Análisis marxista del escrito de Emir Sader. (Mensaje
de Julián al Foro de debate de la Agrupación de Profesionales y Técnicos
del PCM enviado en abril de 2003)
El comentario de Emir
ha dado pié a varios foristas para reafirmar en general el amor
a la revolución cubana, la desaprobación de la pena de muerte y la
‘asimetría’ algo hipócrita de
las condenas de varios medios de opinión sobre dichas penas.
En algún caso he leido justificaciones del tipo 'tu más' que también
emplean los enemigos de la revolución, como es patente estos días. Como no
quiero entrar en el mismo ejercicio, pero al revés, que hacía Eisenhower
("son unos hijos de
puta, pero son nuestros hijos de puta"), intentaré reflexionar sobre la
situación desde otro punto de vista, lo que podría tener cierto interés
para algún lector que se ponga las gafas de un análisis
marxista de la situación.
Dice Emir: "El gobierno cubano demostró, por la forma de reaccionar a
las provocaciones del encargado de negocios de los Estados Unidos en la Isla,
que hizo una lectura detenida de la nueva doctrina norteamericana de
seguridad, de su aplicación en el caso de Irak y que reaccionó directamente
en función de esas condiciones al sancionar de forma tan rápida y severa a
los disidentes internos".
Estoy seguro que el gobierno cubano "hizo una lectura detenida". Por
eso pienso que midió
todas las consecuencias de la acción y que no sólo "reaccionó
directamente" a la "nueva doctrina norteamericana de
seguridad". Esta empieza a dar pasos para saltar de la 'globalización'
(imperialismo blando) a la 'invasión' (imperialismo duro). Y se apoya
abiertamente en una ideología que empieza a trasladarse de la hegemonía
multilateralista (más o menos hipócrita y belicista, pero
enmarcada en organismos como OTAN, G7+, ONU-FMI-OMC), a una cínica y
desvergonzada política de agresión unilateral por parte del gobierno USA,
con apoyo de dos 'portaaviones' (el británico y el israelí) donde da casi
igual que manden ultras o socialdemócratas. Los otros gobiernos sicarios ni
cuentan. Sólo actúan contra la aplastante opinión de sus propios pueblos
(Italia en la guerra de Serbia, Pakistán en la guerra de Afganistán, España
en la de Irak) por un puñadote dólares que no les salvarán de la quema.
Én la dura batalla mediática que se ha desarrollado
paralelamente a la invasión de Irak no sólo han quedado patentes los
pretextos mentirosos de la masacre
(http://www.cadizrebelde.com/cronicas.htm).
Los motivos económicos del ataque imperial (monopolio de la energía,
reindustrialización armamentística, regalo mafioso de la reconstrucción) se
explican ya hasta en los parvularios. Incluso han salido a la superficie y se
analizan las formas fascistas de imperialismo que desde hace dos décadas
viene subiendo puestos en la cúpula de Washington
(http://www.attacmadrid.org/d/4/030412170707.php).
Pero si se admite toda esta ola de fondo del imperialismo yanqui y la
respuesta mundial que está generando, no queda claro que la reacción cubana
sea "en función de esas condiciones".
Dice Emir: "Al actuar de esa manera, Fidel Castro está enviando de
vuelta un mensaje a Washington: si quisieran actuar contra Cuba como lo
hicieron contra Irak y amenazan hacerlo contra Siria, no encontrarán dentro
del país algo similar al papel desempeñado por los kurdos o por la Alianza
del Norte en la invasión de Afganistán y que tendrán que enfrentar algo
mucho más parecido a lo de Vietnam que de los países del Medio Oriente.
Menos desplantes -como los de Saddam- y más acción, sería la respuesta
cubana a las nuevas condiciones internacionales después de la guerra de
Irak."
Un imperialismo fascistizante como el que empieza a despuntar en USA no ataca
a cualquiera; elige sus víctimas. Lo hizo Mussolini con Abisinia, lo hizo
Hitler con las campañas de 'devolución' del Ruhr o el Anchluss; y lo
hicieron ambos en el apoyo a la sublevación franquista y a otros regímenes
fascistas del este europeo (como Hungría, etc.). Cada ataque
imperial-fascista tiene sus coordenadas
dentro de la escalada; pero la defensa socialista también tiene las suyas. Lo
curioso es que los yanquis no han abierto la boca en el caso de estas penas de
muerte por motivos políticos -salvo el tradicional y poco coreado ataque
verbal en la ONU sobre derechos humanos-. Nada que ver con la histeria yanqui
en el caso de Irak, previa a la invasión, ni con la campaña burda durante ésta
y ahora contra Siria. No es ninguna garantía, pero no hay inminencia.
Leyendo los motivos oficiales de las condenas que
describe el Canciller Pérez Roque en su rueda de prensa internacional (http://www.granma.cu/espanol/abril03/juev10/14felipe.html)
incluso se vislumbra la actuación del encargado de negocios yanqui tan
elemental como fácilmente controlada. Nada que ver con los sofisticados
intentos de la CIA durante estos 44 años de revolución. Pérez Roque tiene
incluso que echar mano de la larga lista de crímenes anticubanos para
justificar la necesidad de ruptura de una situación casi de ‘cooperación’
en materia de terrorismo internacional y de emigración legal (lo que ha sido
la base de la existencia misma de esa oficina del encargado de negocios
yanqui). Puede pensarse así que el destinatario del mensaje no fuera
Washington, sino interno, dada la alta y directa implicación del máximo
organismo cubano en la materia, según recoge la nota oficial de las
ejecuciones: "Sometidas de oficio las sentencias de máxima pena a la
consideración del Consejo de Estado, éste, en reunión convocada al efecto
en la que durante horas el colectivo analizó con profundidad los hechos
probados por los cuales fueron sancionados, la gravedad de los mismos, y los
peligros potenciales que implicaban no solo para la vida de numerosas personas
inocentes sino también para la seguridad del país -sometido a un plan
siniestro de provocaciones fraguado por los sectores más extremistas del
Gobierno de Estados Unidos y sus aliados de la mafia terrorista de Miami con
el único propósito de crear condiciones y pretextos para agredir a nuestra
Patria, la cual será defendida al precio que sea necesario-, consideró
absolutamente justas y con estricto apego a las leyes las decisiones de ambos
tribunales y ratificó las sentencias. Al amanecer de hoy, las sanciones
fueron aplicadas. Abril 11 del 2003, 10:30 a.m."
Pero decisiones 'justas y con estricto apego a las leyes'
no es exactamente lo mismo que oportunas y con estricto apego a la situación
política internacional (aunque nada puede decirse de la interna y Cuba es un
estado soberano que puede defenderse como y al coste que considere
conveniente).
Dice Emir: "Hace pocos años atrás, el gobierno cubano también reaccionó
de manera rápida y violenta a la tentativa de una avioneta de aterrizar en
Cuba y lanzar panfletos con tesis opositoras. Antes ya había igualmente
enviado el mensaje de que los que quisieran intentar desestabilizar el
gobierno cubano no se quedarían en las cárceles como referencia para la
campaña internacional contra Cuba, ni podrían nutrir la ilusión de que el régimen
pudiese caer -al estilo de aquellos de Europa Oriental- y esos personajes
pudiesen salir de la prisión para protagonizar la política
posrevolucionaria."
El anterior es un razonamiento débil para un marxista, cuya esencia es
realizar "el análisis concreto de la situación concreta" (por
supuesto con todos los antecedentes). En 50 años de revolución ha pasado de
todo y ‘hace pocos años atrás’ la situación era distinta. En particular
la mención a la caída de los regímenes de Europa Oriental es errónea. El
análisis de estas caídas -poco y mal realizado
desde las filas marxistas- no puede prescindir de verlas más bien como una
'implosión' conducida por los dirigentes burocratizados que estaban en el
poder, no por los disidentes que estaban en la prisión (incluido el
sangriento caso de la dinastía Ceaucescu, donde la falta de burócratas de
primer nivel les
obligó a echar mano de ex-'comunistas' de segundo nivel como Roman). La célebre
opereta de Yeltsin subido al tanque y amenazando a un parlamento lleno de
altos dirigentes medio borrachos no puede encubrir que fueron los aparachniks
–incluido Yeltsin- quienes
saquearon y se enriquecieron con la propiedad social de los países -una
acumulación ‘capitalista’ por robo-. Puede ser que el 'mensaje' del
gobierno cubano sea por tanto a parte de esa burocracia interna, más o menos
relacionada con la débil ‘disidencia’ interna y con la fuerte conspiración
externa. No sería la primera vez, como parece que puso de relieve la
destitución y expulsión del Canciller Robaina, el gran delfín diseñado
para el relevo de la vieja guardia por la nueva generación).
Dice Emir: "Desde que se configuró la crisis de la URSS y que Cuba se
dio cuenta que no iba a poder contar con la protección soviética, frente a
la mayor potencia bélica de la historia de la humanidad situada a 90 millas
de sus costas, asumió la actitud que da continuidad ahora, en el caso del
proceso de militares acusados de complacencia con el narcotráfico, que llevó
a la ejecución, entre otros de Arnaldo Ochoa. La postura de Saramago da la
impresión que fuese algo nuevo en el comportamiento del gobierno cubano. Se
puede perfectamente discutir y condenar, pero no considerar que sea un
elemento nuevo, que justifique un cambio de actitud en relación a Cuba,
porque en ese aspecto el gobierno cubano siempre fue coherente con su
actitud."
Saramago puede decir misa -aunque su opinión visceral no es nada despreciable
si la toma como bandera una parte importante de la opinión pública- y lo
menos importante es si el comportamiento es nuevo o viejo, si la agresión es
o no permanente, etc. Está claro que el imperialismo no perdona
un desafío tan cercano y con el gran poder de respaldo social internacional
que tiene la revolución cubana. Pero precisamente la falta de protección
soviética -real o supuesta- exige tener muy en cuenta ese respaldo
internacional a un pueblo tan pequeño y tan fácilmente borrable de la faz de
la
tierra, sea cual sea su heroísmo. La probable corrupción de Ochoa no tiene
nada que ver con la pena de muerte por delitos políticos. Aceptando incluso
que una pena de muerte dé un mensaje disuasorio, en el caso Ochoa el mensaje
político iba sobre todo a la campaña de los yanquis sobre un posible
'cubangate', tras el escándalo ‘irangate’ por el comercio triangular de
la CIA entre Irán y la contra nicaragüense con pagos de armas por narcóticos.
Dice Emir: "Fidel asume la contrapartida cubana de la guerra infinita.
Saben que está en los guiones del gobierno norteamericano, que son, junto a
los vietnamitas, los únicos que consiguieron imponer derrotas a los Estados
Unidos y que siguen siendo una espina en la garganta de Washington. Al
final, ya pasaron 10 presidentes en los Estados Unidos, así como tantos
anuncios del fin del régimen cubano, que ellos saben que falta alguien en el
eje del mal de Bush y por eso se previenen de la forma que les parece
mejor".
Los cubanos se previenen de la forma que les parece mejor, pero puede que no
sea la mejor, ni siquiera para ellos a largo plazo, si les mueven unas
conclusiones tan simplonas y tan poco argumentadas como las del texto de Emir.
Pidiendo excusas de antemano por desconocer lo que pase en ciertos niveles
internos cubanos (afortunadamente y espero que la CIA tampoco lo sepa ;-), en
una perspectiva mundial empieza a entenderse desde muchos horizontes que se
está entrando en la primera fase de una nueva escalada de imperial-fascismo
-tras Reagan-Tatcher-Bush-padre-, con oscuras provocaciones como las de las
Torres Gemelas, que dan pretextos del tipo del incendio del Reichstag. Pero
esta escalada ha generado unas enormes movilizaciones sociales, en una situación
desarticulada de los partidos comunistas, fortalecidos tras la guerra mundial
y debilitados en la guerra fría. La defensa principal contra el auge fascista
parece que pasa por el robustecimiento de ese frente antiimperialista y
antifascista que empieza a movilizarse, junto al robustecimiento del
pensamiento y de la organización marxista que ayude a dar perspectiva
revolucionaria y no sólo defensiva al movimiento frentista. En condiciones
distantes, pero no muy distintas, la escalada imperial-fascista de los
primeros años 30 también fue la salida capitalista a la profundidad de la
crisis económica de los años 20, muy aguda en la República alemana de
Weimar y luego extendida a todo el mundo imperialista. La crisis trajo políticamente
una cadena de movimientos revolucionarios insurreccionales por toda Europa y
hasta China, sofocados a sangre y fuego (con la complicidad de la
socialdemocracia, cuando no su dirección, como en el caso alemán). Los
movimientos se fundieron después en movilizaciones antifascistas,
antiimperialistas, en forma de plataformas interclasistas,
ensayadas en varios países con cierto éxito y refrendadas desde 1935 con la
aprobación unánime, en el Séptimo Congreso de la Internacional Comunista,
de apoyo en cada país de un Frente único proletario y del Frente popular
antifascista (Dimitrov, Obras escogidas I, Akal, 1977, pg. 678). El búlgaro
Dimitrov, presidente de la III Internacional, aclaraba la "actitud que ha
de adoptarse ante la democracia burguesa" apoyándose no sólo en la
posición marxista (tradicional desde el propio Manifiesto Comunista y la
Primera Internacional), sino incluyendo una cita de Lenin, extraida de
"La revolución socialista y el derecho de las naciones a la
autodeterminación', escrita y publicada a
principios de 1916, en plena primera guerra mundial y sólo un año antes de
la revolución rusa (Lenin. Obras completas, tomo XXIII, p.242): "Sería
un profundo error pensar que la lucha por la
democracia pueda desviar al proletariado de la revolución socialista o
relegarla, posponerla, etc. Por el contrario, así como no puede haber un
socialismo victorioso que no realice la democracia total, el proletariado no
puede prepararse para su victoria sobre la burguesía sin una lucha total,
consecuente y revolucionaria por la democracia". Es de esperar que esta
cita esté en el centro del pensamiento cubano y que no cunda mucho como
eslogan la 'contrapartida cubana a la guerra infinita'. Rechina un poco hablar
de 'guerra de los cien años" si va en el sentido de declaraciones apocalípticas
del tipo 'la madre de todas las guerras', ya que pueden animar, pero también
desanimar a los destinatarios, sobre todo cuando el fascismo gana –y ganará
batallas- pero ya ha perdido la guerra para los más perspicaces y no sólo
los optimistas ni los amigos de costumbre (véase el libro de Emmanuel Todd
‘Después del Imperio: Ensayo sobre la descomposición del sistema
norteamericano’, Foca, 2003).
Por último, no creo tener la necesidad de terminar un análisis político con
letanías fideistas (y fidelistas) a la causa revolucionaria, incluida la
causa cubana. Esta me cogió con 17 años (leía ‘Bohemia’ en casa de
amigos) y la he seguido desde entonces, supongo que hasta que me muera.
Julián jumaco@ono.com
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