ISLA MÍA,
¡QUE BELLA ERES Y QUÉ DULCE!...
Isla mía,
¡que bella eres y qué dulce!... Tu cielo es un cielo vivo, todavía con un
calor de ángel, con un envés de estrella.
Tu mar es
el último refugio de los delfines antiguos y las sirenas desmaradas.
Vértebras
de cobre tienen tus serranías, y mágicos crepúsculos se encienden bajo el
fanal de tu aire.
Descanso
de gaviotas y petreles, avemaría de navegantes , antena de América: hay en ti
la ternura de las cosas pequeñas y el señorío de las grandes cosas.
Sigues
siendo la tierra más hermosa que ojos humanos contempararon. Sigues siendo la
novia de Colón, la benjamina bien amada, el Paraíso Encontrado.
Eres, a un
tiempo mismo, sencilla y altiva como Hatuey; ardiente y casta como Guarina.
Eres
deleitosa como la fruta de tus árboles, como la palabra de tu Apóstol.
Hueles a
pomarrosa y a jazmín; hueles a tierra limpia, a mar, a cielo.
Cuando te
pintan en los mapas, a contraluz sobre ese azul intenso de litografía, pareces
una fina iguana de oro, un manjuarí dormido a flor de agua...
Pero tambíen
pareces un arco entesado que un invisible sagitario blande en la sombra, apunta
a nuestro corazón.
Isla grácil,
te visten las auroras y las lluvias; te abanica el terral; te bailan los
solsticios de verano.
Como
Diana, libre y diosa, no quieres más diadema que la luna; ni más escudo que el
sol naciente con tu palma real.
La mala
bestia no medró en tus predios, y jamás ha muerto en ti un solo pájaro de frío.
Idílicas
abejas pueblan de miel la urdimbe de tus frondas; allí vibra el zunzún
desprendido del iris, y destilan música viva los sinsontes.
Escarchada
de sal y de luceros, te duermes, Isla niña, en la noche del Trópico.
Te
reclinas blandamente en la hamaca de las olas.
Tienes la
rosa de los vientos prendida a tu cintura; tus mayos están llenos de cocuyos;
tus campos son de menta, y tus playas, de azúcar.
Varas de
San José en trance de boda, tórnanse todos los gajos secos clavados en tu
tierra taumatúrgica. Rocas de Moisés, todas tus piedras preñadas de
surtidores.
Vela un
arcángel escondido tras cada zarza tuya, y una escala de Jacób se tiende cada
noche para el hombre que duerma en paz sobre tu suelo.
Otra
escala sutil es para él, el humo rosa del tabaco que le alegra las siestas y le
aroma de sueños el camino.
Para el
hombre hay en ti, Isla clarísima, un regocijo de ser hombre, una razón, una íntima
dignidad de serlo.
Tú eres
por excelencia la muy cordial la muy gentil. Tú te ofreces a todos aromática y
graciosa como una taza de café; pero no te vendes a nadie.
Te
desangras a veces como los pelícanos eucarísticos; pero nunca, como las sordas
criaturas de las tinieblas, sorbiste sangre de otras criaturas,
Isla
esbelta y juncal, yo te amaría aunque hubiera sido otra tierra mi tierra, pues
también te aman los que bajaron del Septentrión brumoso, o del vergel mediterráneo,
o del lejano país del loto.
Isla mía,
Isla fragante, flor de islas: tenme siempre, náceme siempre, deshoja una por
una todas mis fugas.
Y guárdame
la última, bajo un poco de arena soleada....¡A la orilla del golfo donde todos
los años hacen su misterioso nido los ciclones!
Anarquismo
- Antiglobalización
- Antivirus
- Archivo
Sonoro - Argentina
- Bibliografía/Citas
- Brasil - CGT
- CCOO
- Ciencia - Cine
- Colombia -
Contactos
/ Foro - Convenios
Colectivos - Convocatorias - Convocatorias
defensa FERROCARRIL - Correo recibido
- Chile -
Cuba - Documentos -
Documentos militante -
Ecología -
Economía -
Empleo - Enlaces -
EE.UU. - Europa
- Formación -
Fotografía - Humor
- HUELGA
GENERAL - Infancia - Legislación - Literatura
- Memoria Histórica
- México - Mujer-
Mundo
Insurgente - Mundo del
Trabajo - No
Fumar - Organigrama -
Palestina -
Plan de trabajo -
Prensa - Problema
Español - Profesionales
y Comunistas - Resoluciones
- Sáhara Occidental - Salud -
SIDA - Sexualidad
- Software Libre -
Venezuela -
XVI Congreso Federal y
- VI Congreso de Madrid - Yugoslavia
Novedades