APORTACIONES
PARA EL DEBATE
Juanjo
Llorente (Reencuentro Comunista. AREABS@ono.com)
En
el marco de su I Conferencia Estatal (Madrid, 12-13 de julio) la
Corriente Roja de Izquierda Unida ha presentado una declaración de principios
que forma parte importante del debate preparatorio. Para la militancia de IU y
para quienes se sienten de izquierdas, este documento resulta de interés, o
debería, en la misma medida en que trata de bosquejar una alternativa para la
actual situación. Por ello hemos elaborado estas aportaciones, en sentido
constructivo y con el único propósito de contribuir al tan necesario debate
de ideas y de posiciones políticas, desde una perspectiva que consideramos
marxista y de clase.
La
Declaración de Principios de CR señala que “Frente
al reformismo hegemónico en la izquierda (...)
es necesario afirmar que la transformación radical del sistema y la
construcción del socialismo son las únicas alternativas posibles a la
barbarie.” Nada más
justo. La reciente guerra de Irak ha demostrado que sigue vigente la afirmación
de Rosa Luxemburgo. El dilema es “socialismo o barbarie”. Sin embargo,
esta justa declaración, que debe ser la base –entendemos- de una fuerza política
que desde su independencia como organización lucha por el socialismo, se
traduce luego en afirmaciones menos coherentes, desgranadas a lo largo del
texto casi como paletadas sucesivas de cal y arena.
Al
principio de la Declaración de Corriente Roja se dice “Somos
conscientes de la enorme debilidad política de la clase obrera”.
Opinamos que esta afirmación es un error. Los trabajadores han demostrado una
y otra vez, en las manifestaciones en la calle, en la huelga general del 20-J,
en la movilización contra la guerra, un importante grado de acción política
y una gran disposición a luchar... junto con una enorme desconfianza en
quienes hablan en su nombre desde las direcciones sindicales o los partidos de
izquierda existentes. Para no “escurrir el bulto” habría que empezar por
reconocer la ausencia de una dirección consecuente, anticapitalista y
revolucionaria, de la clase obrera. Este es el principal problema político de
la clase trabajadora. Y la principal tarea de los revolucionarios es buscar
solucionarlo, trabajar por la creación de una dirección política y
organización independientes de la patronal, de la monarquía, del Estado y
las subvenciones públicas a la partitocracia actual. Lo que falta es un
partido de la clase trabajadora como tal, y confundir entre la clase
obrera y quienes la dirigen contribuye a no dar respuesta a esta carencia
esencial.
Corriente
Roja propone “tratar de recuperar
el propio espíritu originario de IU de ser un movimiento político y social
que no se agotaba en sus estrictos límites orgánicos sino que trataba de
encarnar la referencia política, ideológica y social de cuantas personas y
organizaciones en nuestro país se movilizasen contra la injusticia, contra la
desigualdad, contra la falta de libertad... contra el capitalismo”.
Esta afirmación resulta cierta y falsa a la vez. No vamos a negar el fuerte
peso de corrientes y compañeros sinceramente enemigos del capitalismo dentro
de IU, pero ésta desde su fundación constituye una organización
interclasista y electoral (que no es lo mismo que electoralista). Aunque no faltaron
elementos anticapitalistas en la formación de IU, lo cierto es que ésta nunca
se ha planteado como la coalición claramente anticapitalista que muchos
habríamos querido, sino sobre la base de la defensa de un desarrollo
progresista de la Constitución (que define a España como estado monárquico
y capitalista). Por eso durante los 15 años más o menos que lleva en
ejercicio, IU sigue rehén de una vocación reformista pero una base social y
militante alternativa en buena medida. Una dualidad que en la presente
coyuntura, bajo el incremento continuado de la ofensiva imperialista de tintes
fascistas y de las políticas neoliberales, se halla en la base de
nuestras crisis y desgracias como fuerza política, puesto que ya no caben
siquiera las salidas reformistas de la socialdemocracia clásica. Buena prueba
de ello la tenemos en la deriva seguida por el PSOE en nuestro país y por los
partidos socialistas europeos. E Incluso, no por casualidad, el periódico
monárquico reaccionario ABC, plenamente consciente de estos hechos, en su
momento llegó a saludar en su editorial la creación de IU como “un
hecho importante para la estabilidad del sistema”, pues para su
certero análisis de clase, IU podía permitir amarrar a los elementos
anticapitalistas y revolucionarios despertados del letargo por el referéndum
OTAN en una jaula constitucional. Por tanto, con todo lo que está lloviendo
últimamente, habría que hacer un balance serio de esta contradicción.
