La CGT, frente a una Constitución Europea del capital, apuesta por una
Carta de Derechos Sociales de las personas, universal, vinculante, e
igualitaria, en la cual el reconocimiento, el acceso y el ejercicio de
los derechos estén tanto social como institucionalmente garantizados.
Una Carta de Derechos Sociales que sea el resultado de un proceso de
democracia participativa y de autogestión orientado a la satisfacción
progresiva de las necesidades humanas y de la sostenibilidad de la vida.
Una Carta de Derechos Sociales que se constituya en derecho fundamental
para la libertad plena de las personas.
Una Carta de Derechos Sociales en la que todo derecho reconocido debe
defenderse y salvaguardarse frente al capitalismo del mercado
globalizado, frente a la prioridad de la competitividd, frente a la búsqueda
exclusiva de la productividad, frente al criterio de la máxima
rentabilidad, frente a la continua deslocalización y segregación de
las actividades productivas, frente a los expedientes de regulación de
empleo, frente a la privatización de los servicios sociales, frente a
la creciente y constante precarización de la vida humana.
La Constitución Europea, sin embargo, asume como “natural” que la
sociedad siga estando subordinada a la economía, negando de esta forma
que el modelo económico es una decisión política e impidiendo que las
personas y los pueblos opinen y decidan acerca de ese modelo. Identifica
democracia y capitalismo, es decir, a las personas y a los pueblos sólo
se nos deja el papel de expresar, y ejercer con nuestro voto, la
“libre elección” de consumidores en la siempre injusta libertad de
mercado. Como hito en el proceso de construcción europea, la Constitución
consagra un modelo social devaluado:
No existe un reconocimiento claro de los servicios públicos esenciales
y realiza un reconocimiento a la baja de los derechos sociales
reconocidos en cada Estado miembro.
Los pueblos, sus ciudadanos y ciudadanas, no han tenido la capacidad ni
jurídica, ni política, de hacer oír sus propuestas acerca de una
Constitución que va a regular las relaciones entre los pueblos (los
Estados) de la Unión y las relaciones entre la Unión y el resto del
mundo.
El “comercio libre” es la razón última de esta Constitución, un
comercio que es y se realiza siempre entre los ricos. La biodiversidad,
la no sobreexplotación de los recursos y los ecosistemas, la diversidad
cultural, la identidad de los otros pueblos, los derechos humanos... son
convertidos en objeto de comercio y acumulación, al servicio del interés
privado. En contrapartida, la legislación europea construye muros
legales y policiales que otorgan un trato indigno a los inmigrantes de
los países pobres, e impide el derecho a la libre circulación de las
personas.
La Unión Europea utiliza la PAC (Política Agraria Común) como
instrumento de la globalización para la liberalización del comercio,
en contra de la soberanía alimentaria de los pueblos, potenciando
medidas de carácter proteccionista que bloquean el acceso de los
productos de los países pobres al mercado europeo.
La dependencia del bloque hegemónico imperialista, EEUU, es evidente en
el capítulo de seguridad y defensa. Los estados miembros quedan
obligados a mejorar progresivamente sus capacidades militares, es decir
invertir millones de euros en capacidad de destrucción con los
consiguientes detraimientos de partidas sociales, así como se legitima
el eje euroatlántico de la OTAN.
Por todo ello la CGT, frente a la Constitución Europea del mercado,
frente al poder “invisible” de las multinacionales, de las
transnacionales y del capital financiero, sostiene la necesidad urgente
de que la ciudadanía europea levante su voz en pro de una Carta de
Derechos Sociales, que dignifique la vida humana, que promueva
socialmente la responsabilidad de atender a quien necesita cuidados (por
edad, discapacidad, enfermedad), que asuma que sólo en base a la
igualdad y a unas relaciones justas se puede sostener y profundizar en
la libertad de las personas y de los pueblos.
|