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Sección: Marxismo

Título: Nota biográfica de Pierre Joseph Proudhon, teórico del socialismo científico del s.XIX- Enlace 1

Texto del artículo:

Nota biográfica de Pierre Joseph Proudhon
Tomada de
http://acp.sindominio.net/article.pl?sid=04/12/22/0925230 (ENLACE 1)

Pierre Joseph Proudhon nace en Besançon, en enero de 1809; muere en París en 1863. Tiene entonces cincuenta y seis años.

Nace Proudhon en el seno de una familia obrera. El padre es tonelero y la madre cocinera, lo que justifica que Dolléans califique a Proudhon como «gran filósofo y tribuno plebeyo».



Una beca permite a Proudhon efectuar estudios secundarios en el colegio de Besançon, donde obtiene numerosos premios de excelencia. Cuando tiene dieciséis años y sin haber pasado el bachillerato, se ve obligado a abandonar los estudios para ayudar a sus padres. Se convierte en obrero tipógrafo. Trabaja algunos años, hasta que la empresa en que se ocupa se viene abajo y Proudhon se queda sin trabajo. Abandona Besançon e inicia entonces una peregrinación por toda Francia. Recorre Neuchatel, Marsella, Draguignan, Toulon, visitando al paso las imprentas. Por fin, unos amigos de colegio, los hermanos Gauthier, abren una imprenta y Proudhon tiene el trabajo asegurado por espacio de varios años. Es un tiempo de estudio asiduo para Proudhon. En 1835 escribe un ensayo:
Investigaciones sobre las categorías gramaticales, que imprime él mismo y presenta al Instituto de Ciencias Morales y Políticas en 1836, con vistas a la obtención del premio Volney. La atención que el trabajo despierta en ciertos miembros de la Academia de Besançon hace que pase a ser considerado como candidato a la beca Suard, mas es condición imprescindible tener el bachillerato. Cuando por fin lo obtiene, el socialista bearnés ya tiene veintinueve años. Después de que la Academia de Besançon le concede la beca, otoño de 1838, se dirige Proudhon a París para seguir cursos en el Colegio de
Francia y en la Escuela de Artes y Oficios.


En 1839 aparece su primera obra: De la celebración del domingo, a la que sigue en 1840: ¿Qué es la propiedad? Esta obra le hace célebre en el mundo entero, pero las polémicas que suscita motiva que la beca Suard le sea retirada. De esta época son las citas elogiosas que Marx hace de este primer trabajo de Proudhon en Rheinische Zeitung.

Entre 1841 y 1842 escribe Primera y Segunda Memoria y Advertencia a los propietarios, obras por las que es denunciado ante el tribunal de Doubs. Es absuelto, pero la retirada de la beca Suard le deja sin recursos. La amistad providente de los hermanos Gauthier le saca nuevamente de apuros, al ponerle al frente de una empresa de transportes que acaban de fundar. Este trabajo le lleva con frecuencia a París y satisface a Proudhon por los ocios que le procura. Los
cinco años que siguen son fructíferos para el pensador de Besançon, ya que publica: La creación del orden en la humanidad (1843), y en dos volúmenes: El sistema de las contradicciones económicas.


Sus frecuentes visitas a París permite a Proudhon entrar en este tiempo en contacto con personalidades importantes: con Marx en 1844 y con Bakunin y Herzen en 1845. Proudhon, el primero que ha hablado de socialismo científico en sus escritos, es el primer maestro en socialismo que tiene Marx. Ya hemos visto que éste conocía los primeros trabajos de Proudhon desde la época de la Rheinische Zeitung (1842). La opinión que Proudhon merece a Marx en esta época queda
reflejada en La Sagrada Familia, obra que aparece en 1845 y que,
significativamente, ha sido poco reeditada en Occidente. En ella dedica un capítulo entero a Proudhon. Al estudiar los análisis proudhonianos sobre la propiedad privada, Marx lo considera el primer estudio científico en esta materia. «... la obra de Proudhon: ¿Qué es la propiedad? tiene para la economía nacional la misma importancia que la obra de Sieyés: ¿Qué es el Tercer Estado?
tiene para la política moderna...» Y una afirmación importante, «Proudhon no escribe solamente en nombre de los proletarios, él mismo es proletario. Su obra es un manifiesto científico del proletariado francés y presenta una importancia histórica enteramente distinta a la elucubración literaria de un critico cualquiera». El elogio no es pequeño por venir de Marx, afirma Dolléans.
Retengamos esta afirmación porque representa una faceta de las más genuinas del proteico Proudhon. Para éste, el taller, artesanal o no, la empresa agrícola, la compañía o empresa industrial, reflejan lo fundamental de su filosofía, que empieza en la realidad concreta del trabajo y aspira a una reorganización universal de la sociedad. Es el primer peldaño del pensador plebeyo que construye su sistema con los elementos más directos de la realidad y se remonta
a la construcción universal socio-política.



