De Hitler a Bush
El señor
embajador de los Estados Unidos de Norteamérica en Uruguay, Martin
Silverstein, hace unos pocos días me envió un comunicado acusando al diario
La República, publicación que me honro en dirigir, de carecer "de toda
medida de integridad periodística" por comparar a su presidente, George
Bush con el canciller del Tercer Reich alemán, Adolfo Hitler.
No pude
contestarle antes porque el acto de piratería internacional que su país
cometió al atacar con la más formidable maquinaria de matar que recuerde la
historia universal, a un pueblo indefenso y casi desarmado, me obligó a
destinar más tiempo que el rutinario en la preparación de las ediciones
especiales sobre la matanza. También me encontraba ocupado en hacer condenar
penalmente a torturadores uniformados que fueron entrenados en EEUU y que me
estaban calumniando, tarea esta que llevé a cabo con éxito en estos días.
Cuando el
embajador me visitó hace no mucho tiempo en mi despacho comenté con mis
colaboradores que él era el embajador de EEUU más inteligente, perspicaz y
humorista que había conocido. "Por fin -dije-, un representante del
imperio con el que se puede discutir ideas fuera de los insulsos y aburridos
clichés con que nos intoxican en las reuniones que nos toca compartir".
Pero,
lamentablemente para el embajador, su sagacidad no le impidió la desdicha de
tener que representar al presidente 43 de su nación, George Bush (hijo), un
fanático paranoico, intoxicado de mesianismo, con menos luces que una babosa,
borracho de poder como antaño fue borracho de alcohol y condenado legalmente
por ello el 4 de septiembre de 1976 cuando conducía ebrio y a toda velocidad
su automóvil, amonestado también por el famoso predicador Graham que le
dijo: "Quién eres tú para creerte Dios", militante de la Christian
Right, la derecha cristiana tejana y sudista, un racista enamorado de la pena
de muerte, sobre todo contra los negros, en fin, el peor presidente
norteamericano de la última centuria, el que mayores tragedias desencadenará
sobre su propio pueblo, la contracara del homo sapiens, la encarnación del
homo demens.
Y además misógino,
como buen racista. Nadie puede olvidarse de las humillaciones públicas a las
que somete a su esposa Laura Bush. No es fácil de olvidar el malestar de
Laura cuando el presidente explicó a la prensa que su esposa no lo estaba
acompañando ese día "porque ha llovido y ella necesitaba barrer la
entrada, porque mañana recibiremos al presidente de China, Jiang Zemin, en
nuestro rancho de Crawford (Texas)".
Su
compatriota, el anciano escritor Kurt Vonnegut no dudó en calificarlo del
"más sórdido y patético golpista de opereta que es dable
imaginar".
Pero vayamos
al corazón del incidente. Que se quede el embajador de EEUU con su patética
desventura de tener que defender al más delirante de los habitantes de la
Casa Blanca y a mí con el honor de procesarlo con las armas de la palabra.
El tema es la
comparación entre Adolfo Hitler y George Bush.
Obvio es que
existen diferencias. La primera de ellas es que el criminal de guerra,
genocida del pueblo judío y del pueblo soviético, ganó por abrumadora mayoría
los comicios alemanes, mientras que el criminal de guerra, genocida del pueblo
iraquí llegó al poder en forma fraudulenta, en medio del mayor escándalo
electoral de la historia norteamericana.
Desde el
punto de vista teórico la comparación entre Bush y Hitler es correcta. Los
cientistas han definido al nazismo como la dictadura terrorista del capital
financiero en expansión. Bush al ponerse al margen de la ley e invadir a una
Nación indefensa que no lo agredió, para quedarse con su riqueza petrolera,
la segunda mayor del mundo, y anunciar que después le seguirán otras
Naciones petroleras, se acercó a la definición de dictadura terrorista del
capital financiero. Aunque no le guste aceptarlo.
George Bush
ya llevaba en sus genes la raíz nazi.
Su abuelo,
Prescott Bush, era socio de Brown Brothers Harriman y uno de los propietarios
de la Unión Banking Corporation. Ambas empresas jugaron un papel clave en la
financiación de Hitler en su camino hacia el poder alemán. El gobierno
norteamericano ordenó el 20 de octubre de 1942 la confiscación de la Unión
Ranking Corporation propiedad de Prescott Bush e incautó además la Corporación
de Comercio Holando-Estadounidense y la Seamless Steel Corporation, ambas
administradas por el banco Bush-Hamman. El 17 de noviembre de ese mismo año,
Franklin Delano Roosevelt confiscó, por violación a la ley de comercio con
el enemigo, todos los bienes de la Silesian American Corporation administrada
por Prescott Bush. El bisabuelo de nuestro George, el guerrero de Dios, Samuel
Bush, padre del nazi Prescott Bush, fue la mano derecha del magnate del acero
Clarence Dillon y del banquero Fritz Thyssen, quien escribió el libro I Paid
Hitler (Yo financié a Hitler), afiliándose en 1931 al partido nazi (Partido
Obrero Nacional Socialista Alemán).
