Movimiento Obrero - Mundo del Trabajo

LOS COMUNISTAS EN EL SINDICATO HOY

Secretaria del Mundo del Trabajo
Partido Comunista de España

Lunes, 14 de julio de 2003

La actividad y la participación de los comunistas en el movimiento sindical y en los sindicatos es una constante en la historia de nuestro partido. Siempre hemos pensado que la emancipación de los trabajadores y la revolución social son parte de la misma realidad. Nuestro trabajo siempre ha pretendido dar una dimensión y una perspectiva política a la lucha sindical.

Históricamente hemos dado prioridad al trabajo en los sindicatos de masas (donde mayoritariamente se organizan los trabajadores) en detrimento de las organizaciones sindicales que pudieran aparecer como más afines ideológicamente. Abandono de la CGTU en favor de la UGT (periodo republicano), abandono de la OSO para construir las CCOO durante la dictadura y manteniéndonos en CC.OO. con independencia de los desacuerdos producidos en el pasado más reciente.

Siempre hemos defendido la unidad sindical, no solo la unidad de acción también la unidad orgánica de los sindicatos, frente a la pluralidad sindical, entendida ésta desde la división y la proliferación de sindicatos, más propia de la socialdemocracia, con las consecuencias prácticas que ello tiene, defensa de la diversidad de criterio, pluralidad a la hora de organizar el propio sindicato y pluralidad en la dirección efectiva del mismo.

Un solo sindicato donde estén todos los trabajadores unidos por su propia condición de trabajadores, continuamos apostando por ello. La unidad de acción sindical, como cuestión estratégica (no coyuntural) responde a esta idea fuerza y forma parte de la cultura comunista.

A lo largo del tiempo hemos estado en muy diversas situaciones, nuestras opiniones han estado en mayoría y en minoría, nuestros militantes han conformado mayoritariamente las direcciones en unas ocasiones y en otras no. Nuestras posiciones no han sido siempre coincidentes con las del sindicato, aunque sí en muchos otros casos, pero con el sindicalismo de clase siempre hemos estado y propugnado una política de alianza y de convergencia.

Es con este bagaje con el que llegamos a la situación actual, qué papel queremos continuar jugando los comunistas en el sindicato, qué papel va a jugar el propio sindicato en el futuro.

Hoy nos encontramos en una situación muy abierta, el sindicato se puede inclinar en cualquier dirección, todo está por determinar:

Si el sindicato continua respondiendo a los principios de solidaridad, igualdad dentro de la pluralidad y de la democracia sindical, frente a la fragmentación del trabajo en la época de la globalización, o por el contrario, si transitamos a un sindicalismo en clave gremial y corporativa, sin objetivos globales para el conjunto de la clase. Con ello no planteamos que no tengan importancia los proyectos sectoriales. Pero en esta dicotomía los comunistas apostamos por lo primero.

En la pugna entre estos criterios, se pone en algunos casos en tela de juicio incluso la existencia del propio sujeto "la clase trabajadora", precisamente cuando el número de asalariados sometidos a los ritmos de trabajo y a los dictados de las empresas capitalistas es el más alto de toda la humanidad.

Incluso en el trabajo tradicionalmente intelectual, médicos, abogados, ingenieros se ven cada vez más forzados a asumir las formas de organización del trabajo propias de las empresas capitalistas. Incluso el trabajo autónomo si lo analizamos con detenimiento no es tal, toda vez que esta subordinado al orden y las necesidades de las grandes empresas.

Qué ha cambiado:

· La aplicación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a los procesos productivos que junto con los cambios en la forma de producir y en la propia organización del trabajo han aumentado exponencialmente la productividad del trabajo.

· En términos cuantitativos el importante aumento del número de trabajadores en los servicios en detrimento de la industria, y con ello la distinta percepción que los trabajadores tienen de sí mismos y del sindicalismo.

· Si algo ha cambiado sobremanera es la dispersión a la que se ha sometido a la empresa tradicional, hasta hacerla aparecer como "empresa difusa" (permanentemente sometida a la reducción de costes), una descentralización productiva, donde se contrata y subcontrata hasta el infinito, donde los camiones, los barcos, los trenes y los aviones sustituyen a los almacenes, transfiriendo buena parte de estos costes al conjunto de la sociedad en términos económicos y ambientales.