Pero puesto que hemos hablado de la relación Proudhon-Marx debemos preguntarnos
por las razones que motivan el giro habido en el curso de esa misma relación.
Marx, en ese momento, ya ha emprendido la crítica de Hegel y Feurbach y la lucha
contra el grupo de emigrados alemanes de París, que se denominan a sí mismos
representantes del «verdadero socialismo». Uno de los elementos más significados
del mismo es Karl Grün. El 5 de mayo de 1846, Marx escribe a Proudhon con la
pretensión de hacerle romper sus relaciones con aquél. Proudhon responde el 15
de mayo con una carta decisiva para las relaciones futuras de los dos hombres.
Advierte a Marx contra los peligros del dogmatismo «...hago profesión de un
antidogmatismo económico casi absoluto. ¡Por Dios!, después de haber demolido
todos los dogmas a priori, no caigamos a nuestra vez en la contradicción de
vuestro compatriota Martín Lulero... no pensemos a nuestra vez en adoctrinar al
pueblo. Mantengamos una buena y leal polémica; demos al mundo el ejemplo de una
sabia y previsora tolerancia, pero, dado que estamos a la cabeza del movimiento,
no nos transformemos en jefes de una nueva intolerancia; no nos situemos como
apóstoles de una nueva religión, aunque sea la religión de la lógica...» En
otros párrafos, Proudhon, que ha llegado al conocimiento de los escritos de
Marx, Engels y Feuerbach a través de la amistad que le dispensa Grün, se niega
rotundamente a romper con éste y emplaza a Marx a revisar su punto de vista:
«...Querido señor Marx y le vería con placer corregir un juicio producido por un
instante de irritación, porque usted estaba encolerizado cuando me escribió.»
Colé y Dolléans afirman que esta carta hiere el orgullo de Marx. Así nace el
«Antiproudhon»: La Miseria de la Filosofía, aparecido en la primavera de 1847.
En realidad, la obra que provoca esta réplica: Sistema de las contradicciones
económicas (La Filosofía de la miseria) no contradice la línea de: ¿Qué es la
propiedad?, antes bien, la refuerza con nuevos elementos teóricos. Cuando este
libro llega a manos de Proudhon, éste escribe en él ciertas notas marginales.
Piensa que Marx está celoso: «El verdadero sentido de la obra de Marx, es que
deplora que yo haya pensado como él, y que lo haya dicho antes que él. Le
interesa que el lector crea que es Marx el que, después de haberme leído, tiene
el sentimiento de pensar como yo. ¡Qué hombre!» Para Gurvitch es el
resentimiento lo que inspira la citada obra. Marx «está en un estado de gran
irritación contra Proudhon, lo que explica los errores de interpretación y sus
incontables injusticias». No obstante, del lado de los exegetas de Marx
pervivirá hasta nuestros días el criterio supremo del socialista alemán contra
su homónimo francés: el contradictorio carácter pequeño burgués de su filosofía.
En virtud de esta clasificación se obrarán efectos casi taumatúrgicos:
objetivamente serán pequeños burgueses los seguidores proudhonianos de la
Primera Internacional; otro tanto los miembros de la Internacional hispánica,
discípulos de Fanelli y Bakunin, con las cohortes de campesinos hambrientos y
milenaristas partidarios de la revolución social; y los toneleros, cerrajeros,
hilanderos, pintores, mecánicos, etc., que constituyen las sociedades obreras
afectas a la Federación Española de la Internacional. El apelativo llegará hasta
el campesinado revolucionario historiado por Díaz del Moral y los sindicatos
anarcosindicalistas modernos.