Y si el señor
embajador tiene alguna duda sobre la espuria alianza de los Bush con Hitler le
ruego leer el lúcido ensayo de Víctor Thorn. Dice Thorn: "Una parte
importante de los cimientos financieros de la familia Bush fue constituida por
medio de su ayuda a Adolfo Hitler. El actual presidente de Estados Unidos, así
como su padre (ex director de la CIA, vicepresidente y presidente), llegaron a
la cumbre de la jerarquía política norteamericana porque su abuelo y padre y
su familia política ayudaron y alentaron a los nazis". Todo esto sin
contar las estafas y desfalcos de la familia Bush por cuatro millones y medio
de dólares al Broward Federal Savings en Sunrise, Florida, o la estafa a
millones de ahorristas del Banco de Ahorros Silverado (Denver, Colorado).
Bisabuelo
nazi, abuelo nazi, padre que no tuvo tiempo de ser nazi porque ya Hitler se
había suicidado en los jardines de la Cancillería en ruinas, aunque se
benefició de la fortuna mal habida de sus ancestros.
Pero no
condenemos a nuestro homo demens por sus genes siniestros.
Juzguémoslo
sólo por sus obras. Y comparemos. Sólo comparemos.
¿Cómo cree
el señor embajador, que el delirante cabo austríaco alcanzó la suma del
poder público? Porque Hitler llega al poder en elecciones limpias pero se
encuentra con la Constitución de Weimar que le impone límites que su
omnipotencia le impide aceptar. Planifica entonces el incendio del Reichstag y
en una sola noche es ungido el decisor de la guerra o la paz.
¿No le
resultan conocidos esos hechos al señor embajador?
La criminal
demolición de las Torres Gemelas trajo los mismos lodos que el incendio del
Reichstag.
Obviamente no
voy a cometer la osadía de afiliarme a la tesis de los que acusan al grupo
belicista bushiano de haber orquestado esa masacre o no haberla impedido
cuando sabían que se preparaba.
No hay
pruebas contundentes para tamaña afirmación aunque sí, múltiples indicios
de negligencia culpable o vastas sospechas que son alimentadas por una férrea
censura, sin precedentes en la democracia norteamericana moderna.
Algún día,
cuando el pueblo norteamericano recupere totalmente la libertad de información
e investigación sobre el martes negro del 11 de septiembre, hoy acotadas por
la ley patriótica aprobada con el único voto en contra de una mujer, símbolo
de la dignidad nacional norteamericana, se podrá saber por qué desoyeron los
numerosos indicios y huellas dejadas por todo el país anunciando el
magnicidio. Se podrá saber por qué demoraron 80 minutos en despegar los
aviones militares para interceptar las aeronaves secuestradas cuando de
inmediato se supo que los aviones comerciales que habían despegado de Boston
habían sido secuestrados y se dirigían a Washington, cuando el manual prevé
la intervención de la Fuerza Aérea en caso de secuestros, en menos de 5
minutos.
Se podrá
saber por qué se ocultaron los restos del presunto avión que impactó en el
Pentágono. Se podrá saber por qué el director del servicio secreto
paquistaní inmediatamente después de reunirse en Washington con Tenet, el
jefe de la CIA norteamericana, dispuso, y así lo informa el diario
conservador The Wall Street Journal, que Islamabad girara a EEUU la suma de
cien mil dólares para Mohammed Atta, jefe del operativo suicida contra las
Torres Gemelas de Nueva York. Sobre este dato aterrador está prohibido
investigar al suspenderse las libertades civiles en EEUU a partir de la Ley
Patriótica.
Se podrá
saber, en fin, por qué 15 de los 21 integrantes de los comandos suicidas eran
originarios de Arabia Saudita, el principal aliado de los EEUU en el golfo Pérsico.
No había ni un sólo iraquí. Ni por casualidad.
Pero más allá
de las sospechas, no hay duda de que el descontrolado presidente número 43 de
EEUU, ungido en elecciones fraudulentas, en medio de una impresionante recesión
sin salida a la vista, con el más bajo nivel de popularidad inicial en un
mandatario, pasó a dominar todo el escenario, a recibir poderes inconcebibles
en una democracia, siendo coronado Emperador vindicator para lavar la afrenta
que los bárbaros infringieron a su pueblo.
El incendio
del Reichstag americano del 11 de septiembre brindó la gran oportunidad de su
vida a George Bush.
La peor
victoria electoral en EEUU de un presidente desde 1876 hasta nuestros días se
transformó en la mayor posibilidad histórica recibida por belicista alguno
para imponer al mundo el nuevo orden norteamericano.
Así como
Hitler lo primero que hizo fue rodearse de una pandilla de facinerosos como él,
fanatizados por el poder de la fuerza, como Goering, Goebels, Himmler, Mengele,
Eichman, el presidente texano buscó la coraza protectora de una guardia de
hierro, por momentos más belicista que él, que le impiden la tentación de
la duda y que portan como él una marca en el orillo: todos son petroleros. El
vicepresidente Dick Cheney estuvo en el grupo Halliburton Oil, el jefe del
Pentágono, Donald Rumsfeld en la petrolera Occidental, la Consejera de
Seguridad Nacional, la solterona despiadada Condoleeza Rice, que por una broma
de la vida su nombre significa "con dulzura", integró el directorio
de Chebron y tiene buques petroleros con su nombre. También la secretaria del
Interior, Gale Norton está vinculada al petróleo como Bush padre también lo
estuvo en el grupo petrolero Carlyle y el actual presidente Bush hijo en la
Harkins Oil.
Este quinteto
de la muerte que rodea al guerrero Bush, una verdadera mafiocracia, al igual
que el quinteto que se fusionó con Hitler, se nutrió de una Biblia muy
especial.
