ESTADOS UNIDOS continúa atacando Irak
LA SITUACIÓN POLÍTICA IRAQUÍ
____________________________________________________________
por Lorenzo Peña
Es sabido que el 15 de octubre del 2002 se ha celebrado un plebiscito
en toda la República de Mesopotamia (alias Iraq) --con excepción de las
comarcas curdas, colonizadas por el imperialismo con un régimen de secesión
estatal de facto. Se trataba de confirmar o no la prolongación del mandato
del presidente de la República, Sadán Juseín. Según el escrutinio oficial,
el 100% de los electores han votado y el 100% de los votantes han emitido un
voto favorable.
Ninguno de los despachos que hemos leído u oído (todos ellos emanados
de los órganos de propaganda radial o impresa del imperialismo) ha
acreditado ninguna irregularidad, ningún desmán, ningún elemento que
--siquiera como indicio-- permita presumir la falsedad del escrutinio, salvo
la generalidad de que ya se sabe que bajo una dictadura no hay libertad, y
que, no habiendo libertad, ni el votante está exento de coacción ni se le
brinda la oportunidad de formarse un juicio imparcial, oyendo a unos y a
otros.
Será verdad (aunque, si vamos a eso, no poco de lo mismo sucede en las
democracias occidentales, y, ¡no digamos! en sistemas partitocráticos como
lo es el español actual; la diferencia es meramente de grado).
Mas, claro, de la verdad de una generalidad así no se deduce en
absoluto ni qué fiabilidad tenga, o deje de tener, el escrutinio ni en qué
medida el resultado refleje, o deje de reflejar, el sentimiento de los
iraquíes.
También se ha alegado que los corresponsales de prensa extranjera no
pueden indagar libremente. También eso es sin duda verdad, como por lo demás
sucede en cualquier parte del mundo; el margen de libertad del periodista
está mucho más restringido de lo que nos quieren hacer creer. Mas, pese a
tal restricción, lo que es obvio es obvio; y, de haber señales claras de
manipulación, trucaje, pucherazo o chanchullo, algo habrían visto que
pudiera, si no probarlo, al menos aportar un indicio razonable de que así
fuera. Porque no se han quejado los periodistas acreditados de que se hayan
restringido sus movimientos.
Ante la falta de razonamientos en que basar el desdeñoso rechazo del
resultado electoral por parte de los círculos influyentes del mundo
imperialista, se ha acudido al argumento psicológico: sería contrario a la
naturaleza humana que se produjera tal unanimidad.
El argumento es falso. No es contrario a la naturaleza humana. Apuntaba
el historiador Pierre Vilar cómo en muchos pueblos de Francia se había
vivido una unanimidad revolucionaria y republicana en 1789 y 1793 y una
unanimidad realista en 1815.
¿No hemos conocido en España muchos fenómenos semejantes en diversas
épocas? ¿No hubo pueblos castellanos, en la revolución de las comunidades en
el siglo XVI, donde a la unanimidad comunera siguió una unanimidad
legitimista al restaurarse el poder del rey Carlos I? ¿Y no se han repetido
hechos similares en períodos recientes de nuestra historia?
Hubo en varios momentos de la Italia de Mussolini (sobre todo al ser
conquistada Abisinia en 1935) una adhesión masiva y prácticamente unánime en
muchos sitios; a esa unanimidad de un signo sucedió una unanimidad de signo
opuesto, antifascista, en el momento de la liberación, 1944-45.
Quien tenga experiencia política sabe que en cualquier movimiento,
colectivo, grupo o coalición hay una tendencia a seguir al liderazgo, al
aparato, tendencia que a menudo se traduce en actitudes de cerrar filas, en
adhesiones unánimes. Son variadas las circunstancias que pueden llevar a
esas unanimidades: peligro suscitado por adversarios externos, situaciones
de carga emocional, o de éxitos espectaculares, o de fracasos dolorosos. Sin
duda la psicología de las multitudes es sumamente compleja y poco conocida.
Sabe de qué hablo todo el que haya sido una oveja negra en
circunstancias así (y más el que --como el autor de estas líneas-- tenga una
vocación a estar toda su vida en una minoría de a uno). Sabe lo aislado que
se encuentra uno, cómo se producen, alrededor de uno, esas irritantes y
desconcertantes unanimidades.
La unanimidad no es, pues, contraria a la naturaleza humana; al revés;
aunque siempre haya, eso sí, alguno que otro discrepante --que la
estadística puede permitirse ignorar (uno de cada cien mil, p.ej.)
Y las circunstancias en Mesopotamia explican perfectamente ese volcarse
unánime de la gente a apoyar a su dirigente, porque ven en eso un mensaje de
rechazo a la amenaza de guerra del imperialismo, a la pretensión de los
enemigos históricos del pueblo iraquí de imponerle por la fuerza un régimen
fantoche y, ¡encima!, el desmembramiento de facto del país, la secesión de
las comarcas con predominio de minorías étnicas o religiosas.
En tales circunstancias muchos regímenes cosecharían un sostén masivo
de la población. ¿No justificó la monarquía inglesa --en boca de su
prohombre, Winston Churchill-- su negativa a cualquier campaña de boicot
diplomático de la sanguinaria tiranía fascista de Franco, en 1945, alegando
que ese rechazo extranjero le valdría a Franco la unánime adhesión de los
españoles? Y tampoco es que su argumento fuera del todo falaz e infundado.
Unos dirán que todo eso sucede por la tendencia del ser humano a
plegarse a la corriente, a unirse al viento que sopla, o a cortejar a los
poderosos de turno. Mas, existiendo eso, hay factores mucho más complejos.