A comienzos de 1847, Proudhon abandona su puesto en la empresa de transportes
fluviales de los hermanos Gauthier y decide convertirse en periodista en París.
Tras no pocas dificultades, consigue fundar un diario en 1847: Le Peuple que, al
aproximarse la revolución de 1848, pasará a llamarse Le Représentant du Peuple.
Proudhon es elegido el 8 de junio de 1848 para la Asamblea Nacional, con lo que
se inicia y termina su breve experiencia parlamentaria. No poco escéptico en
cuanto al resultado de esta Asamblea, como manifestará en Las confesiones de un
revolucionario (1849), observa la hostilidad generalizada que su presencia
suscita en el organismo representativo de la nación. En la Asamblea combate en
diversas ocasiones la idea de Blanc relativa a los Talleres Nacionales, los
cuales, dice, «adormecen a los proletarios sin concederles nada en lo esencial».
Es el representante de la extrema izquierda. Un nefando negador y destructor de
los pilares de la sociedad, que osadamente ha afirmado: «la propiedad es el
robo». «Se extrañan —escribe a un amigo dándole sus impresiones sobre la
Asamblea Nacional—, que yo no tenga cuernos ni garras.» El escepticismo de
Proudhon se ve violentamente sacudido por la revolución de junio de 1848. Cuando
los Talleres Nacionales empiezan a desmoronarse y se inicia la movilización de
sus obreros para hacerlos trabajar en la construcción de terraplenes y
carreteras en las provincias, nutridas formaciones de hombres y mujeres del
pueblo empiezan a recorrer las calles de París a los gritos de: «¡Pan o plomo!»
«¡Plomo o trabajo!» Es insólito, pero al principio no se les reprime.
Sencillamente, el poder está dejando que la rebelión cobre todo su vuelo. Por
fin, el 23 de junio, el general Cavaignac inicia la represión. Los
revolucionarios, ahora ya, levantan barricadas. Combaten sin gritos de guerra,
sin jefes ni banderas, afirma Tocqueville, pero con unidad y una experiencia
militar que asombra a los oficiales veteranos. Sin embargo, cuarenta y ocho
horas después, testimonia Proudhon «se fusila en la conserjería, en el
Ayuntamiento; se fusila a prisioneros, heridos, desarmados... se difunden las
calumnias más atroces contra los insurrectos para excitar la venganza contra
ellos...»



En la atmósfera de represión que sigue a estos acontecimientos se desarrolla la
tormentosa sesión del 31 de Julio de 1848, durante la cual Proudhon se enfrenta
solo contra toda la Asamblea Nacional. Por primera vez en la Asamblea opone en
su discurso y de modo radical, al proletariado y a la burguesía. Afirma que el
proletariado instauraría un orden nuevo, procediendo a «una liquidación»,
rechazando los procedimientos legales. De 693 representantes 691 acuerdan
indignados una moción de condena contra Proudhon. Posteriormente, en sus
Confesiones de un revolucionario y refiriéndose a este acontecimiento, Proudhon
afirmará: «La esperanza de llegar pacíficamente a la abolición del proletariado
es una utopía.» Y luego: «Pertenezco al partido del trabajo contra el del
capital.» Solamente el proletariado, añade Proudhon, al margen de toda
legalidad, y operando por sí mismo y sin intermediarios, puede llevar a cabo la
revolución económica.



La actitud de Proudhon ante la Asamblea Nacional puede calificarse de ejemplar.
El propio Marx lo reconocerá algunos años después, en ocasión de la muerte de
Proudhon: «...Su actitud en la Asamblea Nacional no merece sino elogios. Después
de la insurrección de Junio significaba un acto de gran valor.» En efecto,
porque alrededor de Proudhon se crea una atmósfera irrespirable, como manifiesta
en sus Confesiones: «...No creo que puedan darse dos ejemplos de un tal
desbordamiento de pasiones. He sido denunciado, por medio de canciones y
carteles, calumniado, caricaturizado, ultrajado, censurado y maldecido. Se me ha
señalado como objeto de odio y desprecio.»



