E
L N U R E M B E R G D E
P I N O C H E T |
El desafuero de Pinochet y la Izquierda
Mario Amorós
Augusto Pinochet,
uno de los personajes más siniestros del siglo que agoniza, deberá
responder ante la justicia chilena por algunos de sus terribles crímenes
después de que la Corte Suprema le haya despojado de su inmunidad
como senador vitalicio. Veintisiete años después del golpe de
estado que derrocó al Presidente Salvador Allende, el desafuero
del tirano es una victoria histórica del movimiento de derechos
humanos y la izquierda, en especial del Partido Comunista de
Chile.
"De cuando en cuando la democracia debe bañarse
en sangre para que pueda seguir siendo democracia", aseguró
el 24 de septiembre de 1973 Augusto Pinochet. Este general
fascista cumplió el encargo del imperialismo norteamericano y de
la burguesía chilena de destruir el proceso revolucionario que
encabezaba la Unidad Popular e instaurar el entonces inédito
modelo neoliberal. Durante años Pinochet fue intocable, se
burló de sus víctimas, intentó humillar a sus familiares,
despreció a sus opositores.
El 4 de julio de 1996, cuando Pinochet todavía
era comandante en jefe del ejército, la Unión Progresista de
Fiscales presentó una denuncia contra la junta militar chilena, a
la que se sumaron Izquierda Unida y el Partido Comunista de Chile.
El 12 de enero de 1998 Gladys Marín, secretaria general del PCCh,
presentó la primera querella criminal contra el decrépito
general en Chile. Entonces todas aquellas iniciativas parecían
tener un valor sólo testimonial.
Sin embargo, el 17 de octubre de 1998 la
impunidad de Pinochet empezó a resquebrajarse cuando fue detenido
en Londres a petición del juez Garzón y de la acusación popular
en el proceso de la Audiencia Nacional, de la que formaron parte
Virginia Díaz y Enrique Santiago en representación de IU. Es
evidente que aquellos 503 días de arresto del tirano en la
capital británica y que la acción de la justicia española han
sido decisivos para que Pinochet esté hoy a las puertas de ser
juzgado.
No obstante, este triunfo histórico de la
causa de los derechos humanos corresponde sobre todo a quienes
durante más de 25 años han luchado en Chile por la Verdad y la
Justicia. Es el triunfo de quienes rechazaron el pacto que dio
origen a la interminable transición actual que, según acaba de
admitir un destacado dirigente socialista, tuvo entre sus pactos
la eterna inmunidad del dictador.
Es el triunfo de quienes han denunciado todos y
cada uno de los intentos por perpetuar la impunidad de los autores
de los crímenes más crueles, desde la ley de punto final que
intentó aprobar el presidente Aylwin al reciente e inmoral
acuerdo de la Mesa de Diálogo. Este, respaldado por el gobierno
del socialista Ricardo Lagos, tergiversa la historia, al
responsabilizar del golpe de estado también a la Unidad Popular,
y pretende librar a los más de setenta oficiales hoy procesados y
al propio Pinochet de un castigo justo por las torturas, los
asesinatos, las desapariciones...
El desafuero del tirano es, en definitiva, el
triunfo del Partido Comunista de Chile, de la Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos, de la Agrupación de
Familiares de Ejecutados Políticos, de organizaciones de derechos
humanos como CODEPU y de abogados, como los camaradas Eduardo
Contreras, Julia Urquieta o Hugo Gutiérrez o las compañeras
Fabiola Letelier y Carmen Hertz, que desde los tiempos más duros
de la dictadura han defendido a las víctimas de la represión.
Es el triunfo de personas como Carmen Vivanco,
Ana González, Otilia Vargas o Viviana Díaz. Ana perdió a cuatro
familiares (militantes comunistas) el 29 de abril de 1976, el
padre de Viviana, Víctor (principal responsable del Partido en la
clandestinidad), fue secuestrado días después por la DINA y
cinco familiares de Carmen (militantes comunistas) desaparecieron
entre el 4 y el 10 de agosto de 1976. Otilia Vargas perdió a
cinco de sus seis hijos, militantes del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, por la represión fascista.
Durante 27 años mujeres y hombres como Carmen,
Ana, Viviana y Otilia han mantenido viva la memoria del compromiso
de sus seres queridos con la causa de la libertad y la construcción
del socialismo. Y a pesar de su profundo dolor no han cesado en su
lucha por lograr Verdad y Justicia. Ahora están a punto de
obtener una mínima reparación por el sufrimiento de sus
familiares.
Pero tal vez haya dos mujeres que simbolicen la
lucha del pueblo chileno contra la impunidad. Una de ellas fue
Sola Sierra, presidenta de la Agrupación de Familiares de
Detenidos Desaparecidos desde su fundación en 1975 hasta su
fallecimiento en julio de 1999. Como tantos chilenos, Sola dejó
este mundo sin saber qué sucedió con su esposo, Waldo Pizarro
(miembro del Comité Central del Partido Comunista), secuestrado
en diciembre de 1976 por la DINA.
La otra es Gladys Marín, quien representa la
mejor tradición de un Partido que desde 1912 ha sabido organizar
la lucha de los trabajadores y darle un horizonte socialista, que
impulsó el Frente Popular en 1938, que apoyó el proyecto político
de Allende desde 1952, que fue el alma de la Unidad Popular y el
baluarte de la lucha contra la dictadura.
"Este es el triunfo del pueblo de Chile.
Este es el logro de la tenacidad, de la consecuencia, de la lucha,
que se ha abierto camino mientras los componedores buscaron el
consenso, la negociación y las mesas de diálogo para obstruir la
única forma posible: los tribunales de Justicia. La memoria de
nuestro pueblo; su historia; la verdad y la justicia jamás se
podrán negociar. Porque si la impunidad hubiese prosperado,
entonces estaríamos todos los chilenos, sin excepción, expuestos
a que estos hechos se repitieran una y otra vez en el
futuro", aseguró Gladys tras conocer el fallo de la Corte.
Así es la lucha de la Izquierda, abnegada,
oscura y muchas veces silenciada, pero al final acaba ofreciendo
frutos tan hermosos como la alegría que todos sentimos el 8 de
agosto y que compartimos con nuestros compañeros chilenos.
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