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SEGUIMIENTO DEL 11 DE MARZO DE 2004
Hoy sabemos que este ataque artero fue la respuesta al apoyo que brindó Aznar a la invasión de Irak y a la absurda colaboración que han brindado en Irak y Afganistán las agencias de inteligencia españolas a la persecución y detención de numerosos miembros de Al Qaeda, cuya lucha estaba dirigida a los Estados Unidos e Israel, sus enemigos naturales. Ahora España es un objetivo militar de los más violentos movimientos fundamentalistas del planeta debido a un grave error político.
La razón del ataque en época electoral, que hizo pensar que los responsables eran los grupos relacionados con la organización separatista vasca Eta, obedece a que los grupos radicales islámicos, conscientes de la manipulación del Partido Popular, consideraron oportuno provocar un efecto electoral contrario a los intereses de este bando. Entre otras cosas, Al Qaeda se ha propuesto que salgan las tropas españolas de Irak y además detener a un aliado de Bush en un momento crucial, sobre todo después de que se confirmara que la guerra se hizo en nombre de una falsa excusa, pues nunca aparecieron las armas de destrucción masiva.
Las mentiras de Aznar sobre este acontecimiento se harán cada día más visibles. Baste decir que los servicios de inteligencia españoles tenían suficientes indicios de los planes de un ataque inminente de Al Qaeda en España. Como se recordará, en el año 2002 fueron detenidos dos árabes acusados de pertenecer al grupo de resistencia islámico Al Qaeda en la localidad de Hospitalet de Llobregat, en los suburbios de Barcelona. Los detenidos fueron identificados como el argelino Atmane Resall y el marroquí Najib Chaib Mohamed. En enero de 2003, la policía española detuvo en Cataluña a 16 miembros de Al Qaeda con planes para un atentado. Lo curioso es que se creía que sería en New York y no en Madrid. Algunos de estos hombres eran miembros del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), una escisión del Grupo Islámico Armado de Argelia (GIA).
La presencia de Al Qaeda en España no era un secreto para nadie. Desde hacía años, el juez Baltasar Garzón procesaba a Osama Bin Laden y a otros 34 presuntos miembros de Al Qaeda en relación con los atentados perpetrados en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, y se basaba en el hecho, absolutamente cierto, de que en España se ultimaron los detalles de los ataques. Entro otras decisiones, se había procesado a Imad Eddin Barakat, alias Abu Dahdah, y se conocía que los escenarios de los atentados fueron seleccionados desde 1997 cuando Ghasoub Al Abrash, el hombre más cercano a Ghaleb Kalaje, responsable financiero de la célula española, visitó Estados Unidos para grabar cintas de video con los blancos y objetivos, que luego fueron enviadas a Abu Khaleb, dirigente de Al Qaeda en España en 1998. Es imposible olvidar que antes del ataque del 11-S, Mohamed Atta estuvo en España y se reunió en julio de 2001 con Binalshib en Tarragona. La primera vez que se detecta la presencia de Atta en España fue el 4 de enero de 2001, fecha en la que llegó al aeropuerto de Barajas. El 17 de julio compró un billete para los Estados Unidos en Tarragona. Fue en Cataluña donde se ultimaron los detalles del 11-S. En esa labor, contribuyeron Belfatmi, residente en los alrededores de Reus y un hombre llamado Chebli, marroquí conectado con Abu Dahdah y con el integrante de la célula que éste dirigía Amer Azizi, encargado de todo lo relacionado con el reclutamiento de marroquíes en Madrid para la acción.
En mayo de 2003 había sido atacada la Casa de España, en Casablanca, por un grupo próximo ideológicamente al-Qaeda. Tres suicidas penetraron en el recinto tras degollar al vigilante del establecimiento y dos de ellos hicieron estallar en el restaurante del centro los artefactos que portaban, mientras que el tercero hizo explotar el suyo en el patio de la Cámara Española de Comercio, colindante. Murieron 43 personas, entre ellas 3 españoles: Domingo Mateo Taizeira, el empresario catalán Manuel Albiach y el empresario andaluz Francisco Abad. Los terroristas suicidas eran marroquíes, miembros de Assirat al-Moustaqim o la Salafia Jihadia. Cuando ocurrió este ataque, ya era obvio que España había entrado en la lista de los radicales.
A esto debe sumarse que el Ministerio de Defensa Noruego conocía un documento de Yusuf Alairi, colaborador cercano de Ben Laden, donde se advertía que sería lanzado un ataque en España durante las elecciones, una información a la que se restó importancia.
El 11-M forma ahora parte de la historia universal de terror de nuestro tiempo. Pero es un acto que no se comprende mientras no se asuma que el modo de evitar acontecimientos como éste en el futuro no sólo consiste en pedir a los gobiernos que persigan a los terroristas, sino también en atacar la causa principal de su aparición: la cruel intervención política y militar de Estados Unidos en todas aquellas naciones árabes que poseen petróleo y en el problema entre Palestinos e Israelíes. En el caso de España, no puede continuar esta solidaridad automática con los desmanes del Presidente Bush.
Los costos de esta alianza son macabros: 62 militares murieron en 2003 cuando el Yakovlev 42 donde regresaba de Afganistán cayó a tierra. El 20 de agosto de 2003 murió Manuel Martín-Oar en el atentado contra la sede de la ONU en la capital iraquí. El 9 de octubre murió el agente José Antonio Bernal Gómez. El 26 de octubre murió el sargento Luis Puga Gandar en Diwaniya. El 29 de noviembre murieron 7 agentes del Centro Nacional de Inteligencia (Alberto Martínez, Alfonso Vega Calvo, José Carlos Rodríguez Pérez, José Merino Olivera, Luis Zanón Tarazona, Carlos Baró Ollero y José Lucas Egea). Ya antes habían muerto por "fuego amigo" los periodistas Julio Anguita Parrado y José Couso), y ahora 200 muertos y miles de heridos engrosan esa lista.
¿Por qué el 11-M? La respuesta a esta delicada pregunta sólo la tiene Aznar y creo que ya es hora de que confiese al pueblo español en qué ha consistido su apoyo a Bush. Si dice la mitad de la verdad de lo que han hecho las agencias de inteligencia en Irak y Afganistán, todo quedará explicado.
* Fernando Báez es autor de "Historia universal de la destrucción de libros" (Destino, 2004)
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