El 10 de diciembre de ese mismo año, Luis Napoleón Bonarparte es elegido
presidente de la República, de acuerdo con la constitución acordada por la
Asamblea Nacional, contra la que vota Proudhon. Tras el golpe de Estado de
diciembre de 1851, Luis Napoleón se hace proclamar emperador, Pero antes, desde
finales de 1848 hasta casi la primavera de 1849, Proudhon ataca sin descanso al
príncipe-presidente desde las páginas de La Voix du Peuple. Se presenta aquí al
prócer como el peor enemigo del socialismo y del proletariado. En este período
los ataques se hacen tan virulentos, que Proudhon es procesado y condenado en
marzo de 1849, a tres años de prisión. Huye a Bélgica, pero al volver
ilegalmente a Francia es reconocido y detenido y de resultas, extingue tres años
de condena en la prisión de Santa Pelagia. En este tiempo y debido al estatuto
que permite a los presos políticos el disfrute de unas horas de libertad cada
día, Proudhon contrae matrimonio y se convierte en padre de dos niños. Esta
reclusión condicionada le permite asimismo escribir tres libros: La idea general
de la revolución en el siglo XIX (1851), La revolución social demostrada por el
golpe de Estado del 2 de diciembre (1852), y Filosofía del progreso (1853). En
Filosofía del progreso, funda categóricamente su esperanza en «la energía
revolucionaria de las masas obreras para derribar a la reacción y sustituir el
sistema de feudalismo económico». Proudhon ya ha empezado a anticipar el proceso
de concentración capitalista que se opera en Francia bajo sus ojos.



Desde 1852 hasta 1858, fecha de aparición de una de sus obras más famosas, De la
Justicia en la Revolución y en la Iglesia, Proudhon puede trabajar en paz. La
obra fundamental ya señalada, De la justicia en la revolución, es una obra de
circunstancia, similar en su gestación a El principio federativo. En mayo de
1858, un escritor católico de extrema derecha, E. de Mirecourt, escribe contra
Proudhon un panfleto no poco avieso. El panfleto cuenta con el visto bueno del
cardenal Mathieu, arzobispo de Besançon. Tras corta vacilación, Proudhon doma su
impaciencia y opta por una respuesta río que se elabora en tres años de trabajo.
Así nace De la Justicia, verdadera enciclopedia del pensamiento filosófico,
sociológico y político de Proudhon. Pero el libro, que iba a ser considerado
como el manifiesto del anticlericalismo francés, desencadena las persecuciones
imperiales, es de nuevo condenado a algunos años de cárcel y Proudhon ve su
libro confiscado y prohibido. Gana de nuevo la frontera belga y en el vecino
país permanecerá por espacio de cuatro años.



Escribe aquí La Guerra y la Paz, aparecido en 1861, otro libro polémico,
entendido en el sentido de una rehabilitación de la guerra, cuando, según
Gurvitch, tiende solamente a demostrar que la guerra no tiene el mismo carácter
en todas las sociedades, asumiendo en el seno de la sociedad capitalista las
formas de concurrencia y de lucha de clases. De cualquier modo, este libro
contribuye a indisponerle con algunos amigos belgas y ello le induce a acogerse
en 1862, a los beneficios de una amnistía que acaba de ser promulgada en Francia
y a regresar a su país. Se instala en Passy, a la sazón apacible barriada de
París, Ha llegado el momento del apasionamiento de Proudhon por el federalismo,
ligado al problema de la unidad de Italia, que empieza a despertar en él
vivísimo interés durante el exilio en Bélgica. En realidad, Proudhon estudia el
tema del federalismo desde 1856 en que en El Manual de un especulador lo aplica
como agente técnico al problema de la democracia industrial. En el problema de
la unidad de Italia, Proudhon vuelve a hallarse solo ante la corriente unitaria,
en la que ahora confluyen demócratas e imperialistas y de nuevo se ve objeto de
reprobación generalizada. Intenta fundar un periódico para responder a los
ataques de la prensa, pero el ministro del Interior le rehúsa la autorización.
Por consiguiente, y frenando los impulsos de su temperamento, inicia la
redacción de todo un libro para refutar a sus contradictores, como ya hiciera
con ocasión del libro De la Justicia. Así ve la luz en 1863, Del principio
federativo y de la necesidad de reconstituir el partido de la revolución. Dos
años después, aparece su penúltimo libro: La Teoría de la Propiedad, que algunos
autores consideran una segunda parte de Del Principio Federativo.



