucho talento después de la Primera Guerra Mundial.

Admito que una parte de esos intelectuales actúa de buena fe. Sus intenciones reformadoras en muchos casos están por encima de cualquier sospecha. Mas carecen de la experiencia que se adquiere en los partidos, movimientos y sindicatos. Y ella enseña que el capitalismo es por su esencia deshumanizante, y como tal, no susceptible de una reforma que lo haga aceptable para sus víctimas.

Es mi convicción que en el gran y positivo debate nacido del rechazo de la globalización neoliberal, la prioridad absoluta atribuída a la búsqueda de una alternativa convierte en subalterna una cuestión fundamental: el desesmascaramiento del enemigo.

El objetivo suscita consenso. Pero la tendencia es a olvidar que ese desesmascaramiento en profundidad está por hacerse.

La exégesis de las estrategias a adoptar pierde mucho de su interés práctico si no se acompaña de un trabajo de caracterización de la naturaleza y los métodos del poder imperial que creó la globalizacion neoliberal y le garantiza el funcionamiento.

¿Acaso todo lo que había que decir en ese campo ha sido dicho? No. Pero desde luego, es imprescindible repetir una y otra vez lo que sobre el tema ha sido ya revelado. La asimilación de la historia contada es siempre muy lenta.

No nos hagamos ilusiones. Miles de millones de personas, quizá la mayoría de la humanidad, capta una imagen deformada de los EEUU y sobre todo de su relacionamiento con otros pueblos, imagen mucho más proxima a la difundida por Washington que a la real.

Lenin afirmó que solamente a partir de inicios de mayo del 17 el pueblo de Rusia empezó a comprender que el Gobierno provisional de la burguesía, cuya misión oficial consistía en profundizar las conquistas de la Revolución de febrero, era en la práctica un gobierno de traidores, empeñado en destruirlas.

En otro contexto histórico, prometiendo erradicar de la Tierra el flagelo del terrorismo y lanzar los cimientos de la futura edad del bienestar y la paz entre los hombres, los EEUU están militarizando el planeta a través de una estrategia de terrorismo de Estado que jerarquiza los pueblos y los divide en buenos y malos, haciendo del recurso de la violencia el instrumento de transformación de la historia, aumentando el abismo entre ricos y pobres.

Ronald Reagan, en el auge de la Guerra Fría, difundió la imagen del «Imperio del Mal», colocando esa etiqueta a la Unión Soviética. George W.Bush, agitando la bandera de terribles amenazas a la seguridad de los EEUU, retoma la fórmula e inventa los Estados bandidos (rogue states) agrupados en el peligroso Eje del mal.

No soy moralista. Siempre me repugnó el maniqueísmo político. Pero me apetece recurrir a una paráfrasis para iluminar la mentira. En este inicio del siglo XXI quien se presenta a la humanidad con impudor es EEUU.

El rol de calamidades provocadas por el sistema de poder de los EEUU en los últimos años no tiene precedente por su amplitud planetaria.

Desde el Reich hitleriano, gobierno alguno concebió como el de los EEUU una política de relaciones con el Tercer Mundo tan marcada por un pensamiento fascistizante.

El inventario de los crímenes cometidos por el estado norteamericano desde la implosión de la URSS está hecho. En trabajos de intelectuales progresistas norteamericanos, como Noam Chomsky, encontramos desde luego las más completas descripciones y análisis de las agresiones, ignominias, contrarrevoluciones e intervenciones directas e indirectas que han hecho de los EEUU un estado terrorista que se coloca por encima del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas.

Esa acumulación récord de crímenes contra la humanidad, colectivos y públicos unos y encubiertos otros (CIA, DEA, AID, etc.) continua mientras tanto siendo conocida y evaluada en su significado solamente por una pequeña minoría de habitantes de la Tierra. El control de la información y la cobarde complicidad de los estados de la Unión Europea, Japón, Canadá y Australia (socios en la repartición de las riquezas del mundo) esconde el rostro verdadero y mucho de la agresividad del sistema de poder donde se localiza el auténtico polo del mal.

Desde la Guerra del Golfo, en una escalada asustadora, la política de la irracionalidad, el antihumanismo, la opresión de los pueblos y de la sobreexplotación de los trabajadores, la destrucción del ambiente y las culturas, nos es presentada diariamente, en un bombardeo mediático, como mensajera del bien, escaparate de la democracia, síntesis de las conquistas superiores de la civilización y baluarte de su defensa.

La inversión de lo real, mejor lograda que en la época de Hitler (porque las instituciones que rigen la sociedad norteamericana son todavía formalmente democráticas), configura una tragedia -es ésa la palabra- que embrutece a los pueblos y tiende a eliminar sus potencialidades creadoras y espíritu de resistencia.

El asalto a la razón asume aspectos tan absurdos que un ciudadano de escasa inteligencia, que pone notas religiosas en la apología de la violencia y de la retaliación, ocupa en Washington el vértice de un engranaje de poder que sueña con una dictadura militar planetaria y -repito- amenaza la continuidad de la vida en la Tierra.

Por si solo, aquello que bajo beneplácito imperial, está ocurriendo en Palestina (un genocidio que ultrapasa en horror las profecías bíblicas veneradas por los cruzados del nuevo holocausto) y la guerra que redujo a escombros antiquísimas ciudades de Afganistán (tal vez hoy el museo arqueológico natural más rico de la humanidad) –la irracionalidad de esa estrategia de inocultable barbarie debería funcionar como alerta dirigida a la conciencia de los pueblos.

Estamos, sin embargo, muy lejos de una comprensión suficiente de la gravedad de la amenaza por las grandes masas. Se impone, por tanto, sumar al esfuerzo para empujar a una fase superior las luchas contra la globalizacion neoliberal otro esfuerzo paralelo, complementario y simultáneo, que ayude a centenares de millones de ciudadanos de todo el mundo a percibir una realidad: el sistema de poder de los EEUU es, como gran enemigo de la humanidad, enemigo también de cada habitante de la Tierra deseoso de paz, libertad, progreso, felicidad.

¡Tan fácil y tan difícil!

Traducción de Marla Muñoz
(*) Periodista y escritor portugues. El original en portugues de este articulo se encontra en http://resistir.info
 

tomado de http://www.rebelion.org/opinion/urbano040602.htm 


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