COLOMBIA
El horror de ser sindicalista en Colombia
Por Fernando Garavito
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fuente: EL ESPECTADOR, 28.6.02
¿Quiere usted morir en el curso de los próximos días? La fórmula es simple:
afíliese a un sindicato. En menos de lo que canta un gallo las fuerzas
oscuras que pululan en este país y que son simplemente eso: "fuerzas
oscuras", lo darán de baja en cualquier esquina.
Así ocurrió a partir de 1990 con mil sindicalistas, según lo denuncia el
Defensor del Pueblo, quien se basa en la investigación adelantada por su
oficina y en estudios elaborados por la Alta Comisionada de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos y por la OIT en una reciente inspección
sobre el caso de Colombia. Ni las Naciones Unidas ni la OIT, que yo sepa,
son organizaciones "comunistas", como tampoco lo es el ortodoxo doctor
Cifuentes. Por lo que podrá creérsele cuando dice que en este país vivimos
una "grave violación de los derechos fundamentales de los trabajadores y
de
los líderes sindicales"; que esas mil y más muertes se deben a que los
grupos paramilitares han convertido a los sindicatos en "objetivos
militares"; que hay "grupos de justicia privada que buscan forzar la
solución de conflictos laborales determinados, liquidando los sindicatos o
cercenando el derecho de huelga"; y que muchos de esos crímenes han
quedado
en la total impunidad. El defensor reconoce que el gobierno no ha sido
indiferente al problema, pero trae a colación un grave ejemplo que, de
quererlo, podría multiplicar por mil: cuando Ricardo Orozco, vicepresidente
de ANTHOC, el sindicato de los trabajadores de la salud, pidió protección al
Ministerio del Interior, recibió como respuesta una rotunda negativa. Orozco
fue asesinado el 2 de abril del año pasado.
El defensor señala que hay épocas en las que la persecución se recrudece.
Pues bien: esta es una de ellas. La CUT ha hecho algunas denuncias: en lo
que va corrido del año 2002, esa central ha sufrido 115 asesinatos, siete
agresiones de la fuerza pública contra movilizaciones pacíficas, dos
allanamientos, doce atentados, nueve desapariciones forzosas y 16
secuestros, en tanto que varios de sus miembros han sido desplazados y
amenazados. La impunidad -dice la Central- ha sido del ciento por ciento. La
semana pasada Omar Romero Díaz, miembro del sindicato de la industria de
materiales para la construcción, resultó seriamente herido en un atentado
que sufrió en Cali; el 15 de agosto grupos paramilitares asesinaron a Felipe
Mendoza, trabajador de la USO, en Tibú; a Amparo Figueroa, afiliada a
ANTHOC, en Miranda, Cauca; y a Francisco Méndez, miembro de FECODE, en
Sincelejo; y Jesús Antonio González, director de Derechos Humanos, dijo que
en la madrugada del 16 de agosto, tropas de la III Brigada allanaron su casa
de habitación buscando armas. Entre tanto, las directivas de "Equipos
Cristianos de Acción por la Paz" afirmaron que grupos paramilitares
amenazaron con dar de baja a uno de sus integrantes como represalia por la
acción que cumplen en Barrancabermeja. Y así podríamos seguir hasta el
cansancio.
Pues bien. Todo esto se desarrolla en un ambiente de intimidación al que no
son ajenas las grandes empresas. A su llegada al país, la DRUMMOND, que
explota los yacimientos de carbón en el Cesar, trató de desbaratar la
organización sindical. Esa actitud hizo carrera, tanto que en el año 2001
los paramilitares asesinaron a cinco dirigentes, entre ellos a dos
presidentes sucesivos del Sindicato de la Industria Minera y Energética y a
uno de sus vicepresidentes, y hoy tienen amenazados de muerte a doce
trabajadores. Uno de ellos, Julio Nieto, se vio obligado a regresar a su
puesto sin protección alguna, lo cual lo obligó a poner una tutela que ha
tenido algún eco en los Estados Unidos. Sin embargo, a la empresa nadie la
detiene y acaba de despedir a 37 trabajadores sindicalizados, señalándolos
como responsables de los sabotajes que los paramilitares cometieron contra
sus instalaciones hace más de un año.
El panorama es turbio. Pero, por fortuna, la conmoción interior decretada
por el gobierno, está a punto de garantizarnos a todos la paz de los
sepulcros.
fuente: El Espectador.