Ojala Corriente Roja lo
hiciera, y buscara de verdad su especificidad dentro de IU no en el mismo
discurso-práctica duales que amenazan con desfondar este proyecto, sino en la
aportación de una perspectiva de clase y revolucionaria que el PCE nunca ha
llegado a impulsar dentro de IU, y que impida a este proyecto político
convertirse –definitivamente- en una organización “muelle” al servicio
de los intereses del régimen vigente de monarquía con vocación
bipartidista.
En
segundo lugar, Corriente Roja señala
su oposición al término “globalización”,
señalando que no se trata de un fenómeno natural y simétrico, sino que debe
hablarse de “imperialismo” o de “globalización capitalista”. “Así,
nos encuadramos en el marco ideológico antiimperialista que inauguraron
Lenin, Rosa Luxemburg y otros marxistas revolucionarios de principios del
siglo XX” y continúa “En
coherencia con este marco ideológico, estimamos que el capitalismo no es
reformable. De hecho, el reformismo real ha desaparecido como propuesta política
de entidad incluso en la socialdemocracia (...)”, por lo que “Corriente
Roja aspira a convertirse en un referente de la izquierda radical y
alternativa, o lo que es lo mismo, revolucionaria y anticapitalista”.
Y señala su “prioridad a la movilización
social, a la organización, a la construcción y a la lucha ideológica.”
Una
vez más, lo que se dice es justo, y ya era hora de que se dijera, pero, no se
entiende cómo después de esto la propuesta presentada por CR se basa en
disfrazar de revolucionaria y anticapitalista una alternativa reformista e
interclasista, como es el movimiento antiglobalización
o, como prefieren sus portavoces, alterglobalización.
En efecto, dice Corriente Roja
“Estamos convencidos de que el nacimiento del movimiento antiglobalización
encarna hoy el despertar de una conciencia ciudadana crítica con el
capitalismo. Sin negar el hecho de la coexistencia, dentro del movimiento
antiglobalización, de organizaciones y personas que no se consideran
anticapitalistas, el carácter de conjunto del movimiento, las injusticias que
denuncia, las reformas sociales, políticas y económicas y de otra índole
que en su seno se discuten, y su propia dinámica, en suma, lo convierten en
un movimiento anticapitalista.” Fruto de esta caracterización, Corriente
Roja hace del Movimiento Antiglobalización, definido como
“anticapitalista” el eje de su acción política e ideológica e incluso
afirma que “El movimiento obrero debe
ser parte activa en el movimiento antiglobalización”. Se trata
de la misma perspectiva que también comparten muchas otras organizaciones y
partidos, como en particular las actuales direcciones de IU y el PC. Sin
embargo, para los marxistas está claro que en la lucha por el socialismo
corresponde a la clase obrera jugar el papel central ¿y cómo podría hacerlo
si, en lugar de mantener su independencia de clase, se supedita al movimiento
altermundialista?.
Hay,
pues, que abordar y responder con coherencia la cuestión de si
el Movimiento Antiglobalización es anticapitalista o no. Por mucho que
queramos la triste realidad es que hoy por hoy no lo es ni puede serlo, tal
como evidencian con nitidez sus discursos y su organización actuales. No
puede ser anticapitalista un movimiento financiado por las instituciones
del Capital, por las ONGs, y dirigido por
gentes que no quieren romper con el capitalismo, sino “humanizar la
globalización”. Se puede o no participar en ese movimiento,
pero lo que no se puede es engañarse a uno mismo y engañar a los
trabajadores. Se trata de un movimiento interclasista dominado por los que
quieren humanizar el imperialismo. El propio nombre alterglobalización,
hoy preferido por sus más señalados portavoces, trata de subrayar
precisamente la no oposición a este fenómeno de ofensiva del imperialismo
contra los derechos y conquistas sociales del movimiento obrero y de los
pueblos, tan sólo la voluntad de suavizar sus aristas más punzantes.
Además,
esta subordinación política al movimiento antiglobalización vuelve
impracticables las intenciones de Corriente
Roja, de “crear un potente bloque de izquierdas que, respetando la autonomía
de los movimientos sociales, los potencie y se haga eco de ellos, para quien
las elecciones y las instituciones no sean un fin en sí mismo, sino una
palanca al servicio de la movilización y la transformación socialista de la
sociedad”. Todo lo contrario, nos devuelve a la vieja situación
de las organizaciones radicales que se reclaman de la lucha contra el
capitalismo y de la revolución, pero en la práctica someten al movimiento
obrero al sistema capitalista. Para ese viaje no necesitábamos alforjas.