En este caso
la filosofía de Hegel, Nietzsche, Schopenhauer, que le dio vida y pasión al
creador del holocausto del siglo XX fue sustituida por especímenes menos
cultos y de menor prosapia intelectual, pero más pragmáticos para el Hitler
del siglo XXI.
¿Cuáles son
los autores de cabecera de esta pandilla belicista?
El bostoniano
Henry Cabot Lodge afirmando que "en el siglo XIX ningún pueblo igualó
nuestras conquistas, nuestra colonización y nuestra expansión y ahora nada
nos detendrá". Marse Henry Watterson declarando que EEUU es "una
gran república imperial destinada a ejercer una influencia determinante en la
humanidad y a modelar el futuro del mundo como no lo ha hecho nunca ninguna
otra nación, ni siquiera el imperio romano".
O Charles
Krauthammer quien hace muy poco, en 1999 escribió en The Washington Post:
"EEUU cabalga por el mundo como un coloso. Desde que Roma destruyó
Cartago ninguna otra gran potencia ha alcanzado las cimas a las que hemos
llegado. EEUU ha ganado la guerra fría, se ha puesto a Polonia y a la República
Checa en el bolsillo y después ha pulverizado a Serbia y Afganistán. Y de
paso ha demostrado la inexistencia de Europa".
O Roberto
Kaplan señalando que "la victoria de los EEUU en la segunda guerra
mundial, al igual que la de Roma en la segunda guerra púnica, la convirtió
en una potencia universal".
O el conocido
historiador Paul Kennedy explicando que "ni la Pax Británica, ni la
Francia napoleónica, ni la España de Felipe II, ni el Imperio de Carlomagno,
ni siquiera el Imperio romano pueden compararse al actual dominio
norteamericano. Nunca ha existido una tal disparidad de poder en el sistema
mundial".
O el director
del Instituto de Estudios Estratégicos Olin de la Universidad de Harvard,
profesor Stephen Peter Rosen afirmando que "nuestro objetivo no es luchar
contra un rival, porque éste no existe, sino conservar nuestra posición
imperial y mantener el orden imperial".
O el inefable
Zbigniew Brzezinski declarando que "el objetivo de EEUU debe ser el de
mantener a nuestros vasallos en un estado de dependencia, garantizar la
docilidad y la protección de nuestros súbditos y prevenir la unificación de
los bárbaros".
O el
Presidente Wilson declarando en pleno Congreso de la Unión que "le enseñaría
a las repúblicas sudamericanas a elegir buenos diputados".
O el célebre
Billy Sunday quien definía a un izquierdista latinoamericano como "un
tipo con hocico de puerco espín y un aliento que haría huir a un
zorrino", agregando que si él pudiera "los amontonaría a todos en
prisiones hasta que se les salieran los pies por las ventanas".
Escuchemos
ahora al actual vicepresidente de los EEUU Dick Cheney y al secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, que junto con Dulzura Rice, forman el triángulo
belicista, más temible que el de las Bermudas.
Dijo el
vicepresidente Cheney ante esta guerra santa: "EEUU no tiene que
enrojecer por ser una gran potencia y tiene el deber de actuar con fuerza para
construir un mundo a imagen de EEUU". Mientras que el jefe del Pentágono
fue más claro, por si no lo entendimos. Rumsfeld dixit citando la frase
preferida de Al Capone: "Se consigue más con una palabra amable y un revólver
que con sólo una palabra amable".
Este lenguaje
que nutre la epidermis y las neuronas de Bush es un lenguaje encrático,
autoritario, intimidante que conduce inevitablemente a la perversión moral
del fin justificando los medios. La característica esencial del lenguaje de
la banda Bush, similar al lenguaje nazi, es la simplificación, el
reduccionismo y la intimidación. El lenguaje de este grupo depredador es un
lenguaje esquemático, emocional, cargado de prejuicios que incita a la
exaltación de los sentimientos más nobles del pueblo. No tengo dudas que
Bush se nutre del lenguaje nazi.
Bush no cree,
como Hitler, en el Estado de Derecho que no es el Estado que posee leyes sino
el Estado que se somete, él mismo, al imperio de la ley y no puede
transgredirla por ninguna causa, y menos aún por la razón de Estado. En
nombre de la razón de Estado o de la Patria o de la seguridad nacional se han
cometido crímenes abominables.
¿Qué
diferencia entre el edificio intelectual de Bush y el de Hitler, existen en el
escenario de la razón de Estado? No creo que muchas. Salvo diferencias de
estilos, épocas y magnitud de fuerza y poder.
El discurso
de la banda Bush es el discurso del amo y del esclavo. No hay diferencias con
el discurso de la pandilla hitleriana.
Uno es más
amable que el otro. Aunque la historia está probando que el menos amable fue
menos mortífero.
Civilización,
barbarie, pacificación de los bárbaros, pueblo elegido y de ahí a la raza
elegida un solo paso. En fin ¿no nos hace acordar todo esto al psicópata del
bigotito?
Y hablando
del bigotito, es aleccionador el relato que un influyente asesor de seguridad
que vive en Washington le contó a la revista argentina "Noticias":
"Para bien o para mal, George Bush Jr. es el hombre indicado para esta
guerra. Nació para esto. La potencia que le viene de adentro lo hace temblar.