En los casos pertinentes que nos ocupan, uno de esos factores es el
patriotismo.
Esta lectura nuestra se ve confirmada por recientes acontecimientos
políticos en la República Iraquí.
Abdul Yabbar Al-Kuvaisí --desde hace 30 años oponente iraquí en el
exilio (concretamente en París)-- lidera la denominada `Coalición nacional'
iraquí; se lo considera un político de signo «nacionalista» --quiera eso
decir lo que quiera.
El congreso constitutivo de tal coalición se celebró, al parecer, en
Suecia tras la guerra del Golfo de 1991; uno puede albergar sospechas de
algún oportunismo (mas ¿hay político que no sea oportunista?).
En esa coalición participan siete partidos políticos, entre ellos una
rama disidente del Baas (el partido gubernamental), el Partido de la Paz en
Curdistán y la Corriente Nacional del Partido Comunista Iraquí.
Abdul Yabbar Al-Kuvaisí lucha por un régimen pluripartidista (aunque
sabemos que muchas veces los adeptos del pluripartidismo dejan de serlo si
un día pasan a ser presidentes o jefes de gobierno). Siempre ha rechazado el
sistema político del socialismo baasista que encabeza el Presidente Sadán
Juséin.
Esa Coalición Nacional ha acudido incluso a empuñar las armas para
derrocar al actual régimen iraquí. Y de hecho parece que aún tiene alguna
pequeña fuerza armada insurreccional en el interior del país (a diferencia
de las camarillas congregadas en el contubernio de Londres, de las cuales
sólo los secesionistas curdos tienen una presencia real en Iraq).
Según el boletín de noticias de Radio Francia Internacional para el
Oriente Medio del miércoles 2002-12-16 (retransmitido por Radio Montecarlo),
Abdul Yabbar Al-Kuvaisí, al cabo de tres años de contactos con las
autoridades iraquíes --desde la emigración--, ha visitado el otro día Bagdad
al frente de una delegación de dicha coalición.
En la delegación figuraban también otros miembros de esa alianza
política en el exilio (entre ellos un alto oficial del ejército que había
hecho defección años atrás). Habrían entablado conversaciones con altos
personeros gubernamentales iraquíes.
Abdul Yabbar Al-Kuvaisí --entrevistado por Frédéric Daumont y
Emmanuelle Pochez, enviados de RFI en Bagdad-- ha declarado que todos los
iraquíes, incluso las fuerzas insurgentes, están unidos en este momento en
torno a Sadán Juseín para luchar contra la agresión del imperialismo
anglosajón y contra sus lacayos congregados en el aquelarre de Londres.
Según él, el gobierno iraquí está distribuyendo armas a todos los
iraquíes para la defensa de la Patria; incluso a los insurrectos, porque
sabe que van a apuntar contra el invasor yanqui y no contra las fuerzas
gubernamentales.
Ello no lo lleva a suscribir un apoyo a la ulterior continuación del
actual sistema político iraquí, sino que desea su reemplazamiento, por vía
de cambios políticos internos, por un sistema pluripartidista. Piensa que
existen buenas perspectivas para llegar a un acuerdo con el gobierno iraquí
a fin de que se autorice la formación de una oposición interna legal que
abra la vía a la instauración de ese multipartidismo político.
Al parecer, ya ha recibido permiso para establecer en Bagdad periódicos
y órganos de prensa en una línea opositora. Afirma que dentro de 6 meses
habrá un tránsito al multipartidismo.
En tales conversaciones y acuerdos han participado diversas fuerzas
políticas del exilio patriótico y republicano, las cuales defienden la
unidad y soberanía de la república iraquí, rechazando la agresión, la
restauración monárquica y el desmembramiento del estado iraquí planeado por
Washington y Londres.
Si todo eso es verdad, se desmorona uno de los argumentos con los que
el imperialismo pretende justificar su agresión contra la República iraquí
para imponer por la fuerza un cambio de régimen, a saber: que en Mesopotamia
lo que existe es una tiranía sin respaldo popular, abominada por las masas,
mas tan fuerte que les sería imposible a los iraquíes expresar su
descontento o sus aspiraciones o hacer oír una voz de protesta; en suma, que
allí hay una tiranía insufrible.
En otros escritos he definido la noción de tiranía insufrible, la cual
justificaría la insurrección interna, aunque --según lo he señalado en esos
artículos-- sólo si, a la vez, se dieran muchas otras condiciones que
dotaran a la insurrección de amplio respaldo popular, de perspectivas
realistas de éxito y de fundada confianza en que no conducirá a males
mayores que los que se quieren curar con ella.
Justificar la insurrección es una cosa. Justificar la invasión foránea
es otra. La invasión foránea nunca puede estar justificada por motivos
civilizatorios, humanitarios ni de derechos humanos; ni por motivo alguno,
como no sea la legítima defensa propia (e.e. la respuesta a una agresión;
p.ej. la invasión soviética de Alemania en 1945). Cualquier invocación
civilizatoria o humanista para avalar un ataque contra una nación extranjera
es una pura falacia, según lo señaló ya en su tiempo nuestro gran
jusfilósofo, Padre Francisco de Vitoria O.P.
En la medida en que sean verdaderas las informaciones aquí citadas, en
el actual caso de Mesopotamia no hay justificación alguna ni para una
insurrección interna ni, menos, para un ataque militar foráneo. Ha de
dejarse a los iraquíes seguir sus propias vías.
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