El
contoneo del gallo
Antonio Maira
Cádiz Rebelde
¡Ay triquitraque!
paticorto, pájaro tripón,
sin pluma y con espolones
de peleón.
Moreno Galván. José
Meneses
Bush -paticorto
y peleón como el “gorrión Franco” al que cantaba José Meneses- camina
contoneándose y mirando de lado a lado como los gallos, y se ríe divertido
escondiendo su cara de tramposo. Sonríe con las complicidades muy gozosas como
las de Blair, Berlusconi o Aznar y se desternilla con las complicidades más
forzadas. El presidente de los EEUU se pavonea sobre una larga alfombra de
gobernantes serviles. Bush se celebra a sí mismo y a su chulería tabernaria
con una sonrisa de autocomplacencia siempre que se acerca a los micros.
El capitalismo y las madres
Después de
la puesta en escena de contoneo bravucón y sonrisa triunfante, Bush repite por
donde quiera un manualito corto, bien vivido y asimilado, sobre la libertad de
empresa y de mercado que para él es la única libertad y expresión de
humanidad: “principio moral” y “condición humana” en palabras que le
gusta repetir al presidente. Comprar y vender es sin duda el principio de toda
relación social para este multimillonario tejano que maneja la política
mundial con un selecto grupo de multimillonarios. En nombre de todos ellos habla
George: “En la base de mi política exterior se encuentra un sistema de
valores innegociable, el de los valores que más apreciamos. Y si los valores
son beneficiosos para nuestra gente, tienen que serlo para otros pueblos, no es
que haya que imponerlos porque son valores de origen divino. No son una creación
de los Estados Unidos. Son los valores de la libertad, y la condición humana, y
el amor de las madres por sus hijos”[1]. Libertad de negocio y amor de madres.
Todo un complejo mundo de valores con el que ese pequeño comité de magnates
dan respuesta a los problemas del mundo: economía capitalista y sentimiento
maternal.
Guerras preventivas, de destrucción masiva y sin límites
En Praga,
Bush impone a sus “incondicionales” socios mayores y menores de la OTAN la
norma suprema de conducta: “El mundo necesita que las naciones de este
continente sean activas en defensa de la libertad (léase: estén dispuestas a
atacar a Irak, Irán, Corea, Siria, Libia, Cuba o cualquier otro enemigo de los
EEUU, o a sumarse a bloqueos genocidas contra los rebeldes del Imperio o contra
los enemigos de los “mercados abiertos”) y no mirándose hacia dentro o
aislados por la indiferencia”. “Europa decidirá su lugar en los sucesos del
mundo... afrontará sus responsabilidades mundiales o elegirá vivir aislada de
los retos de nuestro tiempo”[2]. Todos sus oyentes saben que el presidente de
los EEUU se refiere específicamente al apoyo incondicionado a una guerra contra
Irak para responder a unas amenazas inverosímiles que han fabricado
completamente los Estados Unidos. Por si hubiera alguna duda añade, refiriéndose
ya directamente a la próxima campaña y a las colaboraciones militares que ha
“pedido” a unos cincuenta países del mundo: “Se trata de una opción que
debe tomar cada país para decidir cómo, en qué medida y cuándo prefieren
participar”. Cómo, en qué medida y cuándo. De ninguna manera la opción
incluye la negativa a esa participación. Una lucha por la libertad que empieza
con la coacción a los amigos y la imposición de hacer la guerra.
Las
responsabilidades de los socios menores de la OTAN incluyen además la aceptación
de la guerra preventiva en cualquier lugar del orbe, de destrucción masiva, por
supuesto. Los EEUU no se implican en guerras de destrucción limitada sino de
toda la “destrucción necesaria”, con armas que tienen esa capacidad. Ésta
es otra de las aportaciones de Washington a la cultura y a la civilización
occidentales –complementaria de la libre empresa, y también del buen libre
comercio: el que funciona en la dirección favorable a la economía
norteamericana-.