Cuando uno está hablando con él en su despacho parece que se va a comer al
que tiene enfrente. Se sienta en el borde del sillón, casi sin apoyarse y
mueve los brazos como si no supiera qué hacer con ellos. Necesita acción".
Vaya imitación
de la gestualidad del dictador nazi. Aunque nunca es lo mismo la flema de un
vaquero texano pistola al cinto que la de un teutón cuasi epiléptico que se
atraganta con su furia y escupe al hablar y gesticular. El cuerpo de Bush no
escupe al hablar. Su alma, sí escupe, odio y violencia y genera terror. Mas
no le importa. Debe haberse aprendido el "oderint dum metuant" del
emperador Calígula ("Dejen que nos odien, basta con que nos tengan
miedo").
La
incontinencia emocional de Bush ya es un clásico y como el Adolfo, no admite
un NO. Su esposa Laura Bush recordó a la prensa que la primera vez que le
dijo a su esposo que no le gustaba uno de sus discursos, éste, muy enojado,
chocó su auto contra el muro de entrada del garage de su casa.
Se siente
como el numen nazi, un enviado de Dios, a quien convoca en cuanta oportunidad
se presenta. Decretó que todas las reuniones de su Gabinete se inicien con
una oración religiosa. Y dice haber consultado a Dios para atacar a Irak
despreciando la posición de la mayoría de las naciones del planeta y del 90%
de los seres humanos. Trata de imitar al presidente William McKinley
invadiendo Filipinas para evangelizar a los nativos y culpando a Dios que le
dio la orden de entrar a patadas en ese país.
Otra
coincidencia en estas vidas paralelas, que hubiera hecho la delicia de
Plutarco, es que Bush y Hitler se hubieran salvado de ingresar a la galería
de los grandes bufones de la historia, de haber tenido un sicoanalista a mano.
A ambos un buen sicoanalista les habría ayudado a canalizar su libido hacia
menesteres más normales, sublimando el único afrodisíaco que tanto Hitler
como Bush conocen, que es el poder omnímodo y cruel sobre los demás.
Sigamos
viendo las similitudes entre el guerrero de la raza aria y el guerrero de Dios
como bien calificara Telma Luzzani, al exaltado texano.
Bush proclama
urbi et orbe la guerra preventiva. Dwight Eisenhower en 1953 no dudó al
respecto: "La guerra preventiva es un invento de Adolfo Hitler,
francamente yo no me tomaría en serio a nadie que me viniera a proponer una
cosa semejante".
Pero ¿guerra
preventiva contra quién? Bien es sabido que la primera víctima de una guerra
es la verdad. Y Bush lo primero que hace para fabricar su guerra preventiva,
tras el incendio del Reichstag, es mentir a lo Goebels a un grado tan
primitivo que nadie terminó creyéndole algo. Primero dijo que Irak apoyaba a
Al Qaeda. Cuando se comprobó el odio irreconciliable entre Saddam Hussein y
el ex empleado de EEUU, Osama Bin Laden, Bush apeló a incluir a Irak en la
corriente fundamentalista musulmana. Difícil de creer en el país más laico
del mundo árabe. Apelaron entonces a la existencia de armas de destrucción
masiva. Afirmaron que Irak no iba a permitir las inspecciones y cuando las
permitió, aseveraron que no iba a dejar entrar a la ONU en los Palacios y
otros lugares preservados. Cuando también se reveló que tal negativa era
falsa, dijeron que las armas estaban bien ocultas. Finalmente no encontraron
ni una sola. Cuando todos los argumentos fueron sepultados pidieron la
renuncia o el exilio de Saddam Hussein y admitieron la única verdad real:
queremos ocupar el territorio iraquí pese a quien pese y decidir quién lo va
a gobernar. Democracia planetaria que le dicen. La misma operación de
desinformación que Hitler lanzó contra Checoeslovaquia, Austria y Polonia.
Las mismas excusas que iban cambiando a medida que se derrumbaban.
Otra
similitud es el desprecio por la comunidad internacional y por la opinión pública
mundial. Hitler destruyó la Sociedad de Naciones creada en 1919. Bush hizo
trizas las Naciones Unidas, concitando en su contra la mayor oposición a un
país desde la fundación de la ONU: 170 países no apoyan la guerra contra sólo
30, la mayoría de éstos sin peso alguno y procedentes de la desarticulada
Unión Soviética, que se venden al mejor postor. A Bush, como a Hitler, no lo
paró ni la mayor derrota diplomática de los EEUU desde que se fundó la ONU.
A Hitler jamás le importó el odio y el rechazo de los pueblos del mundo
entero. Bush intenta superar al teutón. Las manifestaciones en su contra sin
precedentes en el planeta, son música guerrera para sus oídos wagnerianos.
Lo enfrenta el espíritu de Seattle que fundó en 1999 el movimiento
antiglobalizador y pacifista más imponente de la historia universal. Nada lo
detiene.
Indignaba ver
el destrato de que hacía objeto al jefe de inspectores de la ONU, Hans Blix,
con sus 75 años a cuestas, nacido en la maravillosa y helada Uppsala de la
Suecia socialdemócrata, un digno seguidor de las tradiciones democráticas
del mártir, Olof Palme.
