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Secciones: Anarquismo -  Rusia, URSS, Centenario Revolución Soviética

Título: Historia del anarquismo: Rebelión de Crondstadt en 1921, al comienzo de la Revolución Bolchevique

Texto del artículo:

REBELION DE CRONDSTADT CONTRA LA IMPOSTURA BOLCHEVIQUE

Historia del Anarquismo

Esta página está dedicada a los millones de seres humanos que dieron su vida por la libertad...
Y a la vez a todos los que dicen que la anarquía es irrealizable

Rebelión de Crondstadt contra la impostura bolchevique

Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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Primeros disentimientos entre Cronstadt y el gobierno bolchevique.-Abordamos el punto de la epopeya de Cronstadt: su lucha desesperada y heroica, en marzo de 1921, contra la nueva impostura bolchevique, y el fin de su independencia.

Los primeros disentimientos con el nuevo gobierno aparecieron casi al día
siguiente de la Revolución de octubre.

El lema «Todo el poder para los soviets» significaba para Cronstadt la
independencia de cada localidad, de cada soviet, de cada organismo social en sus
respectivos asuntos, en relación al centro político: el derecho a adoptar
iniciativas y decisiones y toma, medidas, sin permiso del centro, el cual, según
esta interpretación, no podía dictar ni imponer su voluntad a los soviets
locales, dueños de sí mismos, como cada soviet u organismo obrero o campesino,
todos los cuales, necesariamente, habían de coordinar su actividad con las de
las otras organizaciones, sobre base federativa. Igualmente los asuntos
concernientes al entero
país debían ser concertados por un centro federativo general.

Cronstadt suponía, pues, que, con la protección de un gobierno proletario y
amigo, una Federación libre de los soviets y una Federación libre de los comités
de fábrica, crearían progresivamente una fuerza organizada, capaz de defender
las conquistas de la Revolución social y de impulsar su desarrollo.

El gobierno, naturalmente, se ocupaba de todo menos del problema primordial: el
de ayudar a las organizaciones obreras y campesinas a su definitiva
emancipación. El gobierno se preocupaba de la Constituyente, de su instalación y
de sus propias prerrogativas, de sus relaciones con los diversos partidos
políticos, de la elaboración de planes de colaboración con los restos de la
burguesía (control obrero de la producción), etc. Bien poco cuidadoso de la
independencia de las organizaciones obreras, ni pensaba en ello.

Eso no era todo. Manifiestamente, él entendía «el poder para los soviets» de
modo extraño. En lugar de prestar apoyo a las masas obreras para permitirles
conquistar y ampliar su actividad autónoma, comenzó por quitarles todo poder y
por tratarlas como sometidas. Por su solo arbitrio cerró fábricas y licenció a
los personales contra la voluntad de éstos, y tomó otras medidas arbitrarias y
coercitivas, sin consultar siquiera la opinión de los interesados, haciendo caso
omiso de las reclamaciones de los organismos obreros. Y, sobre todo, y cada día
mayormente, restringía con diversos pretextos la libertad de acción de los
soviets
y de otros organismos de trabajadores, imponiéndose por doquiera
arbitrariamente, y aun por la violencia.

Completemos los ejemplos citados anteriormente con otros casos más reveladores
de la impostura del gobierno bolchevique y de su incapacidad frente a los
problemas reales.

A principios de 1918, la población laboriosa de Cronstadt, tras debates en
múltiples reuniones, decidió proceder a la socialización de locales y viviendas.
Se trataba, primero, de obtener el consentimiento y el concurso del soviet
local; luego, de crear un organismo competente, encargado de la recepción y
examen de
los inmuebles, de la equitativa distribución de los alojamientos, de su
reparación y cuidado, y de las nuevas construcciones. En el grandioso mitin
último se encargó a algunos miembros del soviet (socialistas revolucionarios de
izquierda y anarcosindicalistas) el planteamiento de la iniciativa en la próxima
sesión plenaria. y así tuvo entrada en el soviet el proyecto detallado.

El primer artículo declaraba: «Queda abolida en adelante la propiedad privada de
bienes raíces e inmuebles.» En otros se especificaba: la gestión de todo
inmueble incumbirá al Comité de vivienda, elegido por sus ocupantes. Los asuntos
importantes relativos aun barrio lo serán en asamblea general de sus habitantes,
quienes designarán a los miembros del Comité de barrio. Funciones más
abarcadoras son las de los Gpmités de distrito, y generales, las del
Departamento ejecutivo urbano de los Comités de vivienda, integrado por
delegados de los distritos.

Los miembros bolcheviques del soviet pidieron que se postergara por ocho horas
la discusión del proyecto, pretextando la importancia del problema y la
necesidad de estudiarlo detenidamente. Aceptado el aplazamiento por el soviet,
aquéllos se dirigieron a Petrogrado para recabar instrucciones del Centro.

En la sesión siguiente, los bolcheviques pidieron el retiro del proyecto,
declarando que un problema de tal importancia no debía ser resuelto sino por el
conjunto del país; que Lenin preparaba un proyecto al respecto, y que, en
interés mismo del asunto, el soviet de Cronstadt debiera esperar las
instrucciones del Centro. Los socialistas revolucionarios de izquierda, los
maximalistas y los anarcosindicalistas propusieron su inmediata discusión, lo
que fue aprobado. En el debate, la extrema izquierda propuso, ya expuestas todas
las opiniones, que se pasara a votación una vez agotada la discusión y, de ser
aprobado el proyecto, proceder a su inmediata realización. Los miembros
bolcheviques y mencheviques se levantaron entonces, en sugerente coincidencia, y
abandonaron la sala, entre aplausos irónicos y cáusticas frases de los
restantes: «¡Helos al fin unidos!»

Un delegado maximalista propuso, para dar tiempo a los bolcheviques de volver,
borrando la impresión de estar contra la abolición de la propiedad privada, que
se votara el proyecto articulo por artículo. Aprobada la proposición, ocurrió lo
previsto. Los bolcheviques comprendieron su falta de táctica, volvieron a sus
asientos y votaron el artículo primero. Sólo se trataba, para ellos, de un voto
de principio. Pero cuando se pasó a los artículos relativos a los medios de
realización de tal principio aban.donaron de nuevo la sala. Algunos bolcheviques
que juzgaron imposible para ellos someterse en ese asunto a la disciplina del
partido permanecieron en sus puestos, participaron en la discusión y votaron el
proyecto, para cuya inmediata realización habían recibido formal mandato de sus
representados. Por ello fueron excluidos del partido, culpables de «inclinación
anarcosindicalista».

El proyecto fue finalmente aprobado.

Por largo tíempo prosiguió la lucha apasionada sobre el asunto en talleres,
batallones, navíos, etc. (Cronstadt no estaba sometida aún.) Se realizaban
frecuentes reuniones muy concurridas, en las que los miembros del soviet eran
invitados a informar sobre las incidencias de la discusión en él y aclarar su
actitud. Algunos de ellos, bolcheviques refractarios al proyecto, fueron
retirados del soviet por sus electores. De resultas de todo ello, los
bolcheviques iniciaron una violenta campaña contra los anarcosindicalistas e
intentaron sabotear la aplicación del proyecto aprobado. Fue en vano.

Bien pronto quedaron constituidos los comités (de vivienda, de barrio, etc.) y
empezaron a funcionar. El plan entró en vigor, haciéndose realidad el principio
«Todo habitante tiene derecho a adecuado alojamiento.» Las casas fueron
metódicamente visitadas, examinadas y censadas por los comités, para su
distribución equitativa. Así se descubrió que, mientras en pésimas buhardillas
se amontonaban pobres gentes, a veces varias familias juntas, departamentos de
diez a quince habitaciones, bien soleados y confortables, estaban ocupados por
pocas personas. El director de la Escuela de Ingenieros, por ejemplo, soltero,
ocupaba él solo un lujoso departamento de veinte habitaciones. Al serle censada
la residencia y anunciada la reducción de su espacio vital para poder acomodar a
algunas familias libradas de las malsanas buhardillas, protestó ruidosamente y
calificó el acto de «verdadero bandolerismo».