Los dos últimos años de su vida los emplea Proudhon en escribir su obra máxima:
De la capacidad política de la clase obrera, publicada en 1865, después de su
óbito. De hecho constituirá hasta nuestros días, el programa del movimiento
obrero autónomo que está en el origen de la Primera Internacional.



Esta nace de una manera insólita: el emperador Louis Napoleón, deseoso de
atraerse a las clases trabajadoras, acepta los consejos del príncipe Jeróme, en
otro tiempo interlocutor de Proudhon, para enviar a Londres en 1862, una
delegación de obreros franceses a la Exposición Universal, a cuya cabeza irá el
propio Jeróme. Los obreros parisinos aceptan, a condición de que quede clara la
autonomía y total independencia del movimiento obrero. Sentadas estas premisas,
el viaje a Londres de los obreros parisinos, buena parte de los cuales son
proudhonianos, hace posible por primera vez un amplio cambio de impresiones de
los obreros de los dos países, surgiendo entonces la idea de un congreso
internacional. Esta idea se madura y concreta en otra toma de contacto al año
siguiente. Por fin, en 1864, en Saint-Martin's Hall, Londres, se celebra el
congreso constitutivo de la Primera Internacional. De hecho, los obreros
parisinos son los padres de la Internacional, una criatura llevada a Londres a
disposición de nodriza, como afirma Dolléans.



Corre el año 1863 cuando algunos discípulos de Proudhon dudan entre intervenir o
no en las elecciones legislativas. En esta ocasión, un grupo de obreros
proudhonianos, entre los cuales se halla Tolain, redacta el Manifiesto de los
Sesenta en que se reclaman candidaturas independientes para las citadas
elecciones legislativas. Es en esta ocasión cuando Proudhon, cuyas fuerzas
declinan, presintiendo la proximidad de su fin, aconseja a los obreros de París
y de Rouen, que le consultan sobre los comicios electorales, la conveniencia de
boicotear las elecciones, no sólo por su oposición radical al imperio, sino
porque estima que el proletariado, bajo el régimen capitalista, no debe ocuparse
de otra cosa que de su propia organización, a fin de preparar la revolución
social. El paso del socialista francés por la Asamblea Nacional en 1848, le
marca con sus experiencias de por vida. He aquí lo que manifiesta en el capítulo
X de Confesiones de un revolucionario: «Una vez que hube puesto los pies en el
Sinaí parlamentario había dejado de estar en relación con las masas: a fuerza de
absorberme en mis trabajos legislativos, acabé por perder enteramente de vista
las cosas corrientes... Es necesario haber vivido en ese aislador llamado
Asamblea Nacional para llegar a concebir cómo los hombres que ignoran de forma
más absoluta el estado de un país son casi siempre los que lo representan.» Por
ello aconseja una política de «separación», o deslinde radical de campos entre
la clase obrera y la burguesía. La revolución social es el arma, añade, por la
que el proletariado «como la burguesía de 1789... aspira a llegar, de ser
algo... a ser todo». La tesis central de su libro De la capacidad política de la
clase trabajadora es la del autonomismo obrero, forjando, dentro de las
asociaciones que le son propias, la ideología revolucionaria.



De cualquier modo, ese «separatismo absoluto» predicado por Proudhon, «ha de
significar el principio del fin para la burguesía, cuyo papel histórico está
virtualmente terminado». Así, Proudhon permanece revolucionario hasta su último
aliento.



La obra de Proudhon es sumamente completa y multiforme. Sus dificultades nacen,
no de la formulación, de claridad cartesiana, sino de la dilución en el conjunto
de sus libros. No hay una sistematización de sus diferentes teorías o doctrinas.
Estas aparecen diseminadas en todas sus obras, desde Las contradicciones
económicas hasta De la capacidad política de la clase trabajadora.