El desprecio
hacia la gente y sus derechos es el motor de su humanismo. Escuchemos al
mariscal Goering en el juicio de Nuremberg: "Naturalmente la gente común
no quiere la guerra, pero después de todo, son los dirigentes de un país los
que determinan la política y siempre es un asunto sencillo el arrastrar al
pueblo. Ya sea que tenga voz o no, al pueblo siempre se le puede llevar a que
haga lo que quieren sus gobernantes. Es fácil. Todo lo que uno debe hacer es
decirles que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por su falta
de patriotismo y porque exponen el país al peligro". Fue el nazi Goering
el que lo dijo en 1945, no fue George Bush. La diferencia entre Goering y Bush
es que el nazi lo dijo en alemán y Bush lo dijo en inglés. La invasión de
una nación soberana que no lo agredió necesitaba una legitimación ética
aunque ilícita: derrocar al tirano Hussein e imponer a sangre y fuego un
gobierno democrático y popular. Suena lindo, aunque la comunidad
internacional y sus normas sea el precio que haya que pagar. Pero no es
cierto. Nadie duda que Saddam Hussein es un dictador siniestro que ha
asesinado a su pueblo y que su partido socialista Baath, de socialista no
tiene nada. Pero quién puede creerle a Bush que va a instaurar la democracia
iraquí cuando sus predecesores menos nazis que él, invadieron y ocuparon
durante años y años naciones soberanas e instalaron dictaduras feroces que
defendieron contra sus propios pueblos como Somoza en Nicaragua, Duvalier en
Haití, Trujillo en República Dominicana. Tanto como los regímenes títeres
y despóticos que impusieron los nazis en los países que ocuparon, incluida
la Francia antigaullista del mariscal Petain.
Así como
Hitler invadió Europa en busca de su Lebensraum, de su expansión territorial
y de las urgentes materias primas que necesitaba para el desarrollo alemán y
la construcción del nuevo imperio germano que vengara la afrenta del Tratado
de Versalles, Bush va en busca también de su propio Lebensraum. Un Lebensraum
que en el mundo globalizado de hoy no se mide más por kilómetros de
territorios físicamente ocupados sino por el dominio económico y político
que se ejerce sobre ellos dirigido a distancia desde los centros financieros
internacionales.
Los objetivos
del nuevo Hitler son múltiples. En primer lugar apoderarse del tanque de
gasolina del capitalismo mundial que no otra cosa es el Golfo Pérsico. Bush
sabe que en 10 años el petróleo que produce su país, locomotora productiva
del mundo, se agotará irremediablemente. En 40 años no existirá más petróleo
en el planeta. Es una carrera contra reloj. Según Statistical Review
disminuye en forma alarmante el descubrimiento de reservas energéticas. La última
década creció sólo un 5% contra el 45% de la década anterior. El 65% de
las reservas están ubicadas en Medio Oriente. EEUU consume 20 millones de
barriles por día de los 77 millones que se producen a diario en el mundo, de
los cuales sólo 10 millones es producido por los propios norteamericanos, que
dependen de los demás para seguir siendo una potencia imperial. El objetivo
del ataque a Irak, segunda reserva mundial de petróleo, es controlar esos depósitos,
controlar su precio y controlar su producción. Qué armas ocultas ni qué
otra cosa. Como dice Galeano, si Irak produjera rabanitos en lugar de petróleo,
¿a quién se le ocurriría invadir ese país?
Para Bush el
petróleo está servido. Falta sólo tomarlo. No sabe aun que puede
atragantarse.
La segunda
jugada de Bush es disciplinar a su aliado, Arabia Saudita, primer productor
mundial de petróleo y máxima reserva energética del mundo, cuyos precios no
le sirven a EEUU. El tercer objetivo como reveló en febrero de este año el
subsecretario de Estado, John Bolton, es invadir a Irán y a Siria, que forman
junto con Corea del Norte el "eje del mal", y si la coyuntura es
favorable, incluir a Libia en el sancta sanctorum. El cuarto paso es destruir
la OPEP y apoderarse de los combustibles fósiles del mundo. Si no expropia
los fósiles y no encuentra a tiempo alternativas energéticas, el capitalismo
norteamericano deberá modificar el modelo de consumo de su pueblo y con ello
puede perder el punto de apoyo de su hegemonía mundial. El quinto objetivo
son los suculentos negocios de la reconstrucción de Irak sobre el que se
lanzaran muchas de las 500 transnacionales que dominan el mundo, la mayoría
norteamericanas. No menos importante es el sexto objetivo, que se nutre en las
enseñanzas de lord Keynes, utilizando la industria bélica para superar la
honda recesión en que está hundida la economía norteamericana, con
crecimiento cero. No olvidemos que una guerra se gana no cuando se impone la
supremacía militar sobre el adversario sino cuando se obtienen los réditos
económicos que son la razón última de su desencadenamiento.
No podemos
dejar de mencionar un último objetivo y quizás el más importante de esta
guerra: imponer la supremacía del dólar frente al euro que en los últimos
tiempos le está dando una paliza al dólar en frentes inesperados, poniendo
en peligro el privilegio del peso norteamericano en la comercialización del
crudo. El dólar se depreció en los últimos meses con relación al euro, un
17%, cifras inimaginables desde la creación de la moneda única europea.
Incide en esta depreciación la decisión iraquí de pasar 10 billones de dólares
de sus reservas a la moneda común europea, provocando un sismo en el dólar.