Los desdichados que llenaban las barracas insalubres, las mansardas infectas y
los inmundos subsuelos no tardaron en disponer de más sano y confortable
alojamiento. y aun se acondicionaron algunos hoteles para los viajeros.

Cada Comité de distrito organizó un taller para la reparación y
acondicionamiento de los inmuebles, los que funcionaron satisfactoriamente.

El gobierno bolchevique lo destruyó todo más tarde, eliminando de raíz tan
constructiva experiencia. La gestión de los inmuebles pasó entonces a un órgano
meramente burocrático: la Central de bienes raíces e inmuebles, dependiente del
Consejo de Economía Nacional. En cada inmueble, cáda barrio y cada distrito
funcionarios de la Central, mejor dicho, policías, se encargaban de vigilar
entradas y salidas, señalar los desplazamientos de los habitantes del barrio y
sus infracciones a los reglamentos, y denunciar a Jos sospechosos, etc.

Se prodigaron, claro está, decretos burocráticos y, por lo tanto, estériles, y
el resultado fue que todos los trabajos, las tareas positivas cuya fructuosa
posibilidad había quedado demostrada por la libre actividad de los vecinos,
fueron abandonados. Eliminados de la gestión directa los interesados (como en
todo otro terreno), todo recayó al estado de inercia. Los mejores inmuebles
fueron requisados para los servicios burocráticos del Estado, vivienda de
funcionarios, etc. Los demás, abandonados poco más o menos, empezaron a
deteriorarse.

Las medidas preventivas del gobierno.-A causa de tales actitudes y
procedimientos del nuevo poder en todos los dominios de la vida, los marinos de
Cronstadt no tardaron en comprender el engaño sufrido con el señuelo de los
famosos lemas del Estado proletario, la dictadura proletaria y otros semejantes,
y que nuevos enemigos de las clases laboriosas, simulados amigos de ellas, se
habían entronizado. y no ocultaron su decepción.

Se hizo sentir así, ya afines de 1917, a los dos meses apenas de la Revolución
de octubre, una oposición pacífica, pero firme, a los actos burocráticos, tan
arbitrarios como antirrevolucionarios y aun antisociales.

El gobierno, que sabía perfectamente a qué atenerse respecto a los militantes de
Cronstadt y no podía sentirse seguro mientras continuara existiendo, cerca de la
capital, esa ciudadela de la verdadera Revolución, se propuso reducirla, a toda
costa, a la impotencia y la obediencia, concibiendo al efecto un plan
maquiavélico. No osando atacar a Cronstadt abiertamente, de frente, comenzó
metódica y taimadamente a debilitarla, empobrecerla, gastarla, agotarla. Tomó
disimuladas medidas para privar a Cronstadt de sus mejores fuerzas, sus
elementos más combativos, irla desmoronando y finalmente anularla. Por eso,
utilizó más que nunca el entusiasmo revolucionarios, las energías y aptitudes de
los marinos.

Cuando, poco después de octubre, la situación alimentaria de las poblaciones de
las ciudades se hizo catastrófica, el gobierno pidió a Cronstadt que formara
equipos especiales de propagandistas a enviar al interior, a aldeas y campiñas,
con objeto de difundir las ideas de solidaridad y de deber revolucionarios,
particularmente la necesidad de alimentar a las ciudades. El renombre
revolucionario de los hombres de Cronstadt, decían los bolcheviques, podría
rendir servicios inapreciables a la causa: a los marinos les sería más fácil que
a nadie convencer a los campesinos a ceder una parte de sus coches a los obreros
hambrientos.

Cronstadt se puso en acción, y numerosos grupos partieron para el interior,
contraídos a su misión. Casi todos esos grupos fueron en seguida dispersados,
por múltiples medios, y sus integrantes, forzados a permanecer en el interior
por variados motivos, no pudieron volver más a Cronstadt.

Por otra parte, el gobierno retiraba constantemente de Cronstadt fuertes
destacamentos para enviarlos donde la situación interna se volvía indecisa,
amenazante, peligrosa. Cronstadt cumplía siempre. ¡Cuántos de esos bravos
militantes y combatientes no volvieron jamás a su navío o su cuartel!

También se le requería, constantemente, hombres para determinadas funciones o
puestos que exigían aptitudes especiales, responsabilidad, coraje a toda prueba.
Crgnstadt nunca se rehusaba. Jefes de formaciones militares comandantes de
trenes o autos blindados y de estaciones ferroviarias, obreros especializados:
mecánicos, torneros, ajustadores, etc., se iba a buscarlos continuamente entre
los hombres de Cronstadt, que a todo se prestaba.

Cuando la sublevación de Kaledin en el Sur se hizo amenazante, Cronstadt envió
fuerzas importantes y contribuyó poderosamente a su aplastamiento, no sin perder
a muchos de los suyos.

Todas estas medidas previas de ataque indirecto fueron finalmente coronadas por
un golpe directo que Cronstadt, ya debilitada, no pudo resistir eficazmente. A
fines de feprero de 1918, al volver los marinos de su expedición contra Kaledin
y descender en la estación terminal, vieron desde ella que en la ruta a
Cronstadt, sobre el hielo del golfo, negreaba una multitud en marcha. Eran los
marineros de Cronstadt que se dirigían, sus líos a la espalda, hacia Petrogrado.
y de boca de los que llegaban supieron la amarga verdad.

Contrariamente a la resolución del Congreso panruso de los marinos, que
proclamaba, conforme a los unánimes mandatos de los delegados, que la flota no
sería desmovilizada, el Consejo de comisarios del pueblo publicó, a principios
de febrero de 1918, el famoso decreto de disolución de la flota actual. Una
nueva flota roja se crearía de seguida sobre otras bases, para incorporarse a la
cual cada conscrito debía firmar ahora un contrato de enganche voluntario. Y,
detalle significativo, los sueldos de los marineros eran muy seductores. Los
marineros se negaron a acatar el decreto. El gobierno les respondió con un
ultimátum: la sumisión o la supresión de toda razón a las veinticuatro horas. No
sintiéndose fuertes para resistir hasta el fin, mordiendo rabia, los marinos
tomaron su equipaje y abandonaron su ciudadela, llevándose algunas
ametralladoras. «Tal vez tengamos necesidad de ellas -decían-. ¡Que los
bolcheviques armen a sus futuros mercenarios!»

(Algunos meses después, el gobierno bolchevique desarmó a toda la población. Se
intimó a los ciudadanos, cualesquiera fueran y dondequiera se encontrasen, la
entrega de sus armas a las autoridades locales, so pena de muerte.)

Un cierto número de marinos, de retorno de los frentes de lucha o por otros
motivos, volvieron más tarde a Cronstadt y se reagruparon, pero constituían
relativamente un puñado. Las fuerzas principales habían sido desperdigadas por
la extensión inmensa del país.

Cronstadt, debilitada.-Cronstadt ya no era la misma, de lo cual pudo percatarse
el gobierno en varias ocasiones.

Así, cuando las tratativas de paz con Alemania, el soviet de Cronstadt, como la
mayoría de los demás soviets, votó contra la paz con los generales,
pronunciándose enérgicamente contra ella en todos los mítines. Entonces los
bolcheviques, tras de tomar algunas medidas, anularon el primer voto, plantearon
de nuevo el asunto e impusieron su resolución. y Cronstadt se inclinó.
Concertada la paz y disgregado el compacto bloque revolucionario (Cronstadt, la
escuadra del mar Negro, etc.), el gobierno bolchevique tuvo campo libre para
consolidar su dictadura.

Cuando, en abril de 1918, el gobierno atacó, en Moscú y otros lugares, a los
anarquistas, clausurando los locales de sus grupos, suprimiendo su prensa y
metiendo en prisión a sus militantes, Cronstadt mostró aún otra vez sus garras,
pero éstas ya no tenían su potencia anterior. Ya los marinos no podían dirigir
sus cañones contra los impostores, quienes se habían puesto fuera del alcance de
sus armas, refugiándose, como ciertos tiranos precedentes, tras los muros del
Kremlin, en Moscú. Cronstadt hubo de limitarse a dos resoluciones de protesta:
una, adoptada en un mitin monstruo realizado en la gloriosa Plaza del Ancla; la
otra, por el soviet.