La mayor parte de sus críticos, sobre todo los adversarios, coinciden en lo que
llaman las contradicciones de Proudhon. Estas existen, no hay duda. Ningún
adversario del socialista francés ha dejado nunca de manifestar alguna de estas
«flagrantes» contradicciones. Pero éstas son siempre periféricas. Afectan al
detalle de las teorías o doctrinas, jamás a lo medular que hay en ellas. De
manera que en libros como De la justicia en la Revolución y en la Iglesia o La
idea general de la Revolución en el siglo XIX, etc., siempre aparecerá algún
pasaje que alguien presentara como característico del contradictorio Proudhon.
Pongamos un ejemplo tomado de La capacidad política. Este libro programa para la
clase obrera, donde Proudhon, como hemos visto, explícitamente pide a los
trabajadores una separación total de la burguesía y de sus instituciones
políticas, al objeto de fundar la teoría revolucionaria que hará posible la
sustitución de los valores del capitalismo, puede interpretarse, a través de un
pasaje en que Proudhon alude a la progresiva proletarización de las clases
medias, como una defensa de los intereses amenazados de tales clases. Uno o dos
pasajes han bastado para intentar dar una visión representativa de Proudhon.
Esta técnica ha sido aplicada en casi todas las obras de Proudhon.



La tergiversación acompaña casi siempre a la obra de Proudhon, acaso por la
aludida dificultad para sistematizarla, dada su descomunal extensión. Téngase
presente que ésta se compone de 38 obras, 14 volúmenes de correspondencia, seis
volúmenes de carnets o notas y otros tres de artículos seleccionados. Ha sido
difícil dar una visión global del conjunto y ello ha hecho que surjan trabajos
especializados sobre cada una de sus obras, a veces en perjuicio de aquél. No
obstante, repetimos, hay constantes del pensamiento de Proudhon que se reiteran
en sus diversas obras y estas constantes que procuraremos resumir, constituyen
lo realmente representativa de su obra.



La ascendencia campesina y artesanal de Proudhon trasciende en su pensamiento,
pero ello, lejos de significar una limitación congénita, una incapacidad para
razonar a gran escala y aprehender las razones profundas del desarrollo
histórico, como pretenden muchos de sus detractores, es lo que comunica
perennidad a su pensamiento. Campesino de las montañas del franco condado,
estuvo de niño en contacto con la naturaleza en su carácter multiforme y vario.
Es un hombre real que parte del conocimiento de la pluralidad de la naturaleza.
Lo que es lo debe tanto a este hecho como a su experiencia humana. Crece entre
el pueblo, trabajó con sus manos. Los diversos trabajos en que se ocupa le ponen
en contacto con obreros, campesinos y barqueros. De la atenta y viva
contemplación del mundo natural y de la sociedad, nacerá existencial,
sociológicamente, el pluralismo proudhoniano. He aquí la noción básica a retener
en este caso. Tanto el mundo moral como el mundo físico reposan sobre una
pluralidad de elementos, afirma Proudhon, y de esta contradicción de sus
elementos constitutivos resultan la vida y el movimiento del universo. «Quien
dice organismo dice complicación, quien dice pluralidad dice contrariedad,
independencia.» Por el carácter pluralista del mundo y de la sociedad, la unidad
de ambos es de hecho una unidad de composición, de elementos diversos,
solidarios y autónomos a la vez, dependientes, pero irreductibles. Hace Proudhon
mención de ese pluralismo universal que infiere tanto por sus estudios cuanto
por su propia observación de la realidad social, sobre todo en Creación del
orden de la humanidad.



Esta curiosidad pluriforme de Proudhon, reflejada en un pensamiento como de
«fuego giratorio», según afirma Celestin Bouglé, no puede adquirir la fijeza de
una estatua, sino la movilidad de algo perennemente vivo. La doctrina de
Proudhon no puede llegar a constituir un sistema, sino un pensamiento
sociológico de pensamiento y de acción, que, afirma Jean Bancal, tiende a
proyectar el pluralismo de la naturaleza y sobre todo el social, sin
empequeñecerlo ni esterilizarlo. Tiende a formar individuos, personas,
organismos sociales, seres colectivos. Elemento activo de transformación, añade
Bancal, tendera a transformar «la fuerza en esfuerzo, las conexiones en
relaciones, el culto en cultura, el poder en capacidad». Su meta esencial es
permitir el paso continuo de lo orgánico a la organización, de la existencia a
la conciencia, de la espontaneidad a la voluntad. La lectura de Proudhon jamás
desmiente estos supuestos. La alacridad y «radioactividad» de su prosa, aun
cuando se esté en desacuerdo con él, es una incitación constante a ponerse en
movimiento, a pensar por cuenta propia, a llevar a cabo las transformaciones
sucintamente descritas. Se está ante una inteligencia soberana que enriquece en
lugar de anonadar y que jamás exige la incondicional sumisión al esquema o a la
abstracción. De aquí la prodigiosa gama de influencias que ha ejercido y ejerce
aún el pensador francés.