Esta es otra de las razones del ataque a Irak, intentando que un gobierno títere
haga retornar los 10 billones de dólares iraquíes al área del dólar. También
Rusia está operando el petróleo en euros y además Irán y varios países de
la OPEP están analizando si también abandonan el dólar y se pasan al euro.
Los economistas estiman que si esto ocurre se producirá una depreciación
inusitada del dólar, desplomándose el valor de los activos norteamericanos,
acercando al gigante con pies de barro a un colapso económico como en la década
de los 30.
La invasión
tiene su antecedente más raigal en la necesidad de un nuevo reparto del mundo
al fracasar los acuerdos de la tríada (EEUU, Europa y Japón) en 1998 en la
reunión de la OCDE en París y en 1999 en la reunión de la OMC en
Washington. No hubo acuerdo en el reparto del mercado mundial asediado por la
disminución del porcentaje del Producto Mundial Bruto que llegó hasta el 50%
concentrado en las manos de la tríada y sus transnacionales al finalizar el
siglo. El fracaso del neoliberalismo en seguir manteniendo la máxima tasa de
explotación de las naciones dependientes, la fatiga y la decadencia de la
hegemonía unipolar y la posibilidad no muy lejana de una crisis mundial que
transforme a la arrogante dominación de hoy en una hegemonía en harapos, se
encuentra en las raíces de este acto de piratería internacional.
Europa no
aceptó los términos del reparto y embistió con su euro. EEUU replicó con
la razón de las bestias y si logra el control de los lagos negros tendrá
crudo barato y abundante mientras sus aliados lo recibirán caro y en
cuentagotas haciendo sufrir a sus economías.
Ese es el
plan guerrero. La misma razón de dominio económico que lanzó a Hitler en
los brazos de Marte, al grito de "ocupar, administrar, explotar". De
ahí a que Bush pueda cumplirlo hay un gran trecho. Sobre todo teniendo en
cuenta que esta guerra por primera vez la afrontará económicamente solo. La
anterior invasión a Irak, legitimada por la comunidad internacional, la
pagaron todas las naciones. Esta invasión ilícita, crimen de lesa humanidad
contra el mundo civilizado, la pagará sólo EEUU y un pequeño porcentaje, la
Inglaterra del renegado Blair. Y es mucho dinero. Suficiente como para
desestabilizar aún más al dueño de la maquinita de fabricar dólares,
instalada en el Departamento del Tesoro de la nación más endeudada del
planeta: los EEUU de Norteamérica.
Trazados los
objetivos reales, Bush y su banda de halcones patentaron la estrategia militar
nazi: la famosa "Blitzkrieg" con que los nazis asolaron Europa, en
la modalidad de guerra relámpago con ataques combinados de divisiones enteras
de tanques Panzers apoyados por oleadas de aviones y piezas de artillería.
Los tiempos cambiaron y la blitzkrieg nazi se transformó en hiperblitzkrieg
norteamericana, pero la modalidad inventada por los mariscales de Hitler es la
misma que aplica Bush, aunque con una potencia de fuego mil veces superior.
Otra
similitud es la desproporción de fuerzas. La invasión nazi a Checoeslovaquia
o a Polonia donde la caballería polaca se enfrentaba a los tanques alemanes y
era diezmada previamente por la aviación, no es nada comparado con el poder
de fuego infernal de la más poderosa trituradora tecnológica de la historia.
Es como si los polacos se defendieran con hondas frente a la Luftwage de
Goering. En la primera invasión a Irak, los iraquíes tuvieron 120 mil bajas
contra sólo 137 norteamericanos muertos y 7 desaparecidos. Salvo la Guardia
Republicana de Saddam, el resto del ejército iraquí son famélicos
campesinos sin entrenamiento, ni tecnología, ni armamento adecuado, el que se
enfrentará a más de 300 mil soldados entrenados año tras año para matar
sin dudar.
¿Qué puede
hacer un país que tiene un presupuesto militar de 1.400 millones de dólares
contra otro que destina 400.000 millones de dólares anuales en sus Fuerzas
Armadas? Y por si fuera poco Bush acaba de pedir otros 75.000 millones de dólares
para la propina de esta masacre. Promete a cambio que el botín de guerra
compensará con creces la inversión.
Antes de
comenzar la matanza el ejército iraquí fue desangrado como se hace con los
toros de lidia por los piqueteros apenas entran en la arena, para que el
matador corra menos riesgos. Una década de sanciones económicas, de
embargos, carente de repuestos, sin aviones, con escasos tanques, con pocas
baterías antiaéreas y sólo equipado con los viejos fusiles de asalto AK 47,
ha puesto de rodillas al toro iraquí. El torero sólo tiene que hundir su
espada hasta el fondo y esperar la agonía.
Las últimas
noticias del frente, sin embargo, revelan que desangrado y todo, el toro está
dispuesto a vender cara su vida.
El vagabundo
vienés devenido en profeta de la raza aria, Adolfo Hitler, embistió sin
respetar los grandes tesoros de la humanidad, destruyendo ciudades
prodigiosas, culturas irrecuperables y fantásticos monumentos creados por el
hombre a lo largo de los siglos.
Imitando al
protegido de su familia, George Bush entra a sangre y fuego en la cuna de la
humanidad, en el Mesos Potamos que así se llamaba Irak hace 8 mil años,
"tierra entre ríos", donde se fundó el primer estado, la primera
civilización agraria y se inventó la escritura cuneiforme. En la tierra de
la legendaria biblioteca de Nínive, la de la Torre de Babel, la de los
jardines colgantes de Babilonia, entre el Eufrates y el Tigris, Bush se lanza
inmisericorde en la primera guerra preventiva del siglo XXI.