Una represión feroz se descargó en seguida sobre «el orgullo y la gloria de la
Revolución». Los bolcheviques habían dejado realizar las reuniones para tener un
pretexto. Sin pérdida de momento, disolvieron el soviet y lo remplazaron por
otro más dócil, sometieron las reuniones, la prensa y la palabra, como por
doquiera, al riguroso control estatal; se instaló en la ciudad una sección de la
Tcheka y se crearon células comunistas en los talleres, los regimientos y los
navíos. Todo estaba vigilado. A la menor crítica de los actos bolcheviques, los
culpables eran detenidos y traslaaddos a Petrogrado, y ya no se sabía más de
ellos.

Una sola vez Cronstadt se soliviantó resueltamente y salió con la suya. El navío
de línea Petropavlowsk se negó rotundamente a entregar a las autoridades a un
marinero anarquista (un tal Skourikhin), y los bolcheviques no insistieron.
Sería imprudente provocar una sublevación por un individuo, al que podrían
echarle mano más tarde por otro medio.

Salvo este enfadoso caso, bien jubiloso podía mostrarse el gobierno bolchevique:
Cronstadt, vanguardia de la verdadera Revolución, se doblegaba, en la
impotencia, bajo el puño de hierro del poder comunista. Sin embargo, esto sólo
era cierto a medias.

Durante meses y meses Cronstadt asistió impotente a la impostura, la ignominia y
los crímenes de los enterradores de la Revolución.

Al volver de sus permisos, los marineros relataban de qué modo el poder de los
trabajadores trataba( a éstos. A los campesinos se les requisaba, sin
distinción, el últ'imo trigo, el poco ganado que les quedaba y hasta los
utensilios domésticos, condenándolos así a una vida de hambre, y no se vacilaba
en recurrir a arrestos y fusilamientos en masa de los recalcitrantes. Puestos
armados controlaban el acceso a las ciudades y confiscaban los sacos de harina
que, por caso general, los campesinos enviaban a sus parientes hambrientos, y
metían entre rejas a los que se resistían. Pero se hacía la vista gorda con los
que hacían pasar en mayor cantidad productos destinados a la especulación, pues
ésos sabían untar las manos.

«El pueblo trabajador está desarmado», señalaban los marinos. «Se ve ahora que
el armamento general de los trabajadores, la libertad de palabra y de acción no
sólo meten miedo a los contrarrevolucionarios conocidos, sino también a los que
abandonan el verdadero camino de la Revolución. Se ha creado el Ejército rojo,
que, como todos los ejércitos, acabará por ser una fuerza ciega en manos del
partido gobernante. Desligados de sus bases, separados del taller, de sus
camaradas de trabajo, los soldados, sugestionados y arrastrados por consignas
engañosas, sometidos a embrutece dora disciplina y privados de medios de actuar
en forma organizada, podrán ser fácilmente manejados como lo desean los
dirigentes, cualesquiera sean.»

Cronstadt escuchaba, observaba y bullía. En cuanto al pueblo, estaba cada vez
más atado, amordazado, enyugado y aplastado.

Los obreros de Petrogrado se rebelan contra el gobierno. Pero, a pesar de todo,
estalló la tempestad. Comenzó a rugir no en Cronstadt, sino en Petrogrado. A
fines de febrero de 1921, la situación de las masas en las ciudades se había
hecho insostenible. Todo se disgregaba. Escaseaban los artículos de primera
necesidad. Hasta el pan estaba racionado y era difícil obtenerlo. Las viviendas
carecían de calefacción, por falta de combustible; los ferrocarriles habían
suspendido la mayor parte de los servicios, y numerosas fábricas cerraban, lo
que agravaba la situación. Los llamados pedidos y reclamaciones de los obreros
eran vanos.

El gobierno percibía claramente la gravedad de la situación y aun confesaba su
impotencia para remediarla, pero se negaba a modificar en lo más mínimo su
línea. Ni siquiera admitía discutir con los obreros descontentos. Rechazaba por
anticipado toda sugerencia, toda colaboración, toda iniciativa. y por todo
remedio acudía de más en más a requisiciones, expediciones militares, medidas de
represión y de violencia extremas. Serios tumultos estallaron entonces en
Petrogrado.

Muchas fábricas, entre las más importantes, organizaron asambleas generales
obreras y adoptaron resoluciones hostiles al gobierno, exigiendo un cambio de
régimen. Proclamas en el mismo sentido aparecieron en los talleres y los muros
de la ciudad. Las masas se agitaban sordamente.

Se impone aquí una observación importante. En tan vasto movimiento popular
intervenían, naturalmente, diversos elementos y contendían diversas tesis. No
admitida ninguna libertad de ideas ni de discusión, y entre rejas numerosos
revolucionarios, toda esta efervescencia era necesariamente vaga y confusa.
Desviada la Revolución y todo el proceso revolucionario metido en una ruta
falsa, el entero movimeinto estaba fatalmente desnaturalizado. En tales
condiciones, era natural que ciertos elementos, influidos por una propaganda
antirrevolucionaria (la de los Socialistas moderados, sobre todo), propusieran
medidas y soluciones tendentes al retroceso de la revolución en vez de intentar
sacarla de las rémoras que impedían su avance. Así, algunos pedían el
restablecimiento de la libertad de comercio y, sobre todo, la convocatoria de
una Asamblea constituyente.

Hemos de seña]ar, empero, tres hechos esencia]es:

1º Esos elementos estaban ]ejos de prevalecer en el conjunto del moviminto. No
eran ni los más fuertes ni los más audaces. La libertad de propaganda, la
libertad de acción para las masas, aún podían, con ayuda de los bolcheviques
sinceros, salvar la situación, hallar un solución y dar a la Revolución un nuevo
impulso en el buen sentido.
2º No se olvide que, desde un punto de vista general, el bolchevismo también
representaba un sistema reaccionario. Había, pues, dos fuerzas reaccionarias en
presencia: la una, la de ciertos elementos antibolcheviques, tendía a hacer
retroceder la Revolución, y la otra, el bolchevismo, la paralizaba y
petrificaba.
Distanciada de unos y otros se hallaba la única fuerza verdaderamente
revolucionaria.
3º Entre los elementos constituyentes de esta verdadera fuerza revolucionaria,
Cronstadt era el representante de mayor importancia.

Los de Cronstadt encaraban una solución, aunque ciertamente hostil al
bolchevismo, sin nada de común con ideas retrógradas como la de la Asamblea
constituyente o el retorno al capitalismo privado. La acción sostenida por
Cronstadt desde el comienzo de los tumultos da fe de ello.

En respuesta a ciertas proclamas y propaganda exigiendo la convocación de una
nueva Constituyente, Cronstadt envió, clandestinamente, claro está, sus
delegados a usinas, fábricas y talleres para expresar a los obreros lo
siguiente:

Toda la energía revolucionaria de Cronstadt, sus cañones y ametralladoras, serán
resueltamente dirigidos contra la Asamblea constituyente y contra toda
regresión. Pero si los obreros, desengañados de la dictadura del proletariado,
se levantan contra los nuevos impostores, por los soviets libres, por la
libertad de palabra, de prensa, de organización y de acción de los trabajadores,
obreros y campesinos, y de todas las corrientes ideológicas: anarquistas,
socialistas revolucionarios de izquierda, etc.; si los obreros se rebelan por
una tercera Revolución verdaderamente proletaria, por las palabras de orden de
octubre, entonces Cronstadt los apoyará con todas sus fuerzas, unánimemente
dispuesta a vencer o morir.

El 22 de febrero comenzaron los mítines espontáneos en las grandes usinas. El
24, los tumultos tomaron mucho más grave giro. Desde la mañana, las autoridades
emprendieron, con propósito de depuración, una revisión de fichas individuales
de los obreros en la usina Troubotchny, una de las más importantes de
Petrogrado, lo que hizo desbordar el vaso. Se cesó el trabajo en la usina y
algunos centenares de obreros se dirigieron a otros establecimientos para
incitar al paro al personal. Bien pronto entraron en huelga los personales de
las usinas Báltica y Patronny, de municiones ésta, y la fábrica Laferme.