Hoy la verdadera barrera que separa a los trabajadores, es la que separa el trabajo protegido (con derechos) del trabajo precario. Por ello, la lucha contra la precariedad se constituye como una crítica radical a la ideología dominante del fin del "puesto de trabajo fijo" "del trabajo para toda la vida". Rechazar de forma radical la precariedad obliga a reinventar un modelo sindical igualitario que alcance a toda la clase, tanto en la acción como en la organización.

El paro, la precariedad y como consecuencia de estos los altos índices de siniestralidad laboral, junto con las constantes amenazas de crisis, fuerzan a los trabajadores a aceptar peores condiciones de trabajo, incluso condiciones por debajo de las establecidas legalmente; el último escalón de este proceso lo representan los trabajadores inmigrantes sobre los que recaen formas de explotación cercanas a la esclavitud. Todo ello provoca un conservadurismo social no solo ya para los afectados sino para el conjunto de la clase.

El sindicato tendrá que elegir entre la idea de reducir el daño que pueden causar las agresiones del neoliberalismo, básicamente por medio de acuerdos por arriba, o pasar a la ofensiva e intentar conquistar nuevos derechos básicos para todos, cuestionando globalmente las políticas neoliberales. Ello desde posiciones más equilibradas entre movilización y negociación, a fin de cuentas, el sindicato es un sujeto del conflicto social y su capacidad de interlocución deviene de su propio peso y su propia fuerza.

En nuestra opinión es preciso cambiar la política sindical, reconstruir una política sindical más ofensiva. Para ello, hay que dar paso a un sindicalismo con más peso por abajo, no solo más representativo y cuantitativamente más importante (con más afiliados), hace falta también un sindicalismo con más capacidad de organización y de lucha, con más capacidad de presionar y de disputar espacios de control sobre la propia organización del trabajo y el conjunto de las condiciones en las que se trabaja, tanto al capital como a los poderes públicos.

Se trata en nuestra opinión de intervenir sobre las causas de los problemas de los trabajadores, sin renunciar a corregir sus efectos, en detrimento del criterio contrario, intervenir exclusivamente sobre sus efectos. Para ello tendremos que trabajar contra una sensación que hoy goza de gran peso, el carácter inevitable de lo existente.

El sindicato no puede ser una institución que tiene por objeto gestionar políticas sociales y que se legitima con el reconocimiento que de él hacen los adversarios, por medio de los acuerdos que alcanza con la patronal y los gobiernos y de la percepción y la valoración que de los mismos hagan los medios de comunicación.

Entendemos el sindicato como la manifestación concreta de la capacidad de autoorganización de los trabajadores, como un instrumento de organización para la acción sindical, que se estructura de abajo arriba y que se legitima con su capacidad de presionar y negociar, se legitima básicamente desde la opinión que los trabajadores tienen de él y de su utilidad.

Entendemos el sindicalismo, y por ello pretendemos que ocupe el lugar que le corresponde, como parte del referente antagonista, unitario y alternativo al sistema, comprometido desde su autonomía en la confluencia y la articulación de un tejido social y unos referentes culturales alternativos.

Entendemos un sindicalismo convergente con los movimientos antiglobalización, que se deja penetrar por ello y que aporta en los mismos la experiencia de la organización de los trabajadores.

Decimos que por primera vez, en los últimos años, existe una situación abierta para reconstruir un consenso, o acuerdo interno, que nos permita avanzar en la unidad y fortalecimiento del sindicato. El próximo congreso confederal de CC.OO. será fundamental y no deberíamos desperdiciarlo, para inclinar al sindicato en una dirección o en otra. Hay signos positivos y negativos en la realidad sindical más inmediata, que confirman este criterio.

Indicadores positivos:

· Las manifestaciones de Barcelona 14 y 16 de marzo 2002.

· La Huelga general del 20 junio, la manifestación del 5 de octubre.

· La participación del sindicato en las manifestaciones contra la guerra.