Deberá
responder también por los tesoros culturales que arrase. Su homo demens tendrá
que rendir cuentas al homo sapiens. Como Hitler la tuvo que rendir ante la
historia y sus secuaces ante Nuremberg.
El señor
embajador de los EEUU en Uruguay, dice en su comunicado contra el diario LA
REPÚBLICA, que está consternado por la comparación de su presidente con
Hitler, explicando que lo que está haciendo Bush en Irak es lo mismo que hizo
EEUU al liberar a Europa del nazismo. Creo que es un insulto a la inteligencia
comparar al brillante creador del New Deal, Franklin Delano Roosevelt, con
este energúmeno del poder que en nombre de las ideas mata las ideas, pero con
los hombres adentro.
Roosevelt
ingresó a la guerra con la legitimidad que le daban todos los pueblos que se
enfrentaron a la barbarie nazi, el primero de ellos el pueblo soviético que
ofrendó en el altar del Moloch germano, 30 millones de sus mejores hombres,
mujeres y niños, que dieron su vida para cambiar el curso de la guerra, hasta
ese momento victoriosa para el Tercer Reich.
Bush hace lo
mismo que Hitler no lo mismo que Roosevelt. Bush viola todas las leyes
internacionales, se enfrenta a las Naciones Unidas e invade al igual que
Hitler a una nación cuasidesarmada que no lo agredió en momento alguno.
Conviene
precisar además ante la afirmación de que EEUU liberó Europa y más allá
de la heroica entrega de vidas de los soldados norteamericanos en guerra con
el Führer alemán, que el ingreso a la conflagración fue muy tardío, casi
al final del conflicto cuando ya Alemania estaba desgastada por la resistencia
soviética que enfrentó sola al 95% del potencial bélico nazi concentrado en
el frente oriental. EEUU fue el único beneficiado con la segunda guerra
mundial. Durante y después del conflicto. Durante, como bien explica Heinz
Dieterich en LA REPÚBLICA, porque desarrolló lejos de los campos de batalla
su industria y agricultura aumentando los salarios reales de 1941 a 1945 en un
27% generando 17 millones de nuevos puestos de trabajo y ofreciendo en 1944 más
productos y servicios a su población que antes de la guerra.
Y después de
la guerra cobró diez por uno su participación, y en Yalta se erigió como la
potencia más fuerte del planeta, desplazando a Inglaterra, aunque temiendo a
la Unión Soviética, su nuevo contrapeso histórico.
Y así como
decimos que es un insulto comparar a Bush con Roosevelt conviene precisar que
tampoco confundimos a los padres fundadores de la democracia norteamericana,
esos héroes de la libertad, a George Washington, a Abraham Lincoln, a Thomas
Jefferson, con este pedagogo del crimen, patán de la muerte, que al hablar
por televisión no puede ocultar el gesto taimado de los cobardes. Charles De
Gaulle, ese valiente rebelde de la Francia antinazi, le preguntaba al gran filósofo
Jean Guitton. ¿Qué es la cobardía, maestro? Y ese nido de sabiduría le
contestaba: "La cobardía, general, es buscar la aprobación y no la
verdad; las condecoraciones y no el honor, el ascenso y no el servicio; el
poder y no la salud de la humanidad". ¡Qué bien se le aplica esta
respuesta a nuestro nuevo Hitler que dice defender los derechos humanos de los
iraquíes mientras se especializa en convertirlos en desechos humanos!
Qué nos
puede extrañar esta conducta en un gobernante que se resiste a salvar al
planeta de la devastación negándose a firmar los protocolos de Kyoto
aprobados unánimemente por la comunidad internacional. Un gobernante que
rechazó el control de armas bacteriológicas porque estimó que el acuerdo
para evitar la proliferación de estos arsenales era perjudicial para su país.
Un gobernante que exige a las naciones independientes que firmen un documento
en el cual renuncian a su derecho a juzgar a ciudadanos norteamericanos por
delitos cometidos en el extranjero. Un gobernante que se niega a firmar y a
participar en la Corte Penal Internacional creada recientemente por la
comunidad mundial para juzgar los crímenes de lesa humanidad. En este rechazo
a una institución aprobada por más de 190 países y sólo 7 en contra
coincidió su voto con el del invadido Irak quien tampoco quiere que exista en
el mundo una Corte Penal integrada por 18 juristas independientes para impedir
legalmente que se sigan cometiendo los crímenes de guerra que tanto los
gobiernos de EEUU y de Irak han cometido.
Qué se puede
esperar de un gobernante que en su propio país, cuna de tradiciones democráticas,
ha suspendido los derechos civiles, ha instaurado la censura, las listas
negras, la eliminación del habeas corpus, derecho por el que dieron la vida
tantas generaciones, imponiendo los juicios clandestinos, las cárceles
secretas y el delito de opinión, aproximando a su sociedad a la noche negra
del macarthismo más anacrónico.