Una columna de dos a tres mil obreros, muy agitados, intentó avanzar en
manifestación. El gobierno obrero y campesino, que ya disponía de algunas
fuerzas policiales y militares especialmente adiestradas, despachó destacamentos
de cadetes de la Academia militar, aspirantes a oficiales (llamados koursanti),
que arremetieron contra la inerme muchedumbre, que hubo de dispersarse. Otros
mítines fueron igualmente impedidos por las tropas.

El 25 de febrero el movimiento se acentuó y se extendió a toda la ciudad. Los
huelguistas hicieron salir a los obreros de los arsenales del Almirantazgo ya
los del puerto Galernaia. Masas obreras se reunían en un punto y otro y otro,
dispersadas vuelta a vuelta por las formaciones especiales.

Ante la creciente intensidad de los desórdenes, el gobierno puso en alerta a la
guarnición de la capital, también ella en efervescencia. Varias unidades
declararon que ellas no tenían por qué batirse con los obreros, y fueron
desarmadas; de todos modos, no podía contar con la guarnición, de la que
prescindió, por haberse traído del interior y de ciertos frentes de la guerra
civil destacamentos de élite, comunistas por excelencia. y ese mismo día el
gobierno creó en Petrogrado el Comité de defensa, presidido por Zinoyiev, para
coordinar la acción contra el movimiento.

El 26 de febrero, en la sesión del soviet de Petrogrado, uno de sus miembros y
también del Consejo Militar revolucionario de la República, Luchevitch,
comunista notorio, informó sobre la situación. Denunció a los obreros de la
usina Troubotchny como provocadores de tumultos, «hombres que no pensaban sino
en su interés personal», y los tachó de contrarrevolucionarios. La usina fue
cerrada en consecuencia, y los obreros se vieron automáticamente privados de su
ración de víveres.

En la misma sesión, el comisario de la flota báltica, Kouzmin, señaló por
primera vez cierta efervescencia entre las tripulaciones de las naves de guerra
surtas en Cronstadt.

A partir del 27 de febrero, considerable número de proclamas de toda clase
fueron difundidas por las calles y fijadas en los muros de la capital. Una de
las más características decía:


Es necesario un cambio fundamental en la política del gobierno. En primer lugar,
los obreros y los campesinos tienen necesidad de libertad. Ellos no quieren
vivir según las prescripciones de los bolcheviques, sino decidir por sí mismos
sus destinos.
Camaradas: ¡Mantened el orden revolucionario! y exigid, de modo organizado y
decididamente:
La libertad de todos los socialistas y obreros sin partido presos;
La abolición del estado de sitio, la libertad de palabra, de prensa y de reunión
para todos los trabajadores;
La libre reelección de los comités de fábrica y de los representantes a los
sindicatos y de los soviets.

El gobierno respondió con aresto en masa y la supresión de diversas
organizaciones obreras.

El 28, invadieron Petrogrado las fuerzas militares comunistas llegadas del
interior, y de seguida se descargó una represión tremenda contra los obreros,
que no pudieron resistir, desarmados como estaban. En dos días los huelguistas
fueron reducidos por la fllerza y la agitación obrera aplastada «con mano de
hierro»,
segím la expresión de Trotsky.

Fue precisamente el 28 de febrero que Cronstadt se puso en movimiento.

Cronstadt apoya a los obreros de Petrogrado. Su primer acto. La respuesta y la
actitud del gobíernó.-Ese día, la tripulación de la nave de línea Petropavlovsk,
en conmoción desde hacía varios días, adoptó una resolución que obtuvo la
inmediata aprobación de la de otro navío de guerra, el Sebastopol. y el
movimiento se extendió a toda la flota de Cronstadt y a los regimientos rojos de
la guarnición. La resolución, carente de carácter agresivo, se limitaba a
formular las aspiraciones de los trabajadores y marinos. Algunas comisiones de
éstos fueron enviadas a Petrogrado para establecer un vínculo más estrecho con
los obreros de la capital y obtener informes exactos de la situación. Como se
ve, el movimiento de los marinos era pacífico y leal, en apoyo de ciertas
reivindicaciones de los trabajadores, lo que no era en absoluto anormal en un
Estado obrero, dirigido por un gobierno proletario.

El 1 de marzo se realizó en la Plaza del Ancla una reunión pública, convocada
oficialmente por la primera y segunda escuadras de la flota báltica, cuyo
anuncio apareció en el órgano del soviet de Cronstadt. El mismo día, el
presidente del Ejecutivo central panruso, Kalinin, y el Comisario de la flota
báltica, Kouzmin, llegaron a Cronstadt, rindiéndosele al primero honores
militares, con música y banderas desplegadas.

16.000 marinos, soldados y obreros asistieron a la reunión, presidida por el
titular del comité ejecutivo del soviet de Cronstadt, el comunista Vassilieff y
con la presencia de Kalinin y Kouzmin. Los delegados de)as comisiones enviadas a
Petrogrado dieron sus informes y )a asamblea, vivamente indignada, expresó su
desaprobación de los métodos empleados por los comunistas para sofocar las
legítimas aspiraciones de los obreros de Petrogrado. Entonces se presentó a la
asamblea la resolución adoptada la víspera en el Petropavlovsk. Kalinin y
Kouzmin atacaron con extrema violencia la resolución, a los huelguistas de
Petrogrado y a
los marinos de Cronstadt, pero sus discursos no impresionaron a nadie. Puesta a
votación la resolución por el marinero Petritchenko, fue aprobada por
unanimidad.

El parte respectivo del comisario Kouzmin expresa: «La resolución fue adoptada
por la aplastante mayoría de la guarnición de Cronstadt. Leída en el mitin
general de la ciudad el 1 de marzo, en presencia de cerca de 16.000 ciudadanos,
fue adoptada por unanimidad. El presidente del Comité eject1tivo de Cronstadt y
el
camarada Kalinin votaron contra la resolución.»

He aquí el texto íntegro de ese documento histórico:

Resolución deja reunion general de la 1ª y la 2ª escuadras de la flota del
Báltico realizada el 1 de marzo de 1921.

Después de escuchados los informes de los representantes enviados a Petrogrado
para tener al corriente de la situación a la reunión general de las
tripulaciones, la asamblea decide que es necesario:
Dado que los actuales soviets no expresan la voluntad de los obreros y los
campesinos.
1º Proceder mmediatamente a la reelección de los Soviets mediante el voto
secreto. La campaña electoral entre los obreros y campesinos deberá
desenvolverse en plena libertad de palabra y de acción;
2º Establecer.la 1ibertad de propaganda y de prensa para todos los obreros y
campesinos, para los anarquistas y los partidos socia.listas de izquierda[1];
3º Acordar libertad de reunión a los sindicatos y las organizaciones campesinas;

4º Convocar, al margen de los partidos políticos, una Conferencia de obreros,
soldados rojos y marinos de Petrogrado y su provincia, y de Cronstadt, para ello
de marzo de 1921 a más tardar;
5º Libertar a todos los presos políticos socialistas e igualmente a todos los
obreros, campesinos, soldados rojos y marinos apresados a raíz de los
movimientos obreros y campesinos;
7º Abolir las oficinas políticas, pues ningún partido político debe tener
privilegios para la propaganda de sus ideas ni recibir del Estado medios
pecuniarios para tal objeto. Crear en su lugar comisiones de educación y de
cultura, elegidas en cada localidad y financiadas por el gobierno;
8º Abolir inmediatamente todas las barreras [2];
9º Uniformar las raciones para todos los trabajadores, con excepción de los que
ejercen profesiones peligrosas para la salud;
10º. Abolir los destacamentos comunistas de choque en todas las unidades del
ejército, e igualmente la guardia comunista en fábricas y usinas. En caso de
necesidad, esos cuerpos podrán ser designados en el ejército por las compañías y
en usinas y fábricas por los obreros mismos;
11º Dar .a los campesinos plena libertad de acción en lo concerniente a sus
tierras y el derecho de poseer ganado, a condición de trabajar ellos mismos, sin
recurrir al trabajo asalariado;
12º Designar una comisión ambulante de control;
13º Autorizar el libre ejercicio del artesanado, sin empleo de trabajo
asalariado;
14º Pedimos a todas las: unidades del ejército y también a los camaradas
koursanti militares adherir a nuestra resolución;
15. Exigimos que todas nuestras resoluciones sean ampliamente publicadas por la
prensa
Adoptada por unanimidad en la reunión de las tripulaciones de la escuadra. Sólo
dos personas se han abstenido.
Firmado: Petritchenko presidente de la asamblea; Perepelkin, secretario.