Del
mismo modo, la propuesta de Corriente
Roja de que los sindicatos, las organizaciones obreras, se integren
en ese movimiento interclasista, perdiendo su independencia y su protagonismo
en la transformación de la sociedad, tampoco conduce a ninguna parte. Los
sindicatos no pueden disolverse en la “sociedad civil”. Son las
organizaciones de la clase trabajadora, y deben ser parte del movimiento de
emancipación de la misma. Es más, esta
propuesta de Corriente Roja
no tiene nada de original: Fidalgo justificaba su oposición a la huelga
general contra la guerra aduciendo que “los sindicatos no deben privar de
protagonismo a los “movimientos sociales” de la”sociedad civil”.
Estamos
de acuerdo con que las luchas reivindicativas sólo cobran sentido en al marco
de una lucha internacionalista y anticapitalista, pero precisamente por eso el
movimiento obrero no puede subordinarse a ATACC, las ONGs, a los personajes
que desde la presidencia del Foro de Porto Alegre y otros Foros Sociales
defienden la “humanización de la globalización” y la colaboración de
clases.
Otra
cosa importante a aclarar es la defensa que hace la Corriente Roja de un
sindicalismo basado en “la radicalidad
democrática, en la recuperación del sindicalismo asambleario, de base,
reformulando la representación y asegurando el control democrático del
colectivo.” ¿En qué se traduce esto? ¿se trata de defender la
ruptura con lo sindicatos tradicionales, CCOO y UGT, que agrupan al 90% de la
clase trabajadora organizada y la construcción de sindicatos “más
combativos”, pero aislados del conjunto de los trabajadores? ¿o se propone,
en realidad, que ese programa
sindical se lleve a cabo dentro de los sindicatos tradicionales? En ese caso
habría que hablar de la lucha contra las direcciones que administran estas
organizaciones, de la reconquista de los sindicatos por parte de los
trabajadores. Hay que concretar. La política es siempre concreta
Señala
justamente Corriente Roja que “una
organización que declara su intención de acabar con un sistema injusto y
opresivo está incapacitada para llevar a cabo su objetivo si su acción queda
condicionada por la dependencia económica del sistema.” ¡Muy
bien dicho! Pero no sabemos qué consecuencias prácticas surgen de esta
afirmación. En nuestra opinión es obvio que Corriente
Roja tendría que añadir que rechaza cualquier tipo de subvención
del Estado para su actividad política y sus publicaciones, y que sus fuentes
de financiación serán las aportaciones de sus militantes y simpatizantes,
las campañas, la venta de publicaciones...
Si no, es una afirmación que queda en el aire.
Del
mismo modo, compartimos el análisis de que la prohibición de Batasuna-EH y
de las candidaturas de AuB y plataformas locales, avaladas por la firma de más
de 80.000 ciudadanos, a cargo de una Sala
Especial del Tribunal Supremo (siniestro nombre) es la prueba de
que la llamada Transición no ha traído la democracia, sino una forma de
franquismo coronado. Pero entendemos que el pronunciamiento debe ser más
claro: hoy los revolucionarios rechazamos la transición y luchamos por la República
como única manera de instaurar la democracia.
Lo
mismo sucede con las libertades nacionales. Evidentemente compartimos la
defensa del derecho de Autodeterminación, pero una corriente de ámbito
estatal debe, además aportar una propuesta política. Para nosotros debe ser
la defensa de la unidad de los trabajadores de todas las nacionalidades del
estado español en su lucha contra el capital. La República, la Unión Libre
de Repúblicas Catalana, Vasca, Gallega, etc.
Finalmente
y muy importante para la agenda política incluso del corto plazo, se echan de
menos en la Declaración de Principios
referencias a la “Construcción Europea”, a la “Unión Europea”. Y es
algo fundamental. Hoy la Unión Europea,
su Comisión Europea, su Banco
Central, las Directivas
Comunitarias son los instrumentos de la globalización (del
imperialismo, como señaláis), para la aplicación de su política de
destrucción de las conquistas sociales, de los derechos laborales. España
como miembro del UE tiene la obligación de poner en práctica esas directivas,
esa política. No cabe ninguna política progresista o anticapitalista dentro
de la UE (por cierto, tampoco cabe la autodeterminación de los pueblos. La UE
va a declarar las fronteras inviolables). Nosotros entendemos que la clave de
toda política anticapitalista en Europa es la ruptura con la UE ¿Tendrá
Corriente Roja la coherencia y la firmeza política necesarias para oponerse a
los que dentro del PCE y de IU ya preparan el escenario para un si “crítico”?
12
de junio de 2003
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