· Parecía asentarse una relación más fluida y positiva entre el sindicato y la política, también en el caso de nuestra militancia, entre el sindicato y nuestras organizaciones políticas PCE / IU.

· Avances significativos en la normalización de la vida interna en muchas organizaciones de la Confederación.

Indicadores negativos:

· Acuerdo de Seguridad Social (abril 2001).

· Falta de respuesta a la reforma laboral del 2001.

· Reciente acuerdo en Administración Pública.

· Los acuerdo interconfederales para la negociación colectiva.

· La negativa a participar en una huelga de mayor envergadura el 10 de abril contra la guerra.

· Persistente exclusión en la dirección confederal.

· Gestión de los conflictos en clave de exclusión (metal, administración publica, sanidad).

· Falta de respeto a la pluralidad. (Ejemplo, la reciente elección de los delegados para el Congreso de CES)

Los rasgos más positivos han venido marcados por el consenso y el acuerdo interno, mientras los más negativos lo han estado por la división, el desacuerdo y el ejercicio administrativo de una mayoría que aunque legitima no ha buscado la síntesis ni otras opciones que gozasen de mayor apoyo.

Tras el VI Congreso (enero 1996) se desató en el sindicato una lógica de exclusión que lo recorrió de arriba abajo, quedando únicamente al margen de la misma las organizaciones de Banca y Cataluña. Pretendieron resolver el conflicto sindical interno sacando de la dirección real a los que se habían manifestado en términos críticos durante el Congreso, pensando que su exclusión representaría la desarticulación y la desaparición de este sector en el interior del sindicato.

No fue necesario mucho tiempo para constatar dos extremos que nos acompañan hasta hoy y que quedaron perfectamente confirmados en el VII Congreso, el sector critico no desaparece ni retrocede significativamente (33,37% en el 6º congreso, 29,5% en el 7º congreso) lo que representa un fracaso para los que ponen en marcha dicha estrategia. Pero a la vez tampoco la organización del sector critico y una lógica de confrontación (en unos casos inevitable e impuesta y en otros deseada como rasgo diferenciador) permiten después de 4 años unos mejores resultados. Así tampoco cambia el sindicato.

De la constatación de esta evidencia, aunque sin una suficiente reflexión colectiva sobre la misma por parte del conjunto del sector critico, donde los comunistas participamos mayoritariamente, se fue abriendo paso nuestro criterio de normalizar la vida interna del sindicato y de la necesidad de articular una nueva mayoría superadora de la división reinante.

Fruto de esta política tras el VII congreso y sin minusvalorar la incidencia que supuso la salida del anterior secretario general, se dieron avances importantes en la normalización del sindicato, esto es, acuerdos de participación en la dirección real del sindicato en un número significativo de organizaciones de la confederación. No en todas, tampoco en la dirección confederal y sin hacer desaparecer definitivamente las prácticas del pasado más inmediato.

Podríamos decir que nos encontrábamos a medio camino de alcanzar nuestras pretensiones, al menos en lo que tenia que ver con la realidad interna del sindicato, después de constatar en términos prácticos que es difícil influir y condicionar la realidad desde una posición de marginación interna, cuando una nueva ruptura esta vez en la propia mayoría, sin grandes motivaciones conocidas, aparece con fuerza.

Recobra nuevamente peso el criterio de que basta una mayoría, por pequeña que sea, en los órganos de gobierno del sindicato (ejecutiva y consejo) para gestionarlo con arreglo a los únicos criterios de dicha mayoría.

Esto provoca grandes y permanentes tensiones, toda vez que nuestro sindicato y el sistema proporcional con el que conformamos los órganos no está pensado para un esquema de dirección que excluya el resto de las opiniones presentes.

Es por ello, que uno de los grandes riesgos que tendremos que afrontar en este próximo periodo será evitar que la situación actual se consolide. Un 51/55% en ejecutiva y consejo son suficientes y legitiman un gobierno del sindicato en términos exclusivos. El otro seria buscar la misma solución pero al contrario, dejar en minoría a la actual mayoría para excluirlos del gobierno real del sindicato, y así dar continuidad a los ciclos de gestión excluyente.