Como en todo pensador de alcurnia, se puede distinguir en Proudhon ante todo,
una filosofía, una sociología y una política, aunque también una ética. Pero
Proudhon, además de filósofo es, y preponderantemente, un doctrinario
socio-político, por lo que, de acuerdo con Gurvitch, podemos considerar que
todas las facetas de su pensamiento podrían considerarse dentro de una
«filosofía social». A ésta llega Proudhon, como ya infiere el lector por lo
aducido, a través de una contemplación de la diversidad infinita del mundo en
movimiento —mundo natural y mundo social—, desde ella partiremos para explicar
sucintamente y de manera comprensible, las derivaciones socio-económicas y
políticas de las doctrinas del socialista francés. Este método traducirá en
cierta manera la inclinación creciente por parte de Proudhon, hacia un
pragmatismo realista en filosofía y al predominio de la sociología relativista
sobre la filosofía. Esto explica también la diversidad de puntos sobre los que
dirigió sus análisis, hasta el extremo de convertirle en gladiador contra la
mayor parte de los valores establecidos de su tiempo y de abarcar en las mismas
criticas sistemas y doctrinas en apariencia tan diferentes. En realidad Proudhon
acomete implacablemente a toda doctrina, institución, estructura o mentalidad
establecida en detrimento de ese pluralismo. Un sector de esta crítica se
proyecta contra el individualismo de la propiedad capitalista incapaz de ver en
la sociedad otra cosa que una simple adición de individuos idénticos. De ahí la
negación de la existencia real y de la productividad de los «seres colectivos»,
es decir, talleres, empresas, etc., lo que supone la atribución al capitalismo
del excedente productivo creado por la fuerza colectiva (En Las Contradicciones
Económicas, Proudhon enuncia la teoría de la plusvalía con veintisiete años de
anticipación sobre El Capital, de Marx.)



Esta visión crítica toma también a capítulo al absolutismo estatal en todas sus
formas.



Lo mismo en filosofía pura: al criticar tanto al espiritualismo como al
materialismo radicales o integristas, Proudhon critica el unitarismo dogmático
que pretende erigir en factor predominante y exclusivo a un solo elemento del
pluralismo de la naturaleza o de la sociedad. Proudhon no acepta la
obsolutización de un elemento de la realidad social cuya verdad sólo puede
aprehenderse dentro de sus relaciones dialécticas con los demás elementos
integradores de aquélla. Resumiendo este punto de partida para el estudio de
Proudhon, citaremos el siguiente pasaje de Jean Bancal, autor que hemos seguido
en algunos pasajes de este desarrollo: «Es contra ese sistema simplista que
osifica el sistema social, oprime la vida y sus libres manifestaciones,
confundiendo esclerosis y estructura, contra el que se rebela Proudhon. Y en
resumen, es un realismo plenario, un respeto por la diversidad y el desarrollo
antinómico de las cosas y de los seres, en una palabra, el sentido de una unidad
pluralista, lo que domina todo su pensamiento constructivo».



El mundo, esta totalidad compleja de elementos irreductibles, a la vez
antagonistas y solidarios, afirma Proudhon hablando de dialéctica, se aparece en
primer lugar ante el observador como una cadena de antinomias. La antinomia no
es otra cosa que una pareja de fuerzas compuestas por dos elementos a la vez
antagónicos y complementarios. Pero la resolución de la antinomia es imposible,
dado que de la oposición de los elementos antagónicos nacen la vida, el
movimiento y la libertad. Proudhon se esfuerza en buscar los equilibrios de los
contrarios sin hacer desaparecer la contradicción.