Es lamentable que el texto traducido de la resolución no refleje el giro
popular, el estilo rústico, su aire cándido, una prueba más de que el movimiento
se hallaba enteramente en manos de los obreros mismos, que expresaban bien sus
verdaderas ideas y aspiraciones, sin incitación ni directivas extrañas.

Pues casi se estaba ya al término de los mandatos de los integrantes del soviet,
decidió también la reunión convocar a una reunión de delegados de los navíos, la
guarnición, los talleres, los sindicatos y otras instituciones soviéticas, el 2
de marzo, para considerar las modalidades de las nuevas elecciones, lo que se
anunció oficial y regularmente en Izvestía, órgano oficial del soviet. y el 2 de
marzo, más de 300 delegados se reunieron en la Casa de Educación, ex Escuela de
ingenieros.

La gran mayoría de los delegados no pertenecían a partido político alguno. Los
delegados comunistas eran minoría; sin embargo, según costumbre, los relatores
del punto «Fines y tareas de la Conferencia de delegados» fueron designados
entre ellos. Abierta la reunión por el marino. Petritchenko, se eligió en
público escrutinio una mesa de cinco miembros, uno de los cuales refirió más
tarde que los participantes en la Conferencia eran exclusivamente marinos,
soldados rojos, obreros y empleados soviéticos, no habiendo entre ellos,
naturalmente, ningún «oficial del antiguo régimen», como habían insinuado los
comunistas de Petrogrado.

Las nuevas elecciones del soviet, que figuraba en el orden del día, se quería
organizarlas sobre base más libre y justa, conforme a la resolución del día
anterior, para obtener un soviet capaz de cumplir las tareas en ella fijadas.

El espíritu de la asamblea era enteramente soviético. Cronstadt exigía soviets
libres de toda conexión con los partidos políticos, que fueran fiel reflejo de
las aspiraciones de los trabajadores y expresión de su voluntad. Ello por nada
impedía que los delegados -enemigos del régimen de los comisarios burócratas,
pero no del régimen de los soviets- fueran leales y simpatizaran con el partido
comunista como tal, y desearan la pacífica solución de los problemas urgentes.

Pero dejemos que los acontecimientos sean relatados por los hombres mismos de
Cronstadt. He aquí lo que se expresa en Izvestía, del Comité revolucionario
provisorio de Cronstadt, número 9, del II de marzo de 1921 (la resolución se
publicó en el número I, del 3 de marzo):


Cómo fue creado el Comité Revolucionario Provisorio

El 1 de marzo, a las catorce horas, se realizó en la Plaza de la Revolución un
mitin de marinos, soldados rojos y obreros, con autorización del Comité
ejecutivo del soviet, y no arbitrariamente.

15.000 personas asistieron a la reunión, que se desenvolvió con la presidencia
del camarada Vassilieff, presidente del Comité ejecutivo. El camarada Kalinin,
presidente del Comité ejecutivo central panruso, y Kouzmin, comisario de la
flota báltica, asistieron a ella.

Objeto de la reunión era la discusión de la resolución adoptada precedentemente
por la reunión general de las tripulaciones de .la 1ª y 2ª escuadra, cuyos
puntos eran: Los acontecimientos en curso y medios de salvar al país del estado
de desorganización y confusión. Esa resolución, actualmente conocida por todos,
nada contiene que pueda debilitar el poder de los soviets, Ella expresa, por el
contrario, la idea del verdadero poder de los soviets., poder de los obreros y
los campesinos.

Pero los camaradas Kalinin y Kouzmin, que tomaron la palabra, no quisieron
comprenderlo. Sus discursos no hallaron eco, por no haber sabido ganar los
corazones de las masas atormentadas hasta la angustia. y el mitin votó
unánimemente .la resolución de las tripulaciones.

Al día siguiente, con conocimiento del Comité ejecutivo, con su autorización y
conforme a las instrucciones publicadas en Izvestia, los delegados de navíos,
guarnición, talleres y sindicatos, a razón de dos por organización, se reunieron
en la Casa de Educación (ex Escuela de ingenieros) en número superior a 300.

Los representantes de la autoridad perdieron la continencia; algunos hasta
abandonaron la ciudad. En tales condiciones, la tripulación del Petropav.Zovsk
se vio obligada a asegurar la custodia del edificio y la protección de los
delegados contra eventuales excesos, cualquiera fuere su procedencia.

La Conferencia fue abierta por el camarada Petritchenko. Tras la elección de la
mesa, en número de cinco delegados, le dio la palabra al camarada Kouzmin,
comisario de la flota báltica. A pesar de la posición bien clara de la
guarnición y los obreros ante los representantes del Poder y los comunistas, el
camarada Kouzmin no quiso tenerla en cuenta.

La Conferencia tenía por objeto encontrar una salida pacífica a la situación. Se
trataba, especialmente, de constituir un órgano con cuya ayuda efectuar las
reelecciones al soviet, previstas por la resolución, sobre bases más justas.
Ello se imponía tanto más cuanto que llegaban a su término los poderes del
soviet precedente, casi únicamente integrado por comunistas y que se había
mostrado inepto para resolver problemas vitales absolutamente urgentes.

Pero en vez de tranquilizar a los delegados, el camarada Kouzmin los excitó.
Habló de la posición equívoca de Cronstadt, de las patrullas, de dos poderes,
del peligro polaco, de la entera Europa que nos observaba. y subrayó que estaba
en las manos de los delegados que podrían, si lo quisieran, fusilarlo. Y, para
terminar, declaró: «Si los delegados quieren una abierta lucha armada, la
tendrán. Porque los comunistas no abandonarán el poder benévolamente, sino que
lucharán hasta el fin.»

El torpe discurso de Kouzmin, lejos de apaciguar la emoción de los delegados,
contribuyó, por lo contrario, a irritarlos. En cuanto a la alocución incolora y
vaga del presidente del Comité ejecutivo Vassilieff, que le siguió, pasó
inadvertida. La aplastante mayoría de los delegados era manifiestamente hostil a
los comunistas.

Sin embargo, los delegados no perdian la esperanza de hallar una base de
entendimiento con los representantes del Poder. La exhortación del presidente de
la Conferencia para encarar un trabajo positivo y elaborar un orden del dia fue
aprobada por unanimidad, debiendo pasarse a redactarlo. Pero, siendo evidente
que no podía confiarse en los camaradas Kouzmin y Vassilieff, se juzgó necesario
ponerlos momentáneamente en arresto, sobre todo porque los comunistas estaban en
posesión de los depósitos de armas, no se tenía acceso al teléfono, los soldados
rojos, según carta leída en la Conferencia, estaban asustados y excitados y los
comisaríos prohibían toda reunión en las unidades militares.

Los camaradas Kouzmin y Vassilief y el comandante de la fortaleza fueron, pues,
alejados.

La Conferencia no disimuló sus sentimientos reprobatorios respecto a los
comunistas. Pero cuando se planteó si los delegados comunistas podrían continuar
en la Conferencia para proseguir el trabajo en común con los camaradas sin
partido, la reunión respondió positivamente. A pesar de algunas protestas y la
proposición de ciertos delegados de arrestar a los comunistas, el conjunto de
los delegados no fue de esa opinión, considerando que los comunistas presentes
asumían el carácter de delegados de unidades y organizaciones con el mismo
título que los demás. Ello prueba una vez más que los delegados sin partido de
los trabajadores, que los soldados rojos, los marinos y los obreros no
consideran la resolución adoptada en el mitin de la víspera como necesariamente
conducente a una ruptura con los comunistas en tanto partido. Se esperaba aún
poder hallar un lenguaje común.