Además los
gobiernos de esos aliados, independientemente del entusiasmo en la colaboración
con el ejército de los Estados Unidos, se comprometen a guerrear codo con codo
con unas fuerzas armadas que niegan los límites de la guerra: no otra cosa
supone la negativa a aceptar la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional
contra la crímenes de guerra, lesa humanidad y genocidio.
La fuerza y la vehemencia humanitaria del comandante en jefe
Bush es un predicador de la
guerra como instrumento para el logro de “la paz”: “la acción (se refiere
a la fuerza) proporciona una especie de estela tras la que se pueden colocar los
dirigentes y países reacios para comprobar que se ha producido un paso positivo
hacia la paz”. E insiste en el derecho al uso de la fuerza y en su
potencial coactivo: “Todo el éxito que EEUU logre por su cuenta fortalecerá
su capacidad de construir una coalición internacional”. Y con absoluta
brutalidad indica cuál es el papel del presidente en este uso de la violencia:
“mi tarea consiste en hacer que la hoja permanezca afilada”. Claro que quien
mejor expresa la función de la fuerza es Richard Perle: “Si destruimos a los
talibanes y destruimos el régimen de Sadam, el mensaje para los otros está
claro: el próximo serás tú. Dos palabras (“you´re next”) que son una
diplomacia muy efectiva”.
El sentido
de la autoridad del gallo Bush es absoluta: “Soy el comandante en jefe, no
necesito explicar por que digo las cosas que digo... Es lo bueno de ser
presidente... no le debo una explicación a nadie”. Aunque las declaraciones
fueron hechas en el contexto del gobierno de los EEUU, es obvio que esa concepción
del “comandante en jefe” es aplicada por Bush a las relaciones exteriores.
Pero no
exageremos la pasión bélica de Bush. El presidente de los EEUU modera su
condición de autócrata del mundo con un fuerte “sentido humanitario”. Él
insistió para que la aviación estadounidense llevase ayuda alimenticia a
Afganistán –algunos miles de raciones diseminadas por el territorio- antes de
que empezaran los terribles bombardeos: “Yo quería que nos considerasen los
libertadores”.
“Los
intereses humanitarios –afirma con desparpajo- también influyeron en la
necesidad de enfrentarme a Irak... es claro que el cambio de régimen en Irak
tendrá repercusiones estratégicas. Pero hay algo más profundo en lo que a mí
respecta. El profundo sufrimiento”[3]. Pocos meses después de estas
declaraciones filantrópicas, a mediados de noviembre, la Unicef hacía una
advertencia sobre algo muy sabido –sobre todo por el gobierno de los EEUU-, la
agravación de la crisis humanitaria provocada por la destrucción sistemática
de todo el sistema de conducción y depuración de aguas, y por un embargo que
impide, entre otras casas, la restauración de ese sistema y la compra de
alimentos y medicamentos: cinco millones de niños menores de 5 años sufren en
Irak de desnutrición crónica[4]. Toda una generación infantil adaptada
violentamente a una “condición humana” peculiar por los sucesivos gobiernos
de Washington.[5]
Claro que, ¿qué son en realidad entre 700 mil y un millón de niños muertos y cinco millones de niños desnutridos ante los valores innegociables del mercado libre y del amor de las madres?
[1] Entrevista con G. W. Bush realizada por Bob Woodward y resumida por El País 20 noviembre 2002
[2] Discurso ante el plenario de la OTAN en Praga.
[3] Tal vez Bush, rizando el rizo de un cinismo absoluto, se refiera a que la derrota de Irak –algunas decenas o centenares de miles de muertos más, según cálculos muy variados- y el establecimiento de un gobierno bajo mando militar de los EEUU supondrá el fin del embargo.
[4] La Jornada, 22 de noviembre.
[5] “O uno cree en la libertad y se preocupa de la condición humana, o no”, dice Bush a Woodward para señalar que los problemas “no pueden solucionarse con meras palabras”.
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