Pero es necesario penetrar un poco más en la dialéctica de Proudhon al objeto de
entender lo dicho, para ello es necesario aprehender el contenido de la
dialéctica serial, uno de sus más importantes hallazgos filosóficos. En primer
lugar los sujetos del proceso dialéctico, antinómico (tesis y antítesis en la
dialéctica tradicional) no son realidades simples que producen en el proceso
antinómico otras realidades simples. En verdad tal simplicidad de composición no
existe. La diversidad dentro de la unidad es ley y ésta se confirma por la
serie, el género, la especie, en una palabra, el grupo. La división es la
primera condición de la existencia... la distinción por grupos de la cantidad
dividida, la secunda condición de existencia.



A partir de su libro Las contradicciones económicas se puede apreciar, según
Gurvitch, una acentuación del pragmatismo proudhoniano que se revelará en una
fórmula que pronto alumbrará: «La idea nace de la acción y vuelve a la acción».
Al unir el pragmatismo a la dialéctica, Proudhon se anticipará a Marx cuando
este une la dialéctica a la praxis social. La mayor parte de las críticas de
Proudhon a la dialéctica de Hegel son asombrosamente vecinas de las de Marx.



Al afirmar que la resolución de la antinomía es imposible, puesto que de la
libertad de los elementos antagónicos nace la vida, Proudhon niega la síntesis.
Para él, los dos términos de la antinomía se equilibran, bien entre ellos, bien
con otros términos antagónicos. Desde su punto de vista, dado que la antinomía
no se resuelve, sino que implica, sea una oscilación, sea un antagonismo
susceptible de equilibrarse, todo el sistema de Hegel debe rehacerse.



Cabe deducir de esta actitud que la realidad viviente no es sino una sucesión de
contradicciones.



En este punto, precisa Gurvitch, Proudhon, anticipa también los desarrollos
modernos de la dialéctica y la diversidad de medios que en ella se emplean para
seguir las sinuosidades de la misma. (La dialéctica no opera por formulaciones
racionales, geométricamente limpias, sino además de por contradicción, por
complementariedad, implicación mutua, polarización y reciprocidad de
perspectiva.)



Es lógico que Proudhon, destructor de mitos, atacase las construcciones
hegelianas, productoras de no pocos mitos modernos. Las consecuencias prácticas
del ciego fatalismo que alienta en aquéllas, se manifiestan en ciertas fórmulas
como la «obligatoriedad del destino histórico» o «las necesidades históricamente
condicionadas». En fin, la transmutación del «espíritu absoluto» en «las
relaciones de producción» aparece clara. No es que Proudhon no comprendiera a
Hegel, sino que defendiendo un método dialéctico que se propone buscar la
«diversidad en todos sus detalles», era normal que rechazase las ideas del
filósofo alemán, genio de la abstracción.



Es obvio que la noción proudhoniana de la dialéctica convierte a esta en un
instrumento más preciso y científico para la explicación del mundo. Aplicando,
por ejemplo, la dialéctica serial a la noción de clase, podemos llegar a una
conclusión que corregiría a Marx e implícitamente, a Hegel: el motor de la
historia no es sólo la lucha de clases, sino también y acaso primordialmente, la
lucha en el interior de las propias clases tomadas en su división o composición
real. La historia refrenda esta asunción con fuerza abrumadora.



Terminemos esta nota biográfica diciendo que los principios políticos de
Proudhon, que su noción de la dialéctica orientan y marcan, no son sino la
prolongación de los principios económicos, porque: «en la democracia nueva, el
principio político debe ser... el principio federativo, sinónimo de mutualidad».
Es decir, la pluralidad, autonomía y autogestión de la vida económica exige un
ámbito político inspirado por idénticos principios, so pena de agostarse y
perecer. Proudhon concreta lo dicho en estos términos: «Aquí las masas
trabajadoras son real y positivamente soberanas... ¿Cómo podrían no serlo?... el organismo económico les pertenece por entero... ¿Cómo, pues siendo dueñas absolutas de las funciones orgánicas, no lo serán también de las funciones de relación?» (toda socialización efectiva debe ir unida a una personalización real, toda colectivización a una autonomía, a una auténtica emancipación de la alineación, cualesquiera sean sus formas, de las personas individuales y colectivas).

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