ESTADOS UNIDOS continúa atacando Irak

Bagdad, 11 de abril de 2003

Nos llega la noticia de que el Hospital Al Kindi ha sido asaltado ante la pasividad de las fuerzas estadounidenses. Hemos descrito en nuestras crónicas la profesionalidad y entrega, 24 horas sobre 24 horas, durante tres semanas de bombardeos, de todo su personal sanitario. Igualmente, hemos escuchado con perplejidad que Amnistía Internacional ha exigido a EEUU que asuma el control efectivo de la situación en Bagdad. Ambas noticias nos animan a efectuar una reflexión que desde que se iniciara la ocupación de esta ciudad, nos parece cada vez más necesaria expresar.

En primer lugar, no hay una situación generalizada de caos y los actos de pillaje que se están cometiendo no responden a necesidades perentorias. En segundo lugar, el asalto al Hospital Al Kindi permite desmentir que el pillaje sea un síntoma más del júbilo por la caída del régimen iraquí. Lo estamos viendo: grupos de salteadores saquean todo inmueble desocupado, no solo los edificios públicos o las casas de los dirigentes del Partido Ba’ath. El pillaje está afectando también a las embajadas, a los edificios de las agencias de NNUU, a hoteles y comercios.

Pero lo trascendental es que hay una pretensión cínica, deleznable, de convertir esta agresión, esta guerra ilegal que sí es de pillaje contra Iraq, en una intervención humanitaria “a favor del pueblo iraquí”, tras el fracaso de haber pretendido presentarla como “una guerra de liberación”. EEUU y Gran Bretaña han tenido que emplear masivamente todo su potencial bélico para someter militarmente a este pueblo apenas armado en los últimos combates en Bagdad con armas ligeras. Tras ello, aquí en Bagdad, excepto las decenas de figurantes que, con la ayuda de los marines lograba tirar abajo anteayer una estatua de Sadam Husein ante la prensa internacional concentrada en el Hotel Palestina, nadie ha recibido a los estadounidenses como libertadores y su naturaleza de fuerza de ocupación es cada vez más evidente.

Las fuerzas de ocupación están tolerando con su pasividad, cuando no alentando, los saqueos; por ello mismo, quizá su despliegue es aún tan limitado solo en las principales calles y plazas de una ciudad de cinco millones de habitantes y 50 Km. de diámetro. La focalización de los medios de comunicación sobre estos hechos apuntala las argumentaciones de los agresores: Bagdad, todo Iraq, requiere una tutela extranjera que ponga fin a este supuesto caos. Esta consideración, además de legitimar los intereses espurios de EEUU y Gran Bretaña, ignora el hecho esencial: que la inmensa mayoría de la población bagdadí está demostrando nuevamente su civismo. Si en Basora el asedio a la ciudad y el bombardeo de las ya precarias infraestructuras de la zona creó una grave crisis de carencia de agua potable, que ahora permite a los soldados británicos y españoles transmutarse en “personal humanitario”, en Bagdad la situación humanitaria no es crítica, excepto la hospitalaria. En la totalidad del país, el gobierno iraquí había distribuido a comienzos de año, como confirmaba la directora del Programa Mundial de Alimentos de NNUU desde Basora hace una semana, seis cupones mensuales de la cartilla de racionamiento con lo cual no hay problema alimentario alguno, como tampoco lo hay, al menos por el momento, en Bagdad, en el suministro de agua potable.

No es casual, por ello, que junto al mero pillaje de mobiliario y electrodomésticos, se estén asaltando en Bagdad hospitales ante los ojos de las tropas de ocupación. Es todo un símbolo y un claro indicio. Hemos visto estas semanas, a diario, el Hospital Al Kindi (donde descubrimos al pequeño Ali gracias al director del centro, el Dr. Osama) y otros hospitales de Bagdad, y en ellos hemos encontrado un personal sanitario altamente cualificado, afrontando con resolución y plena entrega, con la precariedad de medios impuesta por 12 años de embargo, una situación crítica: poco vimos allí susceptible de robo. Esta es la imagen que debería prevalecer de esta ciudad y de este país: en estos hombres y mujeres seguimos reconociendo a este pueblo, su valor ético y su civismo, su compromiso como ciudadanos.

En cualquier otro ámbito social, productivo, la situación era la misma. Hasta hace dos días, cuando se culminó la ocupación de la ciudad, durante las tres semanas de inclementes bombardeos, seguían funcionando los servicios públicos y los habitantes de Bagdad mantenían admirablemente la normalidad de sus vidas cotidianas, en un milagro que hemos narrado desde aquí día a día, de igual manera que la habían mantenido durante 12 años de embargo.

Esta realidad esencial no puede ser sustituida por las imágenes reiteradas e interesadamente fragmentarias de estas últimas horas. Con ello se pretende anular a los iraquíes como sociedad articulada, como nación, como hombres y mujeres plenamente capacitados para regir libremente su futuro. Se pretende lo contrario: devolverles 80 años atrás, a una tutela colonial que supieron entonces sacudirse. No nos cabe duda alguna de que también se sacudirán esta que ahora se está diseñando para ellos. 

Brigadistas del Estado español contra la Guerra: Javier Barandiarán, José Bielsa Fernández, Belarmino Marino García Villar, Mª Rosa Peñarroya Miranda, Ana Mª Rodríguez Alonso, Mª Teresa Tuñón Álvarez, Carlos Varea González

Ver también el INFORME de 26 de abril de 2003


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