En seguida, a propuesta del camarada Petrítchenko, se dio lectura a la
resolución de la víspera. La aplastante mayoría de los delegados la aprobó. En
ese momento, cuando parecía que iba a comenzar el trabajo positivo, el camarada
delegado del navío de línea Sebastopol pidió la palabra para una declaración
urgente: 15 camiones de tropas con fusiles y ametralladoras estaban en marcha
hacia el lugar de la reunión. La investigación practicada luego demostró que esa
noticia, falsa, había sido lanzada por los comunistas a fin de torpedear la
Conferencia. Pero al ser anunciada -sobre todo en razón de la tensión general y
de la posición hostil a la Conferencia asumida por los representantes del Poder-
todo llevó a los delegados a creer en ella.

No obstante, se continuó sesionando, y la proposición del presidente de pasar
ala discusión de los acontecimientos en curso, tomando por base la resolución
adoptada, fue aclamada. La Conferencia comenzó la consideración de las medidas a
tomar para la efectiva aplicación de las cláusulas de la resolución. Se rechazó
la idea de enviar una delegación a Petrogrado, pues ella sería arrestada.
Después de lo cual varios delegados propusieron que la Mesa de la Conferencia se
organizara en comité revolucionarío provisorío y se encargara de las elecciones
para el nuevo soviet.

En ese momento el presidente manifestó que un destacamento de 2.000 hombres
venía hacia el lugar de la reunión. Excitados y ansiosos, los delegados
abandonaron el edificio de la Casa de Educación.

Levantada la sesión a causa de esa última comulnicación, el Comité
revolucionario provisorio, encargado del orden, se instaló en el navío de línea
Petropavlovsk, donde permaneció hasta el día que, por su esfuerzos, quedó
asegurado el orden en la ciudad, para velar mejor por los intereses de todos los
trabajadores, marinos, soldados rojos y obreros.

Agreguemos a este relato, sumario e incompleto, algunos detalles referidos más
tarde por uno de los miembros del Comité revolucionario.

La decisión de crear este Comité, tomada por unanimidad instantes antes de la
clausura de la sesión, bajo la impresión de alarmantes rumores y las amenazas de
Kouzmin, Kalinin y Vassilieff, dejó entender que «la Mesa de la Conferencia y el
presidente Petritchenko quedaban encargados de cumplir provisoriamente las
funciones de un Comité revolucionario, a falta de tiempo para crearlo de modo
más formal».

Se sabía positivamente que de seguida del mitin popular del 1 de marzo, los
comunistas de Cronstadt emprendieron serios preparativos para una acción militar
contra el movimiento. En efecto, especialmente el comité comunista local se puso
a armar abundantemente a sus partidarios. y ordenó al comisario de la
fortaleza que enviara a las células comunistas fusiles, ametralladoras y
municiones. Está fuera de duda que los jefes comunistas de Cronstadt habrían
roto las hostilidades desde el 2 de marzo e impedido la Conferencia de
delegados, si sus planes no hubiesen sido contrarrestados por algo imprevisto.

Sobre los cerca de 2.000 comunistas inscriptos en Cronstadt, la gran mayoría
sólo era comunista de registro, adheridos por razones personales mas no por
convicción. Desde el comienzo de los sucesos, esta masa comunista abandonó a los
jefes y se incorporó al movimiento general. Los jefes solos, aun sostenidos por
un cierto número de koursanti radicados en Cronstadt y ciegamente fieles al
partido, no podían confiar en resistir a la flota, la guarnición y la entera
población. Por ello abandonaron la idea de una lucha armada inmediata en
Cronstadt misma. Una parte de ellos huyó, otra se dirigió a los fuertes
circundantes con objeto de intentar levantarlos contra el movimiento. Los
koursantis los siguieron; visitaron unos tras otros los fuertes sin encontrar
apoyo en parte alguna. y finalmente se dirigeron a Punta Roja (Krasnala Gorka)

En el atardecer del 2 de marzo en Cronstadt no había, pues, otro poder que el
del Comité revolucionario provisorio. El 3 de marzo apareció el primer número de
Izvestia, de dicho Comité, que traía, en lugar destacado, el siguiente
manifiesto:


A la población de la Fortaleza y de la ciudad de Cronstadt

Camaradas y ciudadanos: Nuestro país atraviesa un difícil período. Hace ya tres
años que el hambre, el frío y el caos económico nos tienen apretados en terrible
torniquete. El partido comunista, que gobierna al país, se ha distanciado de las
.masas y se ha mostrado impotente para hacerlas salir del estado de general
ruina. No ha tenido por nada en cuenta los tumultos de estos tiempos últimos en
Petrogrado y Moscú¡ demostrativos de que él ha perdido la confianza de las masas
obreras. Ni la ha tenido tampoco de las reivindicaciones formuladas por los
obreros. Lo considera todo como intrigas de la contrarrevolución. Se engaña
profundamente.

Esos tumultos y estas reivindicacíones son la expresión del pueblo entero, de
todos los que trabajan. Todos los obreros, marinos y soldados rojos ven hoy
claramente que sólo los esfuerzos comunes, la voluntad de consumo de los
trabajadores podrán dar al país pan, leña y carbón, vestir y calzar al pueblo y
sacar a la República del atolladero en que se encuentra. Voluntad de todos los
trabajadores, marinos y soldados rojos que se ha expresado claramente en el gran
mitin de nuestra ciudad el 1 de marzo, que aprobó por unanimidad una resolución
de .las tripulaciones de la 1ª y 2ª escuadras.
Una de las decisiones aprobadas fue la de proceder inmediatamente a nuevas
elecciones para el soviet. A fin de establecer, para ellas, bases más justas, de
suerte que la representación de los trabajadores en el soviet sea efectiva y
éste sea un órgano activo y enérgico, los delegados de todas las organizaciones
de la marina, la guarnición y los obreros, se reunieron el 2 de marzo en la Casa
de Educación. Además de la elaboración de tales bases, la reunión debía encarar
un trabajo positivo y pacífico por la reorganización del sistema soviético.

Ahora bien: por haber razones para temer una represión, confirmadas por los
amenazantes discursos de los representantes del poder, la reunión decidió crear
un Comité revolucionario provisorio y concederle plenos poderes para la
administración de la ciudad y la fortaleza.

El Comité provisorio tiene su sede en el navío de línea Petrapavlovsk.

¡Camaradas y ciudadanos! El Comité provisorio se preocupa sobre todo de que no
haya efusión de sangre. Ha empleado todos sus esfuerzos por mantener el orden
revolucionario en la ciudad, en la fortaleza y en los fuertes.

¡Camaradas y ciudadanos! No detengáis vuestro trabajo. Obreros, a vuestras
máquinas; marinos y soldados, no abandonéis vuestros puestos; todos los
empleados, todas las instituciones han de continuar el trabajo.

El Comité revolucionario provisorio exhorta a todas las organizaciones obreras,
los sindicatos marítimos y demás, todas las unidades de mar y tierra, ya todos
los ciudadanos individualmente, a prestarle su ayuda. Su misión es asegurar, en
cooperación fraternal con vosotros, las condiciones necesarias para las
elecciones justas y honestas del nuevo soviet.

Orden, pues, camaradas; calma y sangre fria. ¡Todos al trabajo socialista
honesto, por el bien de todos los trabajadores!

Cronstadt, 2 de marzo de 1927.
Firmado: Petritchenko, presidente del Comité revolucionario provisorio; Toukin,
secretario.


El mismo número contiene la famosa resolución de las escuadras y algunas notas,
entre ellas ésta:


Este 2 de marzo, hacia las nueve de la noche, todas las unidades rojas de la
fortaleza y la mayoría de los fuertes se han solidarizado con el Comité
revolucionario provisorio. Todas las instituciones y los servicios de enlace
están custodiados por patrullas del Comité. Mientras, los bolcheviques no
perdieron instante en preparar un ataque contra Cronstadt, presintiendo desde el
comienzo que el movimiento podría acarrearles una catástrofe, por lo que
decidieron ahogarlo a toda costa antes que se extendiera.

Utilizaron simultáneamente varios procedimientos: 1º se apresuraron a asegurarse
el dominio de puntos estratégicos importantes en torno a Cronstadt y Petrogrado,
como la Punta Roja (Krasnaia Gorka), Oranienbaum, Lissy Noss, etc.; 2º
mantuvieron el estado de sitio en Petrogrado y tomaron extraordinarias medidas
militares represivas para salvaguardar el orden; 3º hicieron ciertas concesiones
(hemos hablado de la supresión de barreras en torno a la capital) para calmar a
los obreros; 4º procedieron, bajo el comando supremo de Trotsky, a la rápida
formación de un cuerpo de ejército especial para un ataque directo a Cronstadt;
5º emprendieron una violenta campaña de mentiras y calumnias contra los hombres
de Cronstadt, para engañar a la opinión y justificar su acción, propaganda
encarnizada que se inició el mismo 2 de marzo.