El modelo de gobierno excluyente está llegando a su final y en su deriva amenaza con trocear al sindicato. Las claves no abiertamente planteadas están más, en el sistema de poder interno y en el modelo organizativo que en la búsqueda de un proyecto sindical útil.

Se trata por tanto de buscar y de forzar un escenario que obligue a pactar a las tres corrientes tanto la gestión del propio sindicato como las grandes líneas de la política sindical, restableciendo el consenso como un elemento de peso frente a la lógica mayoria-minoria.

La política que hemos venido desarrollando está agotada, ahora no se trata ya de resistir, ni podemos darnos por satisfechos con la constatación de la evidencia de que continuamos existiendo. Ahora se trata de dar un salto adelante y forzarnos todos, estemos donde estemos, a colocar al sindicato en el lugar, que fruto del consenso interno, todos los afiliados decidan, desde la legitimidad de todas las opiniones por desacertadas que puedan parecernos a cada uno.

Los comunistas apostamos por una nueva mayoría plural, superadora de la situación actual, sin exclusiones, ni vetos, capaz de restablecer la confianza y la corresponsabilidad del conjunto de la organización con las decisiones que democráticamente se adopten. En suma, una nueva síntesis prográmatica donde se encuentren las tres corrientes de opinión hoy presentes en el sindicato.

Por tanto, desde nuestro respeto por la autonomía del sindicato, pero también desde el reconocimiento del doble plano de nuestra relación con el sindicato, el institucional (de organización a organización) y el que representa el trabajo y la actividad de nuestros militantes que también lo son del sindicato, los comunistas afiliados al sindicato trabajaremos a favor de un rumbo y un talante que permita al sindicato superar el conflicto interno y jugar un mejor papel como parte activa de la izquierda social alternativa.

Partido Comunista de España


Respuesta a "Los comunistas en el sindicato hoy" de Miguel Pons
16.7.03

Respecto de lo que dices sobre la participación de los comunistas hoy en los
sindicatos y en particular en CCOO, después de leer detenidamente tu
escrito, no veo nada claro el futuro mientras dicho sindicato esté comandado
por verdaderos burgueses y partidarios del mercado como el jefe Fidalgo o el
telefónico Vesperinas y tantos y tantos otros que se eternizan en las
poltronas de mando y ni se acuerdan del tajo.
Para que el sindicalismo de clase sea capaz de hacer algo por la clase
obrera (todavía existe) lo primero que debe ser el sindicato es
independiente; independiente económicamente de la patronal y del gobierno
de turno, debe nutrirse de las cuotas de sus afiliados y no de las
subvenciones gubernamentales y demás mamoneos de cursillos e historias de
esas (FORCEM).
En segundo lugar los altos dirigentes deben surgir desde las asambleas de
las fábricas y empresas y los mas valientes y valiosos de ellos ir ocupando
los puestos de dirección a todos los niveles pero por un tiempo como máximo
de 8 años y pasado este tiempo recresar al tajo nuevamente.
Tercera cosa básica y fundamental: todo el movimiento sindical debe surgir
desde la base en la lucha sindical diaria, como hacíamos en los buenos
tiempos en que la patronal nos temía, ahora se ríe de nosotros y llega a
pactos (Claudicaciones) con los grandes popes del sindicalismo, muchos de
ellos ya ni se acuerdan que un día fueron obreros.
Y en cuanto a la política sindical del PC convendría que se hiciera un
sincero y autocrítico análisis desde la Transición hasta nuestros días a la
hora de plantearse que hacer con los sindicatos.
A mi personalmente los sindicatos llamados "mayoritarios" (CCOO,UGT), se me
parecen cada vez más a la extinta CNS del franquismo, aún a pesar de
críticos y no críticos, cada día me recuerdan más y más aquellos inefables
jurados de empresa y enlaces sindicales. En fin es una pena pero el
desprestigio entre los trabajadores en general se lo hanganado a pulso.
En fin tendremos que volver a plantearnos al igual que hace 40 años si es
mejor aprovechar la legalidad de los jurados de empresa (CCOO,UGT) o crear
algo nuevo y más útil desde abajo.
Saludos cordiales.
Miguel Pons


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