Pese a todo
logra hoy una importante mayoría silenciosa en su propio país a favor del
horror de la guerra, en medio de un gigantesco apagón intelectual en la
sociedad norteamericana, empujada por la desinformación, la deformación de
la realidad como sistema, el legítimo dolor del ataque criminal contra las
Torres Gemelas que segó la vida de 4 mil seres humanos, y por un nacionalismo
atizado por el tartufo de la Casa Blanca. El nacionalismo y el falso
patriotismo es otro de los eslabones que unen a Bush y a Hitler. Ese tipo de
nacionalismo es el último refugio de los canallas y se apoya en la cultura de
los incultos.
Albert
Einstein lo describía bien: "El nacionalismo es una enfermedad infantil,
el sarampión de la humanidad".
Pero ya
comienza a crecer, desde el pie, desde la raíz, un movimiento popular, en las
mejores tradiciones civilistas del pueblo norteamericano, para expresarse en
las grandes ciudades, para parar con la energía moral que da la razón, a
este asesino serial que está construyendo la mayor iniquidad bélica de las
últimas décadas.
Y el pueblo
norteamericano, aunque lentamente, comienza a comprender que "la libertad
no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de
sangre".
¿Quién se
anima a parar a este psicópata? Es la pregunta que circula por todo el
planeta.
Las Naciones
Unidas no pudieron. La OTAN tampoco. Sus aliados europeos fueron desairados y
humillados.
Pero, desde
el fondo mismo de la historia comienza a incubarse el antídoto. Todos los
imperios y sus profetas se han ido deslizando de victoria en victoria hacia su
derrumbe final. Y este imperio y su emperador, al que poco le importa ganarse
la mente y los corazones de los pueblos del mundo, que es sordo o finge
demencia ante la inmensa rebelión del sentido común, ante ese gran aullido
de las sociedades surgido del vientre exasperado de las multitudes que se han
lanzado a las calles en todo el mundo clamando por la paz y el cese de la
matanza, no tendrá finalmente más remedio que entender que en esta cruzada,
al vencedor sólo le pertenecerán los despojos.
Los hombres
como Bush creen que los crímenes se entierran. Está equivocado. Los
sobreviven.
La gente está
harta de violencia. Harta de las vendettas miserables de unos contra otros. Y
quiere poner fin al tiempo de los asesinos. Y si la llevan a callejones sin
salida, reaccionará.
El discurso
siniestro del amo y del esclavo termina casi siempre con la ferocidad del
esclavo que ya nada tiene que perder. Espartaco dixit.
La protesta
no cede en todos los rincones del planeta. No ha habido un imperio tan huérfano
de apoyo como el que encarna hoy este morfinómano del poder.
Y este
inmenso movimiento mundial contra Bush sólo comparable al movimiento mundial
contra Hitler, tiene a su favor el clásico estrabismo de los mesiánicos, que
les impide ver la realidad. El estrabismo es una disposición viciosa de los
ojos por el cual los dos ejes visuales no se dirigen a la vez al mismo sujeto.
Ven la realidad deformada.
El murmullo
de millones puede transformarse en el brazo que pare esta locura.
No hay que
tenerle miedo a estos gigantes que ignoran las leyes de la historia. Aplican
la astucia más que la inteligencia. Ello los remite al mundo dinosáurico.
Esos gigantescos animales que desarrollaron cuerpos enormes y una cabeza
diminuta. Cuando vino la hecatombe sus pequeñas cabezas no pudieron inventar
la mutación. Sí lo hicieron los mosquitos.
Hay un refrán
alemán que refiriéndose a Hitler decía que "cuando veas a un gigante,
examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un enano".
No sabemos aún cuánto de gigante y cuánto de enano tiene nuestro nuevo
Hitler.
Recuerden a
Gandhi, ese incendio moral que alertó a las conciencias. Sólo con su voz y
su conducta por la no violencia puso de rodillas al mayor imperio de su época.
Gandhi decía
que lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la
gente buena. Ese silencio hoy no existe.
Todos los
pueblos, de los países ricos y de los países pobres, gobernados por la
derecha o por la izquierda, todos, todos, con excepción del que habita en el
país agresor, que comienza ya a desperezarse, han tomado conciencia de que
por primera vez en el siglo XXI la guerra como una cruzada irracional puede
cambiar la humanidad. Sabe que una guerra injusta es una catástrofe que
paraliza el encuentro del hombre con la humanidad. Y une sus manos planetarias
para decirle al sicario de la Casa Blanca, que hay una vida y una raza menos sórdida
que la suya. Y que vale la pena ponernos de pie para defenderla. Esa es mi
respuesta, señor embajador.
Dr. Federico
Farsano Mertens
Director del
diario “La República”, 1410 AM Libre y TV Libre
Uruguay,
domingo 30 de marzo de 2003
Antiglobalización
- Antivirus
- Archivo
Sonoro - Argentina
- Bibliografía/Citas
- Ciencia - Cine
- Colombia -
Contactos
/ Foro - Convocatorias -
Correo recibido
- Chile -
Cuba - Documentos -
Documentos militante -
Ecología -
Empleo - Enlaces -
EE.UU. - Formación -
Fotografía -
HUELGA
GENERAL - Legislación - Literatura
- México Mundo
Insurgente - No
Fumar - Organigrama -
Palestina -
Plan de trabajo -
Prensa - Problema
Español - Profesionales
y Comunistas - Resoluciones -
SIDA - Sexualidad
- Software Libre -
Venezuela -
XVI Congreso Federal y
- VI Congreso de Madrid
Novedades
Gracias por no
fumar en los lugares comunes - http://tobacco.who.int