En el número 2 de Izvestia del Comité revolucionario, junto a diversas notas de
orden administrativo y económico, hallamos la siguiente información:


La Radio de Moscú

A continuación publicamos el texto irradiado por la agencia Rosta de Moscú e
interceptado por la estación T. S. F. del Petropavlovsk, pleno de descaradas
mentiras y de engaños de parte del partido comunista que se llama «gobierno
soviético», radiograma que no necesita comentarios. Los trabajadores de
Cronstadt comprenderán la provocación. (Ciertos pasajes no han podido ser
recogidos por interferencia de otra estación.)

Radio Noticias Rosta. Moscú, 3 de marzo.

¡A todos! ¡A todos! ¡A todos!

¡A la lucha contra la conspiración blanco-reaccionaria!

El motín del ex general Kozlovsky y del navío Petropavlovsk ha sido organizado
por los espías de la Entente, como en muchos otros complots anteriores. Ello se
comprueba por la lectura del diario burgués francés Le Matin, que dos semanas
antes de la revuelta de Kozlovsky publicó el siguiente telegrama de Helsingfors:
«Se comunica de Petrogrado que a raíz de la reciente rebelión de Cronstadt, las
autoridades militares bolcheviques han tomado medidas a fin de aislar a
Cronstatd e impedir ,que los soldados y marinos de ésta se acerquen a
Petrogrado. El abastecimiento de Cronstadt está prohibido hasta nueva orden.»

Esta claro que la sedición de Cronstadt ha sido dirigida desde París, con
intervención del contraespionaje francés. Es siempre la misma historia. Los
socialistas revolucionarios, dirigidos por París, tramaron la rebelión contra el
gobierno soviético y, apenas terminados sus preparativos, el verdadero jefe, un
general zarista, hizo su aparición. La historia de Koltchak, que intentó
restablecer el derruido poder con ayuda de los socialistas revolucionarios, se
repite una vez más. Todos los enemigos de los trabajadores, desde los generales
zaristas hasta los socialistas revolucionarios, intentan especular con el hambre
y el frío. Naturalmente, esta rebelión de los generales y los socialistas
revolucionarios será pronto reprimida, y el general Kozlovsky y sus acólitos
sufrirán la suerte de Koltchak.

Pero está fuera de duda que la red de espionaje de la Entente no ha sido
solamente echada sobre Cronstadt. ¡A destruirla, obreros y soldados rojos!
iDesenmascarad a los insinuadores y los provocadores! ¡Sangre fría, serenidad y
vigilancia! No olvidéis que el verdadero medio de salir de las dificultades
alimentarias y de otra índole, momentáneas sí, pero ciertamente penosas, radica
en un trabajo intenso en buen acuerdo, y no en excesos insensatos que no harán
sino aumentar la miseria, para mayor regocijo de los malditas enemigos de los
trabajadores.


Por todos los medios a su disposición: órdenes militares, proclamas, volantes,
carteles, artículos periodísticos y trasmisiones radiales, el gobierno difundió
e hizo admitir esas calumnias. No se olvide que, en poder del gobierno todos los
medios de propaganda e información, ninguna voz libre podía expresar la verdad.

En el número 4 de Izvestia, órgano del Comité (6 de marzo), leemos:


Cobardes y calumniadores

Llevamos a público conocimiento el texto de una proclama lanzada sobre Cronstadt
desde un avión comunista. Los camaradas no experimentarán sino desprecio por
semejante calumnia provocadora. Los de Cronstadt saben cómo y por quién se ha
echado abajo el odioso poder de los comunistas.

Ellos saben que al frente del Comité revolucionario provisorio se encuentran
abnegados militantes, entre los mejores hijos del pueblo, soldados rojos,
marinos y obreros. Ellos no se dejarán poner la rienda al cuello por nadie, y
menos aún por generales zaristas o blancos.

«Pocas horas más, y os veréis obligados a rendiros», nos amenazan los
comunistas.

Hipócritas infames, ¿a quiénes queréis engañar?

La guarnición de Cronstadt jamás se ha rendido a los almirantes zaristas; no se
rendirá tampoco a los generales bolcheviques.

¡Cobardes! Conocéis nuestra fuerza y nuestra voluntad de vencer o morir
dignamente, y no huir como vosotros, comisarios, llenos los bolsillos de
billetes de banco zaristas y de oro, producto de la labor y la sangre obreras.

En el mismo número 4 se reproduce lo irradiado por Radio Moscú:


¡A los engañados de Cronstadt!
¿Veis ahora a qué os han conducido los pillos? ¡Ved a qué habéis llegado! Los
insaciables colmillos de los viejos generales zaristas ya aparecen tras los
socialistas revolucionarios y los mencheviques. Todos esos Petritchenko y otros
Toukin son manejados como títeres por el general zarista Kozlovsky, los
capitanes Borkser, Kostromitínoff, Chirmanovsky y otros blancos de marca. ¡Se os
engaña! Se os decía que lucháis por la democracia. Apenas han pasado dos días y
veis que en realidad lucháis, no por la democracia, sino por los generales
zaristas. Habéis permitído que un nuevo Wiren [3] os ponga la rienda al cuello.

Se os hace creer embustes: que Petrogrado está con vosotros, que la Siberia y la
Ucrania os sostiene. ¡Cínicas memorias! El último de los marinos de Petrogrado
os ha vuelto la espalda al enterarse que generales zaristas, como Kozlovsky,
actúan entre vosotros. La Siberia y la Ucrania defienden firmemente al poder
soviético. Petrogrado, la ciudad roja, se burla de las tristes pretensiones de
un puñado de socialistas revolucionarios y guardias blancos.

Estáis rodeados por completo. Unas horas más, y os veréis obligados a rendiros,
Cronstadt no tiene pan ni combustible. Si persistís, se os acribillará como
perdices. Naturalmente, todos esos generales -Ios Kozlovsky y los Borkser-,
todos esos pillos -los Petritchenko y los Toukin- huirán a últímo momento con
los blancos, en Finlandia. Pero vosotros, simples marinos y soldados rojos,
¿adónde iréis? Si os prometen manteneros en Finlandia, os engañan aún.. ¿No
sabéis que los soldados del general Wrangel, llevados a Constantinopla, mueren
allí a millares, como moscas, de hambre y enfermedades? La misma suerte os
espera si no entráis inmediatamente en razón.

¡Rendíos sin perder un minuto!

¡Deponed las armas y pasad a nuestro lado!

¡Desarmad y arrestad a los criminales jefes, sobre todo los generales zaristas!

Los que se rindan inmediatamente serán perdonados. ¡Rendíos inmediatamente!

Comité de Defensa de Petrogrado


Iguales insinuaciones contiene el radiograma lanzado por el soviet de
Petrogrado, cuyo texto se reprodujo en el mismo número de Izvestia. con esta
breve introducción:


La estación de T. S. F. del Petropavlovsk ha captado el sigtúente radiograma,
que confirma que los comunistas continúan engañando, no sólo a los obreros y los
soldados rojos,. sino también a los miembros del soviet de Petrogrado. Pero no
lograrán engañar a la guarnición de Cronstadt ni a sus obreros.

El número 5, del 7 de marzo, da noticia de un nuevo y muy largo de radio grama
de: Moscú,. cuya reproducción hace preceder de la siguiente nota, refutando las
invenciones bolcheviques:


Continúan calumniando

Acabamos de enteramos, según informaciones de radio Rosta, que hay todo un mundo
en pie de lucha con nosotros: la Entente y los espías franceses, los
guardias-blancos y los generales zaristas, los mencheviques, los socialistas
revolucionarios, los banqueros de Finlandia. en pocas palabras, todo el mundo se
precipita contra los pobres comunistas.

¡Y nosotros. los de Cronstadt, somos justamente los únicos en no saber nada de
ello!

Este documento de la estupidez comunista es francamente cómico. Y lo
reproducimos para procurar a los de Cronstadt algunos minutos de solaz.
Por nuestra parte nos limitaremos a reproducir solamente, por su excesiva
extensión, algunos pasajes característicos de tal radiograma:

El 2 de marzo el Consejo del Trabajo y la defensa ordena: 1º declarar al ex
general Kozlovsky ya sus partidarios fuera de la ley; 2º promulgar el estado de
guerra en la ciudad y la provincia de Petrogrado; 3º confiar el poder supremo de
todo el distrito de Petrogrado al Comité de defensa.
La entera guarrlición de Krasnaia Gorka maldice a los rebeldes y arde en el
deseo de combatirlos.

Petrogrado está enteramente en calma y aun las pocas usinas y ciertos individuos
que últimamente lanzaron acusaciones contra el gobierno soviético han
omprendido la provocación y adónde los arrastraban los agentes de la Entente y
de la contrarrevolución.
..............
En el momento en que el partido republicano de América acaba de asumir el poder
y se muestra dispuesto a reanudar las relaciones comerciales con la Rusia
soviética, se organiza la difusión de falsos rumores y el fomento de desórdenes
en Cronstadt para impresionar al nuevo presidente americano e impedir un cambio
en la política americana respecto a Rusia. La Conferencia de Londres se ha
realizado en los mismos momentos. La difusión de semejantes rumores procura
influir sobre la delegación turca para tornarla dócil a las exigencias de la
Entente. La revuelta de la tripulación del Petropavlovsk es, sin duda alguna,
una etapa de la gran conspiración destinada a crear dificultades en el interior
de la Rusia soviética y conmocionar la situación internacional. Este plan ha
sido puesto en obra en Rusia por un general zarista y por ex oficiales con el
apoyo de mencheviques y socialistas revolucionarios.

En todos esos documentos se reitera constantemente un nombre, el de cierto
general Kozlovsky, pretendido jefe verdadero del movimiento, su amo absoluto.

Se hallaba en Cronstadt, en efecto, un ex general zarista así llamado. Fue
precisamente Trotsky, este gran restaurador de ex generales del zar en tanto
especialistas, quien lo ubicó allí como artillero experto. Mientras este
personaje estuvo adscripto al servicio de los comunistas, éstos cerraron los
ojos respecto a su pasado. Pero desde que Cronstadt se rebeló, ellos trataron de
aprovechar la presencia de su especialista para hacer de él un espantajo.

El tal Kozlovsky no desempeñó papel alguno en los acontecimientos de Cronstadt,
ni tampoco sus ayudantes, citados por los bolcheviques: Borkser, Kostromitinoff
y Chirmanovsky, uno de los cuales era simple dibujante. Pero los bolcheviques
explotaron con habilidad sus nombres para denunciar a los marinos como enemigos
de la República y presentar su movimiento como contrarrevolucionario. Los
agitadores comunistas fueron enviados por usinas y talleres de Petrogrado a
incitar al proletariado a levantarse contra Cronstadt, «nido de la conspiración
blanca, dirigida por el general Kozlovsky», y «asociarse al sostenimiento y la
defensa del gobierno de los obreros y campesinos contra la rebelión de los
guardias blancos de Cronstadt».

Kozlovsky mismo no pudo menos que encogerse de hombros cuando se enteró del
papel que los bolcheviques le atribuían en los acontecimientos. Refirió, más
tarde, que el comandante bolchevique de la fortaleza de Cronstadt había huido
apenas constituido el Comité revolucionario provisorio, y que, conforme a los
reglamentos bolcheviques, el jefe de la artilleria -dicho Kozlovsky en el
trance- era quien debía reemplazarlo. Pero como estos reglamentos no tenían ya
valor alguno, al ser sustituido el poder comunista por el del Comité
revolucionario, Kozlovsky se rehusó a ocupar el cargo. El Comité revolucionario
designó
entonces a otro experto, un tal Solovianoff, comandante de la for taleza. y
Kozlovsky fue encargado de dirigir los servicios técnicos de la artillería. Sus
ayudantes, personajes absolutamente insignificantes, permanecieron totalmente al
margen del movimiento.

Ironía histórica: fue precisamente un importante ex jefe zarista, el famoso
Toukhatchevsky (recientemente fusilado por orden de Stalin) quien asumió, por
mandato de Trotsky, el cargo de comandar el conjunto de las fuerzas destinadas a
atacar a Cronstadt. y hay más: todos los especialistas, todas las prominencias
del zarismo pasadas al servicio de los bolcheviques, participaron en la
elaboración del plan de asedio y ataque contra Cronstat. En cuanto a los hombres
de Cronstadt, calumniados por sus cínicos adversarios, no tenían a su
disposición, como especialistas técnicos o militares, sino a la pálida persona
de Kozlovsky y tres o cuatro personajes más absolutamente nulos desde el punto
de vista político.

El movimiento de Cronstadt estalló espontáneamente. Si este movimiento hubiese
sido consecuencia de un plan concebido y preparado con tiempo, ciertamente no se
habría desencadenado a principios de marzo, momento el menos favorable. En
efecto, algunas semanas más y Cronstadt, liberada de los hielos, se habría
convertido en una fortaleza casi inexpugnable, teniendo a su disposición una
potente flota, terrible amenaza para Petrogrado. Cronstadt habría podido
entonces, no sólo resistir largamente, sino aún vencer. La gran suerte del
gobierno bolchevique fue, justamente, la espontaneidad del movimiento y la
ausencia de toda premeditación, de todo cálculo en la acción de los marinos.

No hubo revuelta en Cronstadt, en el propio sentido del vocablo. Hubo un
movimiento espontáneo y pacífico, absolutamente natural y legítimo en las
circunstancias dadas, que mancomunó rápidamente por completo a la ciudad, la
guarnición y la flota.Temblando por su poder, sus puestos y sus privilegios, los
bol-
cheviques forzaron los acontecimientos y obligaron a Cronstadt a aceptar la
lucha armada.

La respuesta de Cronstadt.-Naturalmente, Cronstadt hizo cuanto pudo para
responder a las insinuaciones y las calumnias bolcheviques. Mediante su diario y
sus radios, el Comité revolucionario hizo conocer a las masas laboriosas de
Rusia y del mundo los verdaderos fines y las aspiraciones del movimiento,
refutando al
par las mentiras del gobierno comunista.

Así, el número 4 de Izvestia, del 6 de marzo, reprodujo el guiente llamamiento
radiodifundido del Comité revolucionario:


¡A todosl... ¡A todos! ¡A todos!

¡Camaradas obreros, soldados rojos y marinos!

Sabemos aquí, en Cronstadt, cuánto sufrís -vosotros, vuestras mujeres y vuestros
hijos hambreados- bajo el yugo de la dictadura de los comunistas.
Nosotros hemos derribado el soviet comunista. En pocos días, nuestro Comité
revolucionario provisorio procederá a la elección del nuevo soviet, el cual,
libremente elegido, reflejará fielmente la voluntad de toda la población
laboriosa y de la guarnición y no la de un puñado de desorbitados comunistas.

Nuestra causa es justa. Estamós por el poder de los soviets y no de los
partidos. Estamos por la elección libre de los representantes de las masas
laboriosas. Los soviets falsificados, acaparados y manipulados por el partido
comunista han sido siempre sordos a nuestras necesidades y nuestras demandas; la
sola respuesta que hemos recibido fue la bala asesina.

Actualmente, colmada la paciencia de los trabajadores, se pretende taparnos la
boca con limosnas: por orden de Zinoviev se han suprimido las barreras en la
provincia de Petrogrado, y Moscú asigna 10 millones de rublos oro para la
adquisición en el extranjero de víveres y artículos de primera necesidad. Pero
nosotros sabemos que el proletariado de Petrogrado no se dejará sobornar por
tales limosnas. Por encima de los comunistas, Cronstadt revolucionaria os tiende
la mano y os ofrece su ayuda fraternal.

Camaradas: No sólo se os engaña; sino se desnaturaliza impúdicamente la verdad,
rebajándose hasta la disimulación más vil. ¡No os dejéis sorprender!
En C

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