Europa de las personas, no del mercado
RESOLUCIÓN
DEL ENCUENTRO ESTATAL DE CORRIENTE ROJA SOBRE LA CONSTITUCIÓN EUROPEA
NO A LA CONSTITUCIÓN DE LA
EUROPA DEL
CAPITAL Y LA GUERRA
El pasado mes de junio la Presidencia del Consejo Europeo de Salónica daba el visto bueno general al proyecto de Constitución europea presentado por Giscard d’Estaign, en nombre de una Convención de 105 notables que la ha redactado a espaldas de los pueblos de Europa. El proyecto de Constitución tiene que debatirse ahora entre los gobiernos y, más tarde, ratificarse por cada país. Si sus previsiones no fallan, en junio del 2004 será sometido a referéndum en el Estado español, en coincidencia con las elecciones europeas.
Los
periodistas y voceros oficiales nos han dicho que esta Constitución era “el
mayor paso dado por los europeos hacia una soñada unión política del
continente”. Pero adonde vamos es hacia una Europa más reaccionaria, más
neoliberal y más enemiga de los trabajadores y de los pueblos. Hacia una Europa
imperialista que, agrupada bajo el eje franco-alemán, aspira a afirmarse ante
EEUU, aunque se discipline a su jefatura, dé la bendición a la OTAN y permita
a la Administración Bush tener derecho de veto en la política exterior y de
“defensa” de la UE a través de los Blair, Aznar y Berlusconi.
La
Cumbre de Salónica, celebrada en medio de una economía internacional
renqueante, con EEUU en apuros y
Alemania en recesión, ha sido también aprovechada por los jerarcas europeos
para clamar, una vez más, por las "reformas estructurales", palabreja
para designar la voladura de las principales conquistas del Estado del
bienestar: pensiones, sanidad, subsidios de desempleo, educación. Había que
apoyar la brutal ofensiva del capitalismo alemán y francés contra los derechos
de los trabajadores. Es esta Europa neoliberal la que refleja el proyecto de
Constitución.
Una
Constitución antidemocrática
La
propia elaboración del proyecto de Constitución, es un ejemplo del proceder
antidemocrático de los gobiernos europeos. La misma Constitución no lo es, al
no emanar de ningún parlamento constituyente que refleje la soberanía popular,
precisa y exclusivamente para ello. Que la Europa que se atribuye la creación
misma de la democracia (el Preámbulo se abre así: “Conscientes
de que Europa es un continente portador de civilización..”), haya
responsabilizado a una serie de “notables” designados, de la elaboración de
su Carta Magna es un fiel y sarcástico reflejo del total vaciamiento de
contenido de conceptos y valores esenciales. Verdaderamente y en sentido
literal, “lo llaman democracia y no lo es”.
Esta
Constitución ha eliminado toda referencia a los pueblos de Europa, dejando bien
claro que no hay lugar para ellos en la UE, que las naciones sin Estado deben
perder toda esperanza y que los únicos
que mandan aquí son los actuales Estados. Más aún, estos Estados son
reafirmados, a petición de Aznar, en sus “funciones esenciales”, en
particular la de “garantizar la
integridad territorial del Estado, mantener el orden público y salvaguardar la
seguridad interior”. No le ha faltado tiempo a Aznar para declarar que
“ni en el marco europeo ni en ninguno de sus Estados caben aventuras
secesionistas”. Ninguna mención hay al Derecho de Autodeterminación de los
Pueblos, en claro retroceso con respecto a la Carta de NN.UU.
La
Constitución consagra un “espacio
policial y judicial europeo” que, lejos de proteger las libertades,
favorece las arbitrariedades de unos gobiernos con una legislación cada vez más
represiva y autoritaria. La llamada “Cláusula
de Solidaridad” es especialmente amenazadora ya que establece que la Unión
movilizará todos los instrumentos de que disponga, “incluidos
los medios militares”, para “prevenir
el riesgo de terrorismo y proteger las instituciones democráticas”. Pero
¿quién valora los “riesgos de terrorismo”? y, de otro lado, ¿de quién
hay que proteger a esas llamadas “instituciones democráticas”?
Esta
Constitución significa la entronización de una superestructura burocrática
incontrolada. Los gobiernos más poderosos y la alta burocracia de Bruselas, en
unión con las grandes multinacionales europeas, van a seguir dictando los
destinos de Europa, con el Parlamento europeo como “hoja de parra” democrática
que legitime los atropellos.
Una
Constitución neoliberal contra los derechos laborales y sociales
El
proyecto de Constitución consagra a la UE como la gran plataforma burocrática
e institucional de las grandes corporaciones y de sus gobiernos
La
Constitución consagra un espacio único para el capital donde las grandes
multinacionales pueden hacer y deshacer, mover con entera libertad sus mercancías
y sus capitales, precarizar a los trabajadores, empeorar sus salarios, cerrar fábricas
y trasladarlas a los países del Este para explotar los bajos salarios y la
ausencia de derechos. Y ofrece un sólido
apoyo para la actual guerra de los gobiernos contra las conquistas históricas
de los trabajadores europeos.
Nada
se dice en el proyecto de la auténtica
ley de hierro de las privatizaciones: el Acuerdo General para el Comercio de
Servicios. Este Acuerdo -propuesto por la Organización Mundial del Comercio (OMC),
aceptado fervorosamente por UE y
que desarrolla con el máximo hermetismo su Consejero de Comercia, Pascal Lamy
-, tiene por objeto asegurar que ningún Estado miembro se resiste al implacable
proceso de privatización de servicios públicos (sanidad, educación, cultura y
medios audiovisuales, transportes, limpieza, medioambiente, etc. Establece para
ello una especie de tribunal dependiente de la OMC, ante el cual las
multinacionales pueden denunciar a aquellos países que tengan leyes o aprueben
políticas que sean consideradas como obstáculos al libre comercio, aplicando
las correspondientes sanciones económicas o de cualquier otro tipo. Es toda una
cláusula secreta que determina la total supeditación de derechos y libertades,
a la libertad absoluta del capital. No
hay ninguna posibilidad de opción política para ningún pueblo de la UE, fuera
del capitalismo neoliberal.
En
cambio, no hay ningún “espacio social único” que garantice
constitucionalmente un mínimo europeo de derechos sociales. La llamada “Carta
de Derechos Fundamentales” es una burla a esta necesidad, pues constituye una
“armonización a la baja” de los derechos actualmente reconocidos, cuando se
sabe que éstos son extremadamente precarios o inexistentes en muchos lugares
del Este. Tampoco reconoce la Carta los derechos de las mujeres, en particular
el derecho al aborto.
El
proyecto de Constitución define una Europa xenófoba, convertida en fortaleza
ante una inmigración que ella misma provoca, como consecuencia del expolio a
los países dominados. Piensan incluso en introducir una categoría inferior a
la de la ciudadanía plena para los. "residentes de larga duración no
comunitarios".
La
misma reforma de la “Política Agrícola Común”, PAC, recientemente
aprobada, va a significar la expulsión masivo del campo por centenares de miles
de campesinos europeos en beneficio de las grandes multinacionales y empresarios
del sector, que –no lo olvidemos- son los que se llevan la parte del león de
las subvenciones agrarias (en el Estado español el 9% de grandes propietarios
recibe el 60% de las ayudas directas).
Una
Constitución imperialista
No
fue casual que la misma Cumbre que avaló el proyecto de Constitución,
diera su apoyo entusiasta al informe de Solana, cínicamente titulado “Una
Europa segura en un mundo mejor”, cuyas conclusiones forman parte ya del
proyecto de Constitución. El
informe de Solana es el de una Europa imperialista que se quita la careta
pacifista para copiar el discurso reaccionario de la “guerra infinita” de
Bush contra “los tres grandes peligros”: “las armas de destrucción
masiva” (aunque Sharon las tenga al por mayor), el nebuloso “terrorismo
internacional” (recuérdese que la lucha palestina y la de los iraquíes
contra el ejército ocupante es calificada de “terrorismo”) y los llamados
“Estados fallidos”. La nueva doctrina militar europea se apunta también a
las “acciones preventivas” al
gusto de Bush, mediante “la intervención
temprana, rápida y, en caso necesario, contundente de la Unión, sin importar
en qué punto del planeta”. A los dos meses y medio desde la ocupación de
Bagdad, lo único que los jerarcas europeos parecen lamentar de la guerra de
Iraq es no haber participado desde el principio en pie de igualdad con los EE.UU.
y gozar del reparto del botín con plenos derechos.
Por
eso Solana dice que la UE no está dispuesta a quedar marginada en lo sucesivo.
Los gobiernos europeos se inclinan ante la supremacía americana
(“ningún país o grupo de países
se le acerca en capacidad militar”), pero exigen a la Casa Blanca “compartir
en pie de igualdad la
responsabilidad de la seguridad del mundo”. La UE quiere afirmarse como “potencia
de envergadura mundial” también en el terreno militar y busca que EEUU la
reconozca como "aliada", no como simple vasallo. Por eso reclama
Solana que las intervenciones militares sean bajo el amparo de la ONU, donde
Francia dispone del derecho de veto.
Esta
Constitución es también la de la recolonización de los países del Este,
ricos en mano de obra especializada, barata y sin derechos. Es la Constitución
de la Europa imperialista que llama a crear “una
capacidad operativa basada en medios civiles y militares” para
“garantizar el mantenimiento de la paz, la prevención de conflictos y el
fortalecimiento de la seguridad internacional”. De la Europa que “respetará
las obligaciones derivadas de la pertenencia a la OTAN” y que permitirá,
al mismo tiempo, a Francia y Alemania comenzar a desarrollar una fuerza militar
“europea” conjunta, “en el marco de
la Unión”.
El
PSOE, de la mano del PP, a favor de la Constitución
Pero
el gran problema del proyecto de Constitución no es que lo apoye el PP y la
derecha europea sino que sea fruto
del pacto entre esta derecha y la socialdemocracia, sin cuyo respaldo carecería
de toda legitimidad.
El
caso español es especialmente sangrante porque el PSOE no sólo comparte con el
PP el apoyo general a esta Constitución reaccionaria sino, en particular, su
utilización como arma de guerra contra el
derecho de los pueblos a su autodeterminación, como una especie de cláusula
europea de garantía para atajar a las bravas cualquier “aventura disgregadora
de España”. El discurso dulzón de Zapatero de que “dará voz interna a las
autonomías” es incapaz de esconder su alineamiento con el españolismo
neofranquista.
Pero
lo que más llama la atención es la postura del coordinador de IU, Gaspar
Llamazares, que en lugar de condenar esta Constitución imperialista, antidemocrática
y neoliberal, la ha aceptado como “punto de salida”, aunque deba
“mejorarse” en lo relativo a los derechos sociales y servicios públicos.
Llamamiento
a organizar el Frente del NO. Otra Europa es posible.
El
referéndum de junio de 2004 ofrece una magnífica ocasión para convocar a jóvenes,
trabajadores y nacionalidades oprimidas a mostrar un rechazo masivo a esta
Europa reaccionaria, enemiga de los trabajadores, de la juventud y de los
pueblos.
Organizar
el frente del NO pasa a ser una tarea de primer orden para todo el movimiento
antiglobalización y todas las fuerzas anticapitalistas. Corriente Roja defenderá
que en la VII Asamblea Federal, IU acuerde defender con claridad el NO en el
Referéndum de junio.
Corriente
Roja entiende que es necesario apoyar decididamente todo el proceso de elaboración
de la Carta de Derechos Sociales y demás elementos de un texto alternativo,
tales como la inclusión de una renuncia expresa y rotunda a la guerra por parte
de todos los países miembros, la ciudadanía universal que garantice los
derechos de todos/as (los/las inmigrantes, etc.), y el conjunto de derechos
fundamentales, la democracia y la igualdad.
Tanto en la reunión del Foro Social Europeo en París el próximo
noviembre, como en la convocatoria de la contra cumbre de diciembre en Roma
en el marco de la iniciativa de los “Estados Generales del Movimiento
Social por otra Europa”, es preciso articular las movilizaciones por el NO en
los Referéndum de cada estado, difundiendo los contenidos alternativos de una Europa
de los/las trabajadores/as, de los pueblos, de los derechos sociales y económicos,
de las libertades y la participación democrática, de la solidaridad y de